martes, 17 de abril de 2018

LA FAMILIA PAULINA, UN SIGLO EN LAS COMUNICACIONES



EL FRUTO DE UN SACERDOTE QUE SE ADELANTÓ A SU TIEMPO
JOSÉ RAMÓN GODINO ALARCÓN
El sacerdote y fundador italiano Giacomo Alberione es fundamentalmente conocido por ser un apóstol de la comunicación, auténtico pionero en su tiempo, y todavía hoy activo a través de sus hijos e hijas espirituales, tanto que oficiosamente es conocido como patrón de las comunicaciones por internet. Cuando él nació, el 4 de abril de 1884, era impensable el nivel al que llegarían a crecer las comunicaciones sociales en el s. XX. Provenía de una humilde familia campesina de San Lorenzo di Fossano en Cuneo (Italia). La familia era profundamente cristiana, guiada por el padre de familia, Miguel, y su esposa Teresa. Desde el principio tanto él como sus otros cuatro hermanos (una hermana pequeña murió con un año) fueron educados en la piedad cristiana, el trabajo y la confianza en la Providencia.
Esta educación se mantuvo durante la niñez de Giacomo, que desde muy temprano manifestó su deseo de ser sacerdote. Cuando en la escuela le preguntó su maestra, Rosa Cardona, qué quería hacer cuando fuera mayor, el niño contestó decididamente que quería ser cura. Él mismo recordaba la situación con sorpresa: Recuerdo, cuando yo era muy pequeño apenas empezaba a percibir las cosas, cosas que a mi temprana edad eran mínimas, porque mi ritmo diario era la escuelita y jugar con mis hermanos; más aún, ni tenía idea lo que era el futuro. No sé si te pasó alguna vez lo mismo o cuando tu profesor o profesora te preguntó ¿Qué quieres ser cuando seas grande?….De seguro te quedaste en silencio o quizás respondiste alguna profesión que se te ocurrió”. Él, sin embargo, fue rápido en su respuesta. Con esta firme intención pasó la niñez Giacomo.
En esos años la familia tuvo que cambiar de domicilio y pasar a vivir a la región de Cherasco, en la diócesis de Alba. El párroco del lugar en cuanto conoció al ya joven adolescente puso empeño en ayudarle a tomar conciencia de su vocación y a responder a la llamada del Señor. Para ese tiempo Giacomo era un joven de mediana estatura, de aspecto enfermizo y muy débil. En su niñez, su madre, temiendo por él, acercó al niño al santuario de Bra para ponerlo bajo la protección de la Virgen de las Flores. A pesar de esa apariencia débil llamaba la atención su mirada firme y su sed en busca de la verdad. A los 16 años, en 1900, entró en el seminario de Alba. Desde pequeño estaba dispuesto a dar este paso, sus compañeros de colegio le habían puesto de mote “el cura” y se reían de él, pero eso a Giacomo no le importaba. Ese pensamiento había dominado sus estudios, todo había apuntado en esa dirección, incluso participando activamente en la Obra de la Santa infancia.
La épca de seminario fue muy fecunda para Giacomo. Conoció a personas que en especial marcarían su vida, como el canónigo Francesco Chiesa, quien fue amigo y confidente suyo por más de 46 años. Había encontrado un padre, amigo, guía y consejero. Durante 33 años fue párroco en San Damián, de Alba, y canónigo de la catedral. La parroquia de don Francesco fue la mejor de la ciudad y de la diócesis, tanto por la vida cristiana como por la organización pastoral y catequística. El secreto de su éxito: durante los cincuenta años de sacerdocio se mantuvo fiel a sus dos horas de adoración eucarística ante Jesús Maestro sacramentado. Amaba tanto la Palabra de Dios que se había aprendido de memoria casi toda la Biblia. Francesco Chiesa fue el profeta y maestro de una nueva generación de sacerdotes abiertos a un estilo de vida y a una acción pastoral renovada según las nuevas exigencias de nuevos tiempos. Antes de que la figura del director espiritual fuera oficialmente instituida para los seminarios por san Pío X, él ejerció ya esa función con los seminaristas de Alba. Fue el guía de la mayor parte de los sacerdotes de su diócesis y, a partir del 1900, director espiritual de Giacomo Alberione.
El año de su entrada en el seminario era Año Santo y León XIII había publicado la encíclica Tametsi futura. Él se sintió interpelado por el llamamiento del Papa a abandonarse a la gracia divina y la noche del 31 de diciembre pasó varias horas rezando ante el Santísimo Sacramento. En esa vigilia recibió “una luz especial” según revelaría posteriormente. Desde aquel día se sintió “profundamente obligado a hacer algo por el Señor y por los hombres del nuevo siglo”, “obligado a servir a la Iglesia” con los medios nuevos brindados por el ingenio humano. Por ello diría más tarde a los miembros de sus fundaciones que habían nacido de la Hostia, del sagrario. Con esta intensidad transcurrirán los años de Filosofía y Teología. El 29 de junio de 1907 recibió la ordenación sacerdotal y fue enviado como vicario parroquial a la parroquia de San Bernardo de Narzole. En el breve periodo que transcurrió en la parroquia conoce al joven Giuseppe Giaccardo, quien a partir de entonces será su mano derecha. En esta época don Giacomo comprenderá también la importancia de la mujer en el apostolado, algo insólito para la época.
Pero la experiencia duró poco, pues unos meses más tarde fue llamado a desempeñar las funciones de director espiritual y profesor en el seminario de Alba. Dedicó mucho tiempo a la oración y al estudio empleándolos en la predicación, la catequesis y la formación de los seminaristas. Pronto le requerirán de parroquias de toda la diócesis para impartir conferencias por su visión sobre la sociedad civil y el papel de la Iglesia en el mundo moderno. El joven sacerdote era consciente de la necesidad de llegar al hombre de su tiempo; sentía que tenía que surgir un carisma que predicase el Evangelio con todas las maneras posibles como hizo san Pablo.
Es en esta época cuando cristalizó su idea de llevar a Dios a los hombres utilizando los nuevos medios de comunicación, como atestiguaría tiempo después la aparición de los Apuntes de Teología pastoral (1912) y La mujer asociada al celo sacerdotal, obra que empezó en 1911 y publicaría en 1915. A partir de 1910 las ideas de don Giacomo fueron tomando cuerpo. Vio necesario que la nueva tarea de evangelización que se proponía se llevase a cabo por personas consagradas con la conciencia de dar a Jesucristo al mundo. Una de las máximas de su vida fue Las cosas de Dios se hacen con los hombres de Dios; máxima que pondrá en la práctica poco tiempo después.
El 20 de agosto de 1914, época convulsa para Europa por el estallido de la Primera Guerra Mundial, fundó la Pía Sociedad de san Pablo, el comienzo de la Familia Paulina. Siguiendo la norma evangélica, comienza su obra con sencillez y humildad, fundando una nueva familia.
En el nuevo carisma fueron surgiendo novedades, pues el fundador estaba persuadido de la importancia de la mujer para hacer el bien, para dar gloria a Dios y para la salvación de sus hermanos, por lo que fundaría también las religiosas Hijas de san Pablo en 1915. La primera mujer que entró a formar parte de la Pía Sociedad será Teresa Merlo, una joven veinteañera que junto con don Giacomo, serían las columnas de la nueva congregación. El surgimiento de la Familia Paulina fue un proceso lento y costoso, pero a la vez progresivo, sin marcha atrás. A pesar de las dificultades de todo género, las vocaciones fueron aumentando y el apostolado fue tomando forma. En diciembre de 1918 las Hijas de san Pablo hacen su primera fundación en Susa.
No tardaron en surgir las dificultades, pues el obispo de Alba tenía sus reservas sobre la nueva fundación. ¿Resulta lícito que un grupo de religiosos consagren su vida a la expansión del Evangelio únicamente mediante la prensa, abandonando las formas tradicionales de predicación y de enseñanza? En julio de 1923, el naciente proyecto corría riesgo de zozobrar. Esta incertidumbre y el ritmo agotador con el que don Giacomo se dedica a cuidar a los miembros de las distintas ramas provocaron que cayese gravemente enfermo, llegándose a temer por su vida. Pero, contra toda esperanza, se recuperó y atribuyó su mejoría a la intervención de san Pablo. Las aprobaciones llegarán desde Roma, se calmará la tempestad y por esa época en las casas de la Familia Paulina empezará a ponerse la frase No temáis - Yo estoy con vosotros - Desde aquí quiero iluminar - Caminad en continua conversión”, frase que el fundador decía recibida del Divino Maestro.
La Familia seguía creciendo, en 1924 don Giacomo fundó las Pías Discípulas del Divino Maestro, congregación dedicada al apostolado eucarístico y litúrgico y que tendrá como impulsora a Órsola Rivata. A estas religiosas les dirá: Cuando adoréis el Santísimo consideraos las representantes de la humanidad ante Jesús, reuniendo en vuestro corazón todos los corazones de los hombres y presentando a Dios todas sus necesidades: que Él haga llegar la fuerza a quien es débil, la luz a quien se encuentra a oscuras; que los hombres se alejen del pecado, que los pecadores se arrepientan, que las personas consagradas a Dios alcancen santificación y celo. Jesús os ha encomendado este ministerio: ser representantes de la humanidad ante el sagrario; esta es vuestra vocación, ¡un ministerio de amor!
Don Giacomo se dedicaba intensamente a buscar el bien de las almas de todas las formas posibles, queriendo llegar especialmente a los alejados y a las masas. Y en aquella época el medio de comunicación de masas era el periódico. En 1912 había fundado ya la revista Vida Pastoral, una publicación destinada especialmente a los párrocos, pero era algo muy restringido, era necesario un medio de comunicación que pudiera ser de todos. Por ello, en 1931 fundó Familia Cristiana, una revista que alimentaría la vida cristiana de las familias. En 1933 apareció La Madre de Dios, centrada en el apostolado mariano.
Muchas fueron las publicaciones que impulsó durante su vida con el deseo de acercar el Evangelio a las masas. Pastor Bonus, aparecida en 1937, será una revista publicada en latín dedicada a problemas de la cura pastoral y reflexiones bíblico-teológicas. Camino, Verdad y Vida aparecerá más tarde, en 1952, dedicada a la catequesis. También en 1952 aparece La Vida en Cristo y en la Iglesia, una revista litúrgica. Incluso los niños tendrán un hueco en el semanario Il Giornalino, muy popular en Italia desde entonces.
En veinte años la Familia Paulina había crecido mucho, era muy numerosa e impulsaba con fuerza la devoción a san Pablo y al Divino Maestro. Don Giacomo impulsó la construcción del Santuario de san Pablo de Alba, las iglesias de Jesús Maestro de Alba y Roma y el Santuario Reina de los Apóstoles de Roma. En 1926 la Familia Paulina se estableció en dicha ciudad; la obra ya se estaba extendiendo por toda Italia y en el extranjero a la par que crecía el carisma de don Giacomo. El principal compromiso que señalaba a sus miembros era la configuración con Cristo, acogiéndole con toda la persona, mente y voluntad. Esta orientación fue puesta por escrito en un opúsculo de los años 30 llamado Donec formetur Christus in vobis.
En 1938 fundará una nueva congregación femenina, las Hermanas de Jesús Buen Pastor, llamadas cariñosamente por él “pastorcitas”, destinadas al auxilio de los sacerdotes. Pero toda esta actividad parará dolorosamente a causa de la Segunda Guerra Mundial y don Giacomo quedó retenido en Roma, en donde intensificó el cuidado de la vida espiritual. Durante la guerra sus obras más importantes: Via humanitatis, que aparece en 1947, y el proyecto de una enciclopedia de Jesús Maestro, el que será su sueño irrealizado y que fue publicado en 1959. Se manifestaba como escritor de gran hondura espiritual:
El cristianismo pasará siempre por el mundo como una paradoja viviente: locura para unos, escándalo para otros; para nosotros, en cambio, verdad y realidad divina, tal como subrayan las ocho bienaventuranzas anunciadas por el Maestro divino. Sacrificar la propia vida para conservarla, perderlo todo para ganarlo todo. Y este es el colmo de la paradoja: la pobreza se vuelve riqueza; la humillación, exaltación; la virginidad, maternidad; la servidumbre, libertad; el sacrificio, bienaventuranza; el servicio, apostolado; la muerte, vida. Moristeis, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios (Col 3, 3). Con Cristo quedé crucificado y ya no vivo yo, vive en mí Cristo (Ga 2, 20)
Después de la guerra, don Giacomo viajó por el mundo para visitar las obras de la Familia Paulina. Quedó impresionado por los países del oriente, en especial por la India y China, tomó conciencia de que inmensas multitudes no conocen a Cristo y se apasionó por todo el trabajo que le quedaba por hacer. Fueron unos años fructíferos, en los que las vocaciones aumentaban rápidamente y en los que las iniciativas y fundaciones se multiplicaban por todo el mundo. En 1954 celebró el 40 aniversario de la fundación. Apareció un libro titulado Mi protendo in avanti(me lanzo adelante) en el que él habló por primera vez de sí mismo e hizo entrega de unos apuntes que se publicarán posteriormente con el título Abundantes divitiae gratiae suae, conocido actualmente como la historia carismática de la Familia.
El año 1959 marcó el surgimiento de una nueva congregación dedicada al apostolado vocacional, el Instituto Reina de los Apóstoles para las vocaciones. Aparecieron además los Institutos agregados San Gabriel Arcángel, Virgen de la Anunciación, Jesús Sacerdote, Santa Familia y se completó el gran “árbol” de la Familia Paulina. Don Giacomo guiaba por entonces una familia espiritual de más de 10.000 miembros. Durante los años del Concilio Alberione será testigo atento de los sucesos y discusiones que tienen lugar entre los obispos de todo el mundo. Se siente profundamente agradecido por el documento Inter mirifica sobre los medios de comunicación social. Cuando conoció el documento dijo: Ahora ya no podéis tener dudas. La Iglesia ha hablado”.
Las alegrías eran muy grandes, pero tampoco faltan las desgracias y dolores, pues algunos de los miembros más queridos de la Familia habían fallecido (Giuseppe Giaccardo murió en 1948, Teresa Merlo en 1964) y don Giacomo, que había creado la Sociedad Bíblica Internacional, había visto su salud deteriorarse en exceso. Sufría una escoliosis que le producía profundos dolores pero que no le apartaba del trabajo.
En sus últimos años en medio del dolor también llegaron grandes alegrías, como la audiencia que tuvo con Pablo VI, gran admirador suyo, el 28 de junio de 1969. Su salud se siguió deteriorando hasta que en noviembre de 1971 un catarro bronquial acabó con su poca resistencia. El 26 de noviembre, consciente de su próxima muerte, recibió los sacramentos y la visita de Pablo VI, que le impartió la bendición apostólica. A las pocas horas fallecía el fundador de la Familia Paulina. Una vida sencilla entregada a comunicar a Cristo a los demás, teniendo como púlpito los micrófonos, las cámaras y los periódicos. Su testimonio y su carisma siguen presentes en la Iglesia y en los medios de comunicación. Fue beatificado el 27 de abril de 2003.
Alberto Royo Mejía

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