[22 y 23 de septiembre:]
Hoy hubo fiesta grande en
casa de madre Santa Ana. Despejaron todo, lo pusieron a un lado, y en la parte
delantera de la casa quitaron todos los dormitorios separados con zarzos para
convertirla así en una gran sala. Todo alrededor de la sala había muy cerca del
suelo una tabla larga y baja con todo lo necesario para una comida. Vi varias
clases de utensilios para comer en los que nunca había reparado antes.
Encima de la mesa había
vasijas muy ligeras y caladas por arriba que quizá fueran para poner flores.
Parecían cestas. En una mesa auxiliar vi muchos palillos que parecían de hueso,
cucharas en forma de concha honda con asa terminada en un aro, y tubitos
rizados que quizá fuesen para sorber algo ligero. En el centro de la sala
estaba instalada una especie de mesa de altar cubierta de rojo y blanco sobre
la cual había una cestita en forma de artesa, trenzada en blanco y rojo y
cubierta con un tapete azul celeste.
Junto al altar había un
atril revestido que tenía varios rollos de pergamino de oraciones. Delante del
altar estaban cinco sacerdotes de Nazaret, todos con vestiduras litúrgicas; la
de uno de ellos era extraordinaria. Joaquín estaba con ellos. En el espacio
detrás del altar estaban varias mujeres y hombres de la parentela de Joaquín y
Ana, todos vestidos de fiesta; recuerdo a Maraha de Séforis, hermana de Ana, y
a la hija mayor de Ana.
Por cierto, la madre Santa
Ana había dejado el lecho pero permanecía en su cuartito de detrás del fogón y
no compareció durante la ceremonia. Enué, la hermana de Isabel, sacó a la Niña
María fajada de rojo y blanco transparente hasta los brazos y la puso en los
brazos de Joaquín. Los sacerdotes se acercaron al altar en torno a los rollos
de oraciones y rezaron en voz alta; dos de ellos sostenían la cola al sacerdote
principal.
Acto seguido Joaquín le puso
la niña en las manos, y el sacerdote principal la elevó en alto ofreciéndola y
luego la puso en el moisés sobre el altar. A continuación tomó unas tijeras de
pinza que tenían una cajita en el extremo como esas tijeras de despabilar las
velas que empujan y meten en una cajita lo que cortan. Las tijeras no tenían
eje como nuestras tijeras corrientes, sino solo un fleje como las tenazas de la
lumbre o las tijeras de esquilar.
Con este instrumento le
cortó tres rizos del pelo a cada lado y uno en el centro y los quemó en el
brasero. Después tomó una cajita con óleo y ungió los cinco sentidos de la
criatura: con el pulgar la hizo una raya de óleo en las orejas, ojos, nariz,
boca y la boca del estómago. También escribió el nombre de María en un
pergamino y se lo puso en el pecho. Luego devolvió el bebé a Joaquín, que se lo
pasó a Enué quien se lo devolvió a Ana. Todavía cantaron algunos salmos más,
tras lo cual comenzó el banquete, pero eso ya no lo vi.
ORIGEN DE LA FIESTA DE LA
NATIVIDAD DE MARÍA
[Al anochecer del 7 de septiembre, dos días antes del anochecer de esta fiesta, Ana Catalina estaba inusualmente, o como ella decía, sobrenaturalmente contenta, cuando de repente se sintió enferma. Una aparición de la Santísima Virgen la había prometido que el día siguiente, 8 de septiembre, que era también el cumpleaños de Ana Catalina, recibiría la gracia de poderse incorporar en su lecho durante algunas semanas, salir de la cama y pasear alguna vez por el cuarto, cosa que llevaba sin hacer unos diez años.
[Al anochecer del 7 de septiembre, dos días antes del anochecer de esta fiesta, Ana Catalina estaba inusualmente, o como ella decía, sobrenaturalmente contenta, cuando de repente se sintió enferma. Una aparición de la Santísima Virgen la había prometido que el día siguiente, 8 de septiembre, que era también el cumpleaños de Ana Catalina, recibiría la gracia de poderse incorporar en su lecho durante algunas semanas, salir de la cama y pasear alguna vez por el cuarto, cosa que llevaba sin hacer unos diez años.
El cumplimiento de la
promesa lo consiguió con todos los padecimientos corporales y espirituales que
la habían anunciado y que se recogen en otro lugar. Estaba casi traviesa y con
insólita cordialidad; habló de la extraordinaria alegría de toda la Naturaleza
porque se acercaba el nacimiento de María, y que solo la preocupaba que la gran
alegría que esperaba mañana fuera a convertirse en dolor, y contó que:]
¡Hay
tanto júbilo en la Naturaleza! oigo cantar a los pájaros, veo saltar los
corderos y cabritillos. Las palomas del paraje donde vive Ana revolotean en
grandes bandadas como ebrias de alegría. De la casa y sus aledaños ya no queda
nada, aquello está ahora salvaje. He visto peregrinos con largos bastones,
remangados y con pañuelos atados en torno a la cabeza a modo de gorras, que
pasaban por esta comarca hacia el Monte Carmelo.
Aquí viven algunos ermitaños
del Carmelo y los peregrinos les preguntan maravillados qué significa esta
alegría que hay ahora aquí en la Naturaleza, y reciben la respuesta de que
siempre es así el anochecer antes de la Natividad de María y que en este paraje
estuvo probablemente la casa de Ana. Un peregrino que ya había pasado por aquí
antes les contó que un hombre piadoso observó esto por primera vez hace mucho
tiempo, y ése fue el origen de la celebración de esta fiesta.
Entonces vi el origen mismo
de la fiesta: doscientos cincuenta años después del tránsito de la Santísima
Virgen vi que un hombre muy piadoso recorría Tierra Santa buscando y venerando
las huellas de Jesús sobre la Tierra y todos los lugares relacionados con Él.
Este santo gozaba de una guía superior, y a menudo permanecía varios días en
oración y contemplación en un lugar concreto con gran dulzura interior y muchas
revelaciones.
Sintió así varios años la
gran alegría de la Naturaleza la noche del 7 al 8 de septiembre, y captó en los
aires un tierno cántico. Finalmente, por su ferviente oración, un ángel le
instruyó en sueños que ésta era la noche del nacimiento de la Santísima Virgen
María. Esta revelación la tuvo en su viaje al Monte Sinaí u Horeb y le hicieron
saber al mismo tiempo que en ese monte había una cueva del profeta Elías en la
que estaba tapiada una capilla en honor de la Madre del Mesías, y que él debía
informar de ambas cosas a los ermitaños que vivían allí.
A continuación lo vi llegar
al Monte Sinaí; donde ahora está el monasterio ya vivían entonces algunos
ermitaños dispersos. La ladera del valle era tan pendiente como ahora y a uno
le subían con cabrias. Entonces los ermitaños y él buscaron la cueva de Elías y
la capilla en honor de la Santísima Virgen pero era difícil encontrarla entre
tantas cuevas de esenios y de otros ermitaños.
En los alrededores de las
cuevas vi aquí y allá muchos huertos asilvestrados con frutales magníficos. El
hombre piadoso supo en oración que debían convencer a un judío para que entrara
con ellos a buscar en las cuevas, y en la que el judío no lograra entrar sería
la de Elías. Acto seguido vi que enviaron a un anciano judío a las cuevas y en
una cueva de entrada angosta se sintió rechazado una y otra vez por más que
intentaba forzar la entrada, por lo que la reconocieron como la cueva de Elías.
Dentro de esa cueva
encontraron una segunda cueva tapiada, cuya entrada reabrieron, que era el
lugar donde Elías rezaba en honor de la Madre del Salvador. Las piedras
grandes, hermosas y jaspeadas con que había estado tapiada las utilizaron más
adelante en la construcción de la iglesia. En la cueva encontraron también
huesos de profetas y patriarcas, así como biombos de zarzos y enseres del
antiguo culto divino, todo lo cual conserva ahora la Iglesia. Con esta ocasión
he visto todavía muchas cosas del Monte Horeb pero se me han vuelto a olvidar.
Sin embargo, todavía
recuerdo que el lugar donde Moisés vio la zarza ardiente, se llama, traducido
de la lengua de allí, «La sombra de Dios» y solo se puede pisar descalzo.
También vi allí un monte que era todo de arena roja que, sin embargo, daba
frutas muy bonitas.
FORMA DE ORAR EN LA FIESTA
DE LA NATIVIDAD DE MARÍA
Vi muchas cosas de Santa
Brígida y me comunicaron muchos conocimientos que María le reveló a esta santa
sobre su concepción y nacimiento. Todavía recuerdo que la Santísima Virgen
dijo: —Si las mujeres embarazadas, la víspera del anochecer de su Fiesta
celebran con ayunos y nueve avemarías en honor de mis nueve meses de
permanencia en el seno materno y renuevan frecuentemente esta devoción durante
su embarazo, así como el anochecer víspera de su parto, y junto a ello reciben
devotamente los santos sacramentos, llevaré su oración a Dios y suplicaré para
ellas un feliz alumbramiento, incluso si viene en circunstancias difíciles.
A mí misma, una aparición de
la Santísima Virgen se me acercó y me dijo hoy entre otras cosas: —Hoy por la
tarde, quien rece nueve avemarías con amor y devoción en honor de mis nueve
meses de permanencia en el seno de su madre y de mi nacimiento, y prosiga esta
devoción nueve días, dará diariamente a los ángeles nueve flores para un ramo
que recibiré en el Cielo y que daré a la Santísima Trinidad para implorar con
él una gracia para quien las rece.
Más tarde me sentí arrobada
como a una altura entre Cielo y Tierra. La tierra estaba turbada y oscura, y vi
en el Cielo que la Santísima Virgen con las devociones y oraciones de la Tierra
construía delante del trono de Dios y entre los coros de los ángeles y las
filas de los santos dos arcos de triunfo, dos tronos de honor que finalmente se
hicieron palacios de la Iglesia y ciudades enteras.
Es maravilloso que yo viera
componer estos edificios con hierbas, flores y guirnaldas, cuyas distintas
clases expresaban la clase y valor de las oraciones de cada ser humano y de
comunidades enteras. Los ángeles y los santos iban a buscarlas de manos de los
rezadores y lo subían todo.
Foros de la
Virgen María
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