martes, 23 de enero de 2018

LA NIÑA ENAMORADA


Su ejemplo nos enseña en este mundo preso por el yo que amar significa desprenderse de sí mismo…
“Después de mi muerte derramaré una lluvia de rosas”. Cuando leí esta expresión me quedé muda. Nunca me hubiera imaginado una frase tan bella, tan llena de contenido, tan impregnada de amor profundo. Hoy quiero contarte de la jovencita, una niña enamorada, que en su agonía escribió estas palabras tan hermosas.

Era francesa, perdió a su madre a muy temprana edad y era la más pequeña de nueve hijos. Se llamaba Thérese y a una cortísima edad se pasaba el día pensado y meditando. ¿En qué pensaba? En Dios, en la rapidez con que se pasa la vida, en la fragilidad de todas las cosas humanas, en la eternidad y el amor.

Ya a los nueve años se había despertado el amor en su corazón y a los catorce supo lo que más quería en la vida. Quería dar de beber a Jesús y convertirse en misionera de almas, especialmente las almas de los sacerdotes. Así que Thérese, Teresita la niña santa de Lisseux decidió entrar al Carmelo, hacerse religiosa y cumplir la voluntad de Dios.

EL CAMINO DEL AMOR

Me encantaría hacerte una biografía de mi Teresita (así la llamo yo, mi Teresita), pero acabaría haciéndote un libro. Prefiero contarte de ella, de lo que me ha enseñado y de lo que puede enseñarte a ti.

Santa Teresita del Niño Jesús, como hoy conocemos a Teresa de Lisseux, es la maestra del Amor. Nos enseña a ti y a mí con su gran sencillez e ingenuidad la esencia del verdadero amor.
¿Qué valor movía a Teresa? ¿Qué carrera escogió para ser profesional? El valor que la movía desde muy pequeña era el Amor. La carrera que escogió aún muy inclinada a la Teología y la Pintura, fue la práctica y desarrollo profesional en su vida del concepto Amor. ¿Qué era para Teresita el amor? En una de sus poesías escribe: “Amado mío, mi divinal Hermanito. Veo en tu Mirada todo el porvenir….Teresita del Niño Jesús aprendió directamente de Jesús y de su vida todo lo necesario para llegar a ser santa e inspirar a los otros a recorrer ese camino. Por lo tanto para ella el amor era encarnar en ella todo aquello que había predicado Jesucristo hasta sus últimas consecuencias.

SE SENTÍA DÉBIL

Teresita, admiraba mucho a los grandes Santos, entre ellos estaba Juana de Arco y San Juan de la Cruz. En sus oraciones le decía a Jesús que ella se sentía débil para hacer sacrificios como los que hacían estos santos y que por lo mismo quería conquistar su amor a través de las cosas pequeñas. Todo, -decía- absolutamente todo hay que hacerlo por amor a Nuestro Salvador y por su Gloria. A través de su vida podemos darnos cuenta que vivía el amor en su máxima expresión. Para ella sonreír ante aquella monja que le caía mal era amar. Soportar la forma en que algunas religiosas pasaban las páginas de un libro cuando hacia oración, era amar.

Incluso en los últimos instantes de su vida y encontrándose muy enferma se le veía caminar a duras penas por los pasillos: camino –decía- por un misionero. Eso era amar.

Teresita creía que hasta en los pucheros andaba el Señor, por lo tanto cuando veía a alguna hermana enojada en la cocina la miraba dulcemente, ofrecía las malas miradas que le hacían y amaba. El amor para ella era llevar a cabo esos pequeños actos de virtud y sobre todo la represión continua de su voluntad: una palabra no pronunciada, un servicio prestado en silencio, una página interrumpida, una carrera, un juego. ¡Qué humildad la de Teresita!

Amiga mía, si tú y yo nos tomáramos más en serio el buscar el significado escondido detrás de la renuncia y las contradicciones cuánto mejorarían nuestras relaciones y cuánto podríamos mejorar este mundo. Me pongo a pensar y me digo ¡Cuantos matrimonios se salvarían, cuantos hijos confiarían más en sus padres, cuántas amistades llegarían hasta el cielo! Su secreto, tú y yo podemos vivirlo también, era hacer todo por amor a Jesús.

AMAR EL SUFRIMIENTO

Desde muy jovencita, tal vez con apenas 12 años, Teresa de Lisieux estaba sedienta de sufrimiento. Esto puede parecerte extraño, igual que me pareció raro a mí. Y es que si te pones a reflexionar te darás cuenta de que hoy vivimos en una época en donde la palabra mortificación asusta, en donde la costumbre es hacer lo que requiere el mínimo esfuerzo y perseguir lo fácil.

Santa Teresita nos recuerda lo que nos enseñó Jesús sobre el dolor, que constituía para ella (como para todos) un medio esencial para mostrar su amor por Jesús y salvar almas. Realmente no se si mi Teresita entendía que por el dolor Jesús nos redimió, y que cuando sufrimos podemos convertirnos en corredentores al ofrecer nuestros sacrificios a los del Salvador. Lo que sí sé que es Dios, conociendo la sinceridad de su alma no tardó en satisfacer esos deseos dolor de Teresita.

Al entrar en el noviciado fue muchas veces humillada por la Madre Superiora, luego su padre enfermo gravemente, conoció lo que era la aridez. Esa prueba dolorosa que el Señor envía a las almas consagradas a su servicio, del mismo modo que otras veces les envía también alegrías que otras desconocen. Ante esto sólo repetía: “Jesús duerme en lo más profundo de mi alma” o “Jesús Niño deja descansar a su bolita. Está cansado de jugar”. Francamente se me llenan los ojos de lágrimas y el corazón de emoción con estas expresiones tan ingenuas, tan vivas y tan amorosas de que Teresita era capaz.

Estaba tan convencida de que el sufrimiento era el camino más auténtico y hermoso para la santidad personal que escribió en un pequeño trozo de papel lo siguiente: “Oh Jesús, haced que yo muera mártir por vos’; dadme el martirio del corazón o el del cuerpo; mejor aún, dadme los dos. Haced que yo desempeñe todas mis obligaciones por completo; que nadie se ocupe de mí y que yo sea olvidada y pisoteada como un granito de arena”.

A pesar de su juventud, santa Teresita de Lisseux no le temía al dolor. Y no le temía porque vivía despojada de si misma. Cuando el sufrimiento venía no lloraba, no se preguntaba ¿por qué? Ni se entristecía. Al contrario, su alma transparente y profundamente humana se estremecía al saberse elegida para ayudar con ese sufrimiento a Jesús y convertirse en una ofrenda por Su Reino.

SU SECRETO

Un día, leyendo su Biblia leyó aquel capítulo de San Pablo que exhorta al amor. ¿Qué son incluso las acciones más grandes si falta amor?; ¿Qué es el dar todo a los pobres, el hablar muchas lenguas, el predicar, el profetizar y hacer milagros y morir en la hoguera si falta amor?
Atónita ante lo que leía sólo pudo pronunciar las siguientes palabras: “Oh Jesús, Amor mío, ¡finalmente he encontrado mi vocación! Mi vocación es el amor. Sí, he hallado mi lugar en la Iglesia y este lugar, oh Dios mío, me lo habéis indicado vos. En el seno de la Iglesia, mi Madre, ¡yo seré el amor….!

¡Qué llamado más grande el que nos hace esta adorable niña de finales del siglo XIX! A ti y a mí, mujeres, Dios nos ha llamado a ser el amor. Y lograremos ser amor cuando decidamos seriamente ofrecer absolutamente todo lo que rodea nuestra vida a Dios, Nuestro Señor.

Teresita nos enseña un camino antiguo y nuevo. Un camino de la renuncia al interior y a ese “yo” tan desarrollado en nuestra época.

LA ROSA SE MARCHITA

Desde el punto de vista humano, Teresita, mi Teresita, se enfrentó a una muerte terriblemente dolorosa: una tuberculosis intestina que le degeneró en gangrena se consumía por fiebres altísimas que quemaban de la sed.

Su cuerpo y su alma como Jesús en la cruz, sufrió también un doloroso camino. Hasta lo que era más ansiado por ella, la comunión diaria tuvo que ser suspendida desde el 16 de Agosto hasta el 24 de Septiembre día en que subió al cielo.

Teresita antes de morir escribió unas líneas que creo que tú y que yo deberíamos llevar a nuestra oración personal: “…Amar, ser amada, y volver aquí abajo para hacer amar al Amor. Un ansia sola hace latir mi corazón: el amor que recibiré y que podré dar”. Este era el pensamiento de esta Santa, conocida por muchos también como “la pequeña flor” o la violeta de Jesús. Tú, como ella puedes amar a Dios como ella lo amor si te decides. Tú, como ella, a través de sus enseñanzas puedes decidirte a ser constantemente una lluvia de rosas para todos aquellos a los que amas y te aman. Nuestro mundo amiga, necesita mujeres que quieran convertirse como Teresa de Lisieux en el amor en el corazón de la sociedad y la Iglesia.

Quizá sigas leyendo conmovida, pero ahora no tan sorprendida estas líneas que Teresita escribió antes de dejar este mundo: “No le he dado a Dios más que amor y él no me dará más que amor. Después de mi muerte derramaré una lluvia de rosas”.

Obras recomendadas:
Historia de Un alma.
Obras Recreativas.
Últimas conversaciones.
Epistolario todas publicaciones de Carmelitas Descalzos.


SheilaMorataya-Fleishman

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