miércoles, 14 de febrero de 2018

(249) LA DESACTIVACIÓN DEL CATOLICISMO


UN ESTREMECIMIENTO.— No parece haber consenso filosófico-teológico en torno a qué es exactamente la secularización. ¿Materialismo, hedonismo, despreocupación por lo religioso, tecnocracia, valores mundanos necesariamente autónomos…?
Lo que está claro es que avanza, y que no es algo bueno. Estuvo de moda, en el posconcilio, creer que sería algo benéfico, que tal locura hegeliana sería una renovación. —Y digo hegeliana, porque para Hegel la mundanización es algo bueno, diríase que deducido del cristianismo, que da al mundo lo que es del mundo y a Dios lo que es Dios. Como para Nietzsche, para el que la secularización es como el avance del desierto, una nada cuya cercanía vitoreaba con júbilo. Si bien no en cuanto humanización cristiana, sino en cuanto superhumanización del nihilismo.
—Para los buenos católicos, sin embargo, la secularización no puede ser algo bueno; porque, como certeramente dice el P. José María Iraburu:
«No debe, pues, extrañar que los cristianos formados en la Biblia y la Tradición patrística y espiritual sientan un estremecimiento cuando la teología de la secularización pone la renovación de la Iglesia, de la vida cristiana, de sacerdotes y religiosos, en clave de secularización» (Sacralidad y secularización, Gratis date, Pamplona 2005, p. 8)
Los buenos cristianos no pueden querer que avance el desierto, porque saben que donde no hay botánicas abundan los demonios.

UN CLIMA DE MIL DEMONIOS.— San Juan Pablo II entiende el proceso secularizador como accion del maligno, y en este sentido se refiere a «aquellas sociedades donde prevalece el clima de secularización, con el que el espíritu de este mundo obstaculiza la acción del Espíritu Santo» (A los presidentes de las conferencias episcopales de Europa, 1-12-1992).
—Por extensión, donde proliferan las herejías, los cismas, las sectas, los poleiteísmos axiológicos, los gnosticismos, las idolatrías y los sincretismos, aumenta la influencia de los demonios, se levantan muros de superstición contra la fe y la razón, avanza la secularización. La nada de mala arena va comiendo terreno precioso al huerto humano y divino de Dios, que es su misma Iglesia. 

DONDE EMPIEZA EL DESIERTO.— En el siglo XIV comenzó a crecer el desierto, porque comenzó a avanzar la vía moderna, esto es el nominalismo. Luego se bifurcó en dos bandos, uno la Reforma, otro el humanismo del Renacimiento. Como bestia bifronte no paró de engordar hasta el Iluminismo, en que volviose brutal e inhumana. Es la modernidad, moderna y contemporánea y posmoderna. La modernidad. ¿Será que la secularización es la modernización? ¿Será que una sociedad se seculariza si se vuelve moderna?

—Creemos que sí. Que el desierto comenzó a crecer, y continuó creciendo, a medida que el “derecho” humano moderno por excelencia, es decir el Principio de Autodeterminación o libertad negativa, salió del huevo y comenzó a crecer. Y a medida que se desarrollaba más hambre tenía, y más espacio devoraba a la Cristiandad. 

DESCATOLIZANDO… HASTA EL PUNTO CERO.— Bien vale aclarar que el monstruo no es monstruo sino por oposición. En general, la secularización no impide creer en Dios. Lo que impide es creer en Dios tal y como enseña la Iglesia católica. La secularización no impide tampoco que se le rinda culto, o se reconozca privadamente su soberanía; lo que no consiente es que se le rinda culto y se le tribute realeza de forma pública. Mientras el Vencedor del príncipe de este siglo permanezca oculto, reinando en los corazones nada más, —piensa el Leviatán— no habrá problema alguno.
—Por eso la secularización es ante todo el traslado de lo católico a lo privado, con un corolario nefasto: la desnaturalización de los sistemas jurídicos. No hemos de perder nunca de vista que cuando la Iglesia no alumbra o no habla claro o simplemente no habla, la primera afectada es la ley natural y el ordenamiento jurídico-político. Las leyes, las instituciones, se vuelven servidoras del Principio de Autodeterminación, enemigo número uno del derecho natural y de las leyes justas.
 —En este sentido, donde predomina la anomia avanza implacable la secularización. Por lo que se deduce que, en caso de ser la misma Iglesia, la que por ambigüedad o una pastoral equivocada, promoviera de alguna manera la anomia, estaría favoreciendo la secularización. Porque una sociedad secularizada no es aquella que no tiene valores, sino aquella en que la acción docente, jurídica y sacramental de la Iglesia ha sido reducida y/o desvinculada de la vida pública. Disminución que puede avanzar hasta el punto cero, no lo olvidemos, donde el desierto sea pura voluntad de poder, y la nada su geografía.
Contemplamos con horror, entonces, que la secularización de las sociedades coincide, exactamente, con la desactivación del catolicismo.


David G. Alonso Gracián

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