lunes, 22 de octubre de 2018

¿LAS ENFERMEDADES TIENEN CAUSAS DEMONÍACAS?


Una pregunta que los cristianos se hacen ante una enfermedad es: ¿Tiene una causa espiritual o física? ¿Es la obra de satanás, o se trata de nuestra fragilidad física?
Las pistas para la respuesta se pueden encontrar en el ministerio de Jesús.
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Y debe ser aclarada la idea errónea que el mundo antiguo, incluyendo el mundo de la época de Jesús, creía que toda enfermedad era obra de los malos espíritus.
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Sino no hubiera habido médicos aún en aquella época.

RELACIÓN ENTRE ENFERMEDAD Y PODERES DEL MAL
La teología actual está poniendo cada día más de manifiesto una relación estrecha entre la enfermedad y el poder del mal.
En ella se manifiestan el poder de la muerte y las consecuencias nefastas del pecado. Dios creó al hombre en su unidad de alma y cuerpo para la felicidad, la armonía, la perfección. La enfermedad es contraria a la intención divina, lo mismo que la fatiga del trabajo, el dolor del parto, la muerte.
La enfermedad es siempre una intrusa, un elemento hostil que invade la conciencia del hombre y por tanto un mal que hay que vencer.

Ya queramos considerarla como:
-una ruptura de la unidad subjetiva de la armonía creada;
-o como terrible experiencia de la propia finitud, de la precariedad y fragilidad de la existencia humana,
-o como crisis de la comunicación con los demás, que reduce los horizontes del espacio vital para sumergirnos en una situación de soledad, aislamiento o desamparo.

Está mucho más ligada al pecado que los otros efectos del mismo. Jesús sufrió el cansancio, el hambre y la sed, y hasta la tristeza, y pasó por la muerte. Pero no consta que estuviera alguna vez enfermo, a pesar de que “¡eran nuestras dolencias las que Él llevaba y nuestros dolores los que soportaba!” (Is 53,4). Es como un área donde se mantiene el dominio de los poderes del mal.
“La enfermedad, la muerte y lo que la existencia humana concreta contiene de autodestrucción, pueden y deben explicarse en todo caso también como expresión del influjo de las fuerzas demoníacas.
Incluso cuando procedan de causas naturales próximas y cuando se les pueda y deba combatir con medios naturales” (K. RAHNNER, VORGRIMLER, Diccionario Teológico).
Dios no es ajeno a la enfermedad y a la curación.
La enfermedad a veces puede una intervención especial de Yahvé que castiga (1 S 16, 14; 2 Cro 26,16-21). Aunque lo que Dios siempre quiere es sanar, aunque en ocasiones comienza por lo inverso. Sin embargo, en términos prácticos hay que considerar el influjo directo del demonio en esa enfermedad particular y las causas físicas naturales.

JESÚS MUESTRA LA DIFERENCIA DE LA ENFERMEDAD POR CAUSA FÍSICA Y DEMONÍACA
Jesús demuestra claramente la diferencia.
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Ya que Él mismo trató algunas enfermedades como la obra directa y específica de demonios y otras enfermedades como de origen físico.
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Él sabía la diferencia entre los dos y nunca estuvo confundido al respecto.
En Mateo 8:16, por ejemplo, se puede leer: “Esa tarde le trajeron muchos de los que estaban oprimidos por los demonios, y él expulsó a los espíritus con una palabra, y sanó a todos los enfermos.” Algunos de los que se acercaron a Jesús estaban oprimidos por demonios, otros eran físicamente enfermos. Hay una manera simple de decir cuando Jesús estaba tratando con la opresión demoníaca y cuando, por el contrario, estaba tratando con la enfermedad física directa.
Cuando el problema era demoníaco en su origen, Jesús hablaba.
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Él nunca imponía las manos en los oprimidos demoniacamente.
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Más bien él lo manejaba con una palabra hablada.
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Él ordenaba a los demonios salir de los afligidos, y salían.
Si los demonios eran responsables de alguna aflicción física, la aflicción física se iba con ellos. Había enfermedades que eran causadas por los demonios, y la solución en estos casos era una orden emitida con su autoridad como Hijo de Dios y gobernante de todo el mundo del espíritu. Pero cuando la enfermedad era de origen corporal, Jesús ponía sus manos sobre los enfermos.
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El poder curativo sobre la enfermedad física fluía desde el trono de Dios a través de su contacto físico con el cuerpo del enfermo y era sanado en un instante.
Esto lo vemos en Mateo 8:15, donde leemos que Jesús sanó a la suegra de Pedro con la imposición de manos.
Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo”
Anteriormente, en Mateo 8: 3, en relación con el leproso, leemos que
Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado». Y al instante quedó purificado de su lepra”.
Jesús nunca estaba confundido acerca de si la enfermedad era física o espiritual en su origen.

UN MAL ENTENDIDO POR NO CONFIAR EN EL MENSAJE DE JESÚS
Ahora hay quienes sostienen que cuando Jesús parecía creer que la enfermedad era de origen espiritual, simplemente se estaba acomodando con el espíritu de la época. Y con las supersticiones ampliamente aceptadas por el pueblo de su época, anterior a la Ilustración. Pero Jesús nunca se acomodó a la superstición. Se enfrentó a ella y la expuso. Porque en otros temas, por ejemplos la vida después de la muerte, dijo muy enfáticamente: “Si no fuera así, yo os lo hubiera dicho” (Jn. 14: 2).
Si no existieran los demonios y si no pudieran causar enfermedades, Jesús lo habría dicho.
Así que las escrituras nos delatan que alguna enfermedad es espiritual y alguna es física. Es más, hay enfermedades que afectan claramente al físico pero que tienen causas espirituales. 
Cuando la enfermedad es espiritual, la curación viene a través de la palabra, a través de una orden emitida por el nombre todopoderoso de Jesús.
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Cuando la enfermedad es física, la sanación viene a través del tacto, a través de la imposición de manos y la oración que se ofrece en el nombre todopoderoso de Jesús.

¿CÓMO PODEMOS NOSOTROS SABER LA DIFERENCIA?: DISCERNIMIENTO
¿Cómo adquirimos el discernimiento? ¿Cómo podemos considerar ambas posibilidades y diferenciar entre las dos, mediante la experiencia del aprendizaje?
Algunos cristianos de hoy están tan asustados ante la muerte y descreen tanto de la idea de los demonios y la guerra espiritual, que nunca se detienen a considerar si los agentes invisibles de la oscuridad pueden tener algo que ver con los problemas de enfermedad del individuo que están tratando de ayudar.
Si el problema es espiritual en su origen, y no se utilizan oraciones de guerra espiritual, el individuo no experimentará ningún alivio.
Por otra parte, algunos cristianos piensan que todo es demoníaco en origen. Pero como el propio ministerio de Jesús deja claro, no se deben tratar todas las enfermedades como el trabajo de satanás, al menos directamente.
Otra idea errónea que muchos cristianos tienen acerca de la sanidad es que es algo que puede ser ordenado en el nombre de Jesús.
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No, es algo que puede ser solicitado, pero nunca se puede exigir.
El leproso que vino a Jesús modeló el enfoque bíblico, cuando se arrojó a los pies de Jesús y le dijo: “Si estás dispuesto, puedes limpiarme.” Él entiende que Dios puede tener propósitos en permitir la enfermedad física. Pablo lo descubrió en él mismo, cuando Dios se negó a retirar su “aguijón en la carne” a pesar de las oraciones repetidas y sinceras. Pablo no fue sanado porque careciera de fe. No fue sanado porque Dios tenía un propósito más grande para su vida, y la enfermedad de Pablo estaba en ese propósito mayor. Pablo menciona una vez que salió con un compañero de viaje, Trófimo, “enfermo en Mileto” (2 Tim. 4:20). Si la curación es algo que se pueda pedir ‘a la carta’, eso no habría sucedido. Así que cuando imponemos las manos sobre los enfermos y oramos por ellos, en primer término, siempre hay que creer que Dios puede sanar en un instante. Pero al mismo tiempo siempre debemos orar para conocer la voluntad de Dios, que sólo él puede saber.
Entonces, ¿pueden los demonios causar enfermedades directamente hoy en día?
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Por supuesto que pueden.
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¿Puede ser una enfermedad física y no espiritual en el origen?
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Por supuesto que puede. Sabemos esto porque Jesús nos dijo.
Pero si la enfermedad es espiritual o física en su origen, ¿puede Jesús sanar todavía hoy? Por supuesto que puede. Y lo hace.

LA CURACIÓN DE LOS ENFERMOS COMO SIGNO DE GRACIA
Jesús concede la salud del cuerpo siempre juntamente con la salud del alma, o hablando con más propiedad: la salud del hombre entero.
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Esta es la sorpresa del paralítico curado (Lc 5,18-20) y del enfermo junto a la piscina de Betesda (Jo 5,14).
La salud del cuerpo no es un bien por sí mismo y no la concede el Señor por sí sola. Por tanto no va aislada de los demás aspectos, sino siempre dentro del contexto de salvación y liberación del hombre total. El cuerpo es siempre expresión del espíritu y las curaciones somáticas son la manifestación de la salvación que se realiza en el enfermo. Por tanto, para ser curado, lo mismo que para ser perdonado y liberado del pecado, Jesús exige la fe. Que es aceptación plena de su persona, es decir, de su Palabra y del don que Dios ofrece con su Hijo.
Predicación, curación y expulsión de demonios: son actos conjuntos de salvación y de poder de la manifestación del Reino de Dios.
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El mensaje salvador de Jesús se hace presente tanto con las palabras como con los hechos de poder.
Cuando Jesús transmite esta misma misión a los Apóstoles les da autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades. Los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar, saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes (Lc 9,1-6).

San Mateo habla de “poder para curar toda enfermedad y toda dolencia” (Mt 10,1)

Al enviar a los setenta y dos discípulos les encarga: “Curad los enfermos que haya en ella (la ciudad), y decidles: el Reino de Dios está cerca de vosotros” (Lc 10,9).

Todos aquellos que crean verdaderamente en Jesús, que sean sus discípulos, habrán de realizar las mismas maravillas, y por tanto: “Impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien” (Mc 16.18). En la Iglesia apostólica que surge de Pentecostés los Apóstoles seguirán vinculando predicación, curación y expulsión de los espíritus del mal.

Cuando son perseguidos piden predicar curando: “Concede a tus siervos que puedan predicar tu Palabra con toda valentía, extendiendo tu mano para realizar curaciones, señales y prodigios por el nombre de tu Santo Siervo Jesús” (Hch 4.29-30).

En resumen:
-en las enfermedades que aparentan ser de base física encontramos que algunas son por intervención del demonio;
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-en ambas (de base física o espiritual) hay que recurrir al Señor para la curación;
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-en unas pidiendo la sanación y en otras la expulsión del enemigo que está actuando;
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-esto no quiere decir que el maligno no actúe – luego en las enfermedades de base física están instaladas – exacerbando el sufrimiento por ejemplo;
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-el orar al Señor para la curación no excluye la atención médica, sino que más bien la requiere.

Fuentes:

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