«Mortificad vuestros miembros terrenos, la fornicación, la impureza, la liviandad, la concupiscencia y la avaricia… Despojaos del hombre viejo con todas sus obras, y vestíos del nuevo» (Col 3,5-10).
«¿Qué hay de noble si soportáis el sufrimiento cuando lo merecéis? Pero
si lo soportáis cuando hacéis el bien, eso sí es agradable ante Dios. Pues para
esto fuisteis llamados, porque también Cristo sufrió por vosotros dejándonos
ejemplo para que le imitéis». (1Pe 2,
20-21)
«Entrad por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el
camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí. Pero es
angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que
lo encuentran» (Mt
7,13-14).
¿”De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma ¨?. (Mt 16,26). Salvar nuestras almas es el mayor
anhelo del hombre y es el mayor deseo de nuestro Señor. Quienes elegimos
apostarle todo al rescate de nuestras familias y no nos dejamos tentar por la
salida que el mundo ofrece del divorcio e uniones sucesivas, sino que creemos
que trabajar por la familia unida por Dios es nuestra misión, a veces somos
incomprendidos. Cuando uno de los cónyuges ha decidido dejar al otro y
reemplazarlo por una tercera persona, no dejan de haber voces que alientan a
que el cónyuge abandonado busque otra pareja también para cubrir el vacío.
Quienes
creemos en el mensaje de Nuestro Señor Jesucristo, con su “no” rotundo al divorcio, estamos llamados a
perseverar en la fe y esperanza por el rescate en Jesús de las almas de los
hijos pródigos, es decir de quienes se alejan de sus mandatos, comprendiendo
que nosotros también tendremos que revisar nuestras actuaciones permanentemente
a la luz del evangelio para actuar con caridad.
En medio
de las incomprensiones del mundo a nuestras actuaciones, nos enfrentamos a que
se nos tilde de masoquistas porque el camino que hemos elegido causa
sufrimiento. Nosotros hemos entendido que lo que se hace por amor a Dios y a
sus leyes, aunque a veces cause dolor, tenemos que unirlo a la cruz bendita de
Jesús y se transformará en gracia para nosotros y para las personas por quienes
luchamos por rescatar para Dios. Comprendemos que quienes han elegido caminos
distintos a los planteados por Dios, aunque aparentemente puedan parecer muy
felices, sabemos que es una felicidad mundana y vacía que los separa del amor
de Dios y la salvación de sus almas. Nosotros que hemos elegido el camino
estrecho, el camino de la cruz, el camino de la salvación eterna, sabemos que
sólo así podremos disfrutar algún día de la presencia de Dios y vivir una vida
eterna unidos a los santos y a los ángeles en el cielo y esa es nuestra
verdadera misión y razón de esta vida terrena.
Conscientes
que esta vida es pasajera y que estamos llamados a la santidad para la
salvación de nuestras almas, solo hay un verdadero secreto para lograrlo, vivir
el presente dentro de la voluntad de Dios haciendo el bien y viviendo en el
amor y en comunión con Dios. Agradar a Dios en todo lo que hacemos, nuestras
acciones, en hechos y palabras con un corazón totalmente desprendido, sencillo,
limpio y con mucha humildad. Para lograr el deseo que Dios quiere para nosotros
“caminar en santidad, y salvar nuestras almas”,
se requiere de voluntad, decisión y sobre todo plena confianza en Dios. Así
sabremos que si no podemos elegir por los demás, en las circunstancias que hoy
viven llevando vidas apartadas privándose del amor de Dios y poniendo en
peligro la salvación de sus almas, sólo nos queda hacer bien nuestro trabajo
diario, atender bien a nuestros hijos, servir a los demás y viviendo en el amor
que Dios nos esta permitiendo vivir y seguir siendo perseverantes en nuestras oraciones
pidiendo a Dios por nuestra conversión y la de nuestros cónyuges e hijos con la
certeza que sólo Dios conoce y sabrá llegar a los corazones hoy endurecidos por
el pecado, que los ha alejado de Él y de nosotros.
Sabemos
que no es fácil y que es estrecho el camino pero les aseguro que vale la pena
seguirlo porque estamos siguiendo a Aquel que entrego Su vida por amor a
nosotros y que lo menos que podemos hacer nosotros es entregarle a Él nuestra
vida, la de nuestros esposos e hijos en Sus manos, viviendo el amor como nos
enseñó, con esperanza en que recibiremos lo que tanto anhelamos en el momento
perfecto, que Dios disponga, y al final podremos decir: “valió la pena porque veremos la salvación de nuestras familias”.
“Cree en el Señor Jesús y serás salvo tú y tu familia” (Hch 16,31)
Pidamos a nuestra Madre Santísima que así como en Canaa de Galilea con sólo
decir “hagan lo que Él les diga”, consiguió
que Jesús hiciera Su primer milagro, interceda por nosotros para que arranque
del corazón de Jesús el milagro que estamos esperando, la conversión nuestra,
la de nuestros cónyuges e hijos y la restauración de nuestros matrimonios para
mayor Gloria de Él.
Luce Bustillo-Schott
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