Talentos Trabajando.
Por: Katlheen Velasco | Fuente: Catholic.net
Una frase tan peculiar en la biblia que todos alguna vez la hemos
escuchado ó leído en diferentes circunstancias de la vida, ésta cita me ha
tomado rato tiempo en el pensamiento; así que decidí analizarla cuestionándome
con las siguientes tres preguntas.
¿Qué piensas de ésta cita?, ¿Qué te hace sentir?, y
¿Cuál es tú experiencia con dicha frase? Me ha sido sumamente fácil responderlas, no he tenido ninguna
experiencia en específico más que ésta situación en la que como inspiración del
Espíritu Santo me ha nacido el deseo de analizarla. Lo que pienso acerca de dicha cita es que siempre se trata de escuchar,
pero hay dos formas de hacerlo; queriendo y sabiendo.
Dios está siempre ahí,
gritando sin cansarse que quiere lo mejor para ti, que quiere tú corazón y tú
felicidad; y de
verdad que nunca se cansa de hacerlo. Él no es cómo tú madre llamándote a
comer, Él no sólo te llama tres veces y no vuelve hacerlo porque ya ha sido
suficiente ruego, Él tampoco utiliza algún tipo de corneta u otro sonido para
evitarse la fatiga de gritar, mucho menos te contará hasta tres para que lo
hagas en seguida. Dios es más sutil, siempre está ahí hablándote en el
silencio.
Silencio, eso a lo que todo ser humano le teme sin siquiera darse
cuenta, analiza tú vida y date cuenta que el silencio suele ser incómodo,
fatigante y muchas veces triste, pero en realidad el silencio para Dios no es
lo que para el hombre.
Para Él es el mejor medio de
comunicación, es ése momento en el que tu capacidad humana comienza a
cuestionarse sobre la forma en cómo vive; es en él cuando te grita todas las
respuestas.
Nunca se ha tratado de saber escuchar, en realidad siempre se ha tratado
de querer escuchar, la diferencia entre ello es que no se necesita sabiduría
para hacer algo, se necesita desear hacerlo con todo el corazón. Porque has
escuchado millones de veces que debes ir a misa, que debes seguirlo porque Él
es el camino, la verdad y la vida, pero en realidad no has querido escuchar a
profundidad dichas palabras que tu entorno te grita y recuerda a cada instante.
Y cuándo aceptas querer
hacerlo es cuándo tus ojos se abren a la verdadera realidad, cuándo ya no
dependes más de ti y ahora piensas en Él en más que un ser supremo y posiblemente irreal, ahora lo tomas cómo
amigo y se convierte en la persona más importante de tu vida y comienzas a
cuestionarte porqué tardaste tanto en decirle que sí y aceptar el llamado. Ese
sí valiente que cambió tú vida.
Cuando llegas a éste punto te das cuenta de que hay muchos que te
acompañan en el sí valiente en tiempo y forma, otros tantos que ya llevan
cierto rato en haberlo dado y muchos más que siguen acobardados con los ojos
vendados y los oídos cerrados sólo porque sí.
Es éste momento cuando te toca
ser ejemplo y orar por los que aún no han dado el paso valiente al inicio de
una conversión.
Para finalizar, dicha frase me hace sentir valiente y orgullosa de ya
haber dado el sí hace un tiempo. Pero también me ocupa una gran
responsabilidad, la responsabilidad de ser fiel amante y seguidora.
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