No me voy a excusar diciendo como
Scaramucci (el despedido de Trump) que es que uso un very colorful language.
Tampoco me excuso alegando que me pudo la pasión. Lo que sucedió es que se me
ocurrió lo de la mafia… ¿y quién es el guapo que puede resistirse a un juego
tan ingenioso de palabras? ¡Habría que ser de piedra!
Os aseguro que me resistí, ¡pero
es que el juego de palabras… era de esos que se te ocurren una vez cada medio
año! Fueron las palabras, ¡las dichosas palabras las culpables!
Lo peor de Galat es que ha
causado división hasta en los trolls de mi blog: ¡he visto luchar troll contra
troll! Pero es broma, me encantaría tomar un café con Galat. Aunque
probablemente (después de lo que le he dicho) probaría el azúcar antes
discretamente.
Pero no sé, algo me dice que es más probable que me vuelva a salir el
pelo sobre mi cabeza a que el buen nonagenario me vuelva a invitar.
P.
FORTEA
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