jueves, 30 de marzo de 2017

LA INTIMIDAD PERSONAL


El pudor es una virtud y por tanto, se nos presenta como un deber, y muchos se sienten aliviados si se les exime del mismo; es decir, si se considera como un puro condicionamiento social

Por: Carolina Garcia Chagoya | Fuente: Tiempos de Fe, Año 2, No. 10
Pudor: Honestidad, modestia, recato (castidad). El pudor es una virtud y por tanto, se nos presenta como un deber, y muchos se sienten aliviados si se les exime del mismo; es decir, si se considera como un puro condicionamiento social. Es por eso que la literatura psicosociológica está dispuesta a considerar como condicionamientos sociales preferentemente los hábitos llamados virtudes.

La pureza exige el pudor. Ésta es integrante de la templanza. El pudor preserva la intimidad de la persona. Designa el rechazo a mostrar lo que debe permanecer velado. Está ordenado a la castidad, cuya delicadeza proclama. Ordena las miradas y los gestos en conformidad con la dignidad de las personas y con la relación que existe entre ellas.

El pudor protege el misterio de las personas y de su amor. Invita a la paciencia y a la moderación en la relación amorosa; exige que se cumplan las condiciones del don y del compromiso definitivo del hombre y de la mujer.

El pudor se expresa en la modestia e inspira la elección de la vestimenta.

Existe un pudor de los sentimientos como también un pudor del cuerpo. Inspira una manera de vivir que permite resistir a las ofertas de la moda y a la presión de las ideologías dominantes. Las formas que reviste el pudor varían de una cultura a otra, sin embargo, en todas partes constituye la intui­ción de una dignidad espiritual propia del ser humano. Nace con el desper­tar de la conciencia personal. Educar en el pudor a niños y adolescentes es despertar en ellos el respeto de la per­sona humana.

La virtud cardinal de la templanza se distingue de todas las demás virtu­des cardinales en que "tiene su verifi­cación y opera exclusivamente sobre el sujeto actuante" y, como el pudor está muy relacionado con la templan­za, nos encontramos que estamos ha­blando de una virtud que repercute en un ámbito difícilmente observable desde afuera.

Es conve­niente aclarar que todo lo que es de Dios es para Dios. A la persona le incumbe administrar lo que Dios le haya dado, de tal modo que consiga glorificar a Dios lo mejor que pueda.

La educación del pudor en lo niños

Para la educación de los hijos podemos tener en cuenta si aprecian su intimidad en los siguientes rasgos:
1. Que existan zonas en que empieza a reservar algo de su ser, emociones, o cuerpo, a cubier­to de los demás.
2. Que sean capaces de, estar a solas consigo mismo algún rato, en silencio.
3. Que mantengan el conte­nido de su intimidad sana mediante la orientación de las perso­nas idóneas.

El motivo dominante por el que los hombres construyen casas no es defenderse del clima o de los animales: el hombre construye casas porque necesita proteger especialmente su intimidad.

Si las condiciones de la vivienda no son adecuadas para permitir el mantenimiento de la intimidad de los hijos, saldrán de su casa con los riesgos consiguientes.

La propia intimidad sólo debe manifestarse en aquellos casos en que ello pueda favorecer la mejora personal o el bien del prójimo.

El desarrollo de la virtud del pudor puede resultar seriamente dañado por influencias externas a la persona. Si lo que pretendemos es que nuestros hijos sean apasionados, pero siempre bajo control, es evidente que hay que enseñarles utilizar su voluntad, pero también su capacidad de razonamiento para que sepan reconocer los efectos de esas influencias.

Hay una serie de hábitos que se pueden inculcar a los hijos desde muy pequeños, en los actos que conducen al desarrollo de la voluntad; esto es pre­pararlos para estar más fuertes en lo que más tarde les va a costar más.       

Estas cosas están relacionadas con la formación de la conciencia en la que se vea, con la mayor nitidez posible, la significación de Dios en nuestra vida.   

Un aspecto relacionado con el pu­dor es la llamada "educación sexual", aunque sería más correcto hablar de información sexual dentro de una edu­cación para el amor.


Fundamentalmente para el desarro­llo de la virtud del pudor es el respeto hacia el propio cuerpo. Los padres de­ben proporcionar a sus hijos la debida información sexual, ateniéndose no solamente a la edad cronológica, sino el grado de madurez física y mental. Enseñarles de modo paralelo, aquellos deberes que determina la Ley de Dios respecto al sexo, a fin de que apren­dan a discernir lo que es pecado de lo que no lo es.

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