En esta
generación que tiende a rehuir los compromisos permanentes, los tatuajes en la
piel son algo relativamente común. Posiblemente la actitud generacional de “vivir el momento” permita la decisión de
tatuarse un día, aunque la acción tenga consecuencias permanentes, distinto a
mantener una relación o compromiso permanente consigo mismo o con alguien más,
ya que eso implica estar dispuesto cada día a renovar la intención.
Existen
diferentes razones para hacerse un tatuaje, en general son por identidad, por
estética, por moda o una mezcla de las anteriores. Los tatuajes que dan
identidad son comunes desde hace mucho tiempo, antiguamente se usaban para
señalar la pertenencia o la esclavitud; más tarde para identificarse como
miembros de algún grupo especial, ya sea de guerreros, religiosos, pandillas, o
delincuentes; también por motivos de homenaje, cariño o recuerdo de algún hecho
o persona memorable.
Están
también los que son una expresión personal que acentúa alguna manifestación
interior, un sentimiento o recuerdo particular, con un énfasis mayor en lo
artístico, lo religioso o por razones estéticas; y por supuesto está quienes se
sienten impulsados por la presión de grupo, “un
momento de locura”, o simplemente por moda, aparentemente los que se
tatúan por estos motivos son más susceptibles de arrepentirse.
La
condición de marca imborrable en algunas ocasiones causa arrepentimiento, hay
casos públicos de artistas que se tatuaron el nombre de alguna pareja y al
terminar la relación optan por borrar el tatuaje, por supuesto el costo, el
dolor y el riesgo varían en cada caso, recuerdo el comentario de la esposa de
un amigo sobre un tatuaje muy bonito, pero que ella asociaba a una relación
anterior y eso la perturbaba.
Hay otro
tipo de “tatuajes” que se fijan en la mente,
como las improntas y traumas prácticamente indelebles que se graban en el
cerebro de las personas durante la niñez, y que de alguna manera condicionan
nuestro actuar. Muchos problemas de
relaciones personales y de comportamiento social se derivan de estas
marcas primarias que actúan en el inconsciente, provocan miedos e inseguridades
que llevan a aceptar o a ejercer violencia y control, provocando
manipulaciones, celos, traiciones y rompimientos.
Así como
ya hay métodos para borrar los tatuajes en la piel, también las marcas en
nuestra mente pueden ser atendidas para mejorar nuestro comportamiento, a
diferencia de la visibilidad en la piel de un tatuaje, en el cerebro las
“marcas indelebles” no se ven y muchas veces ni siquiera se perciben,
precisamente por estar en el inconsciente, lo que hace más difícil su
tratamiento.
En el
plano espiritual se puede hablar del “tatuaje” que
recibimos los cristianos en el bautismo, “No
entristezcan al Espíritu Santo de Dios, que los ha marcado con un sello para el
día de la redención. Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los
insultos y toda clase de maldad. Por el contrario, sean mutuamente buenos y
compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en
Cristo.” Ef 4, 30-32
Cuaresma
es un tiempo propicio para que a través de la reconciliación con Dios y los
demás, renovemos nuestro “tatuaje espiritual” para
poder atender la recomendación: “Vivan como hijos
de la luz. Ahora bien, el fruto de la luz es la bondad, la justicia y la
verdad. Sepan discernir lo que agrada al Señor, y no participen de las obras
estériles de las tinieblas.” Ef 5, 8-11.
Oscar Fidencio Ibáñez
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