"Os aseguro que vosotros
lloraréis y estaréis tristes, mientras que la gente del mundo se alegrará.
Sin embargo, aunque estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en
alegría. Cuando una mujer va a dar a luz, se angustia, porque le ha llegado
la hora; pero cuando ya ha nacido la criatura, la madre se olvida del dolor a
causa de la alegría de que un niño haya venido al mundo. Así también,
vosotros os angustiáis ahora, pero yo volveré a veros y entonces vuestro
corazón se llenará de alegría, de una alegría que nadie os podrá quitar.
Aquel día ya no me preguntaréis
nada."
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Hoy leemos la continuación del texto de ayer. Al
leerlo, me ha venido a la memoria las palabras de un obispo, de cuyo nombre no
quiero acordarme, que atribuía el nacimiento de niños con minusvalías, a los
pecados de sus padres. Ese monseñor, además de la falta de sensibilidad hacia
esas familias, demostraba que no había meditado ni el libro de Job, ni este
evangelio. Todo el libro de Job demuestra que salud, bienes terrenales,
riquezas, no están necesariamente ligados a la bondad. Eso es lo que le echaban
en cara a Job sus amigos: si todo te sale mal, es porque has pecado. Y Dios
desautoriza tanto a esos amigos, como a Job que no entendía, que si había sido
bueno, le ocurrieran tantas desgracias.
Y en los evangelios de estos días, Jesús, más bien
parece decirnos, que si le seguimos tendremos problemas, dificultades,
persecuciones. Pero también nos dice, que tener problemas no es sinónimo de
tristeza, porque la verdadera alegría es más profunda. La verdadera alegría es
la de tenerle a Él en el corazón; la de saber que nuestra vida tiene sentido,
estamos actuando correctamente y contribuimos a hacer el bien y la justicia.
Esta alegría, nadie nos la podrá arrebatar.
Enviat per Joan Josep Tamburini
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