jueves, 12 de noviembre de 2015

LA VIDA OCULTA DE LA VIRGEN MARIA - ANA CATALINA EMMERICH - LA CRIATURA RECIBE EL NOMBRE DE MARÍA


[22 y 23 de septiembre:]

Hoy hubo fiesta grande en casa de madre Santa Ana. Despejaron todo, lo pusieron a un lado, y en la parte delantera de la casa quitaron todos los dormitorios separados con zarzos para convertirla así en una gran sala. Todo alrededor de la sala había muy cerca del suelo una tabla larga y baja con todo lo necesario para una comida. Vi varias clases de utensilios para comer en los que nunca había reparado antes.

Encima de la mesa había vasijas muy ligeras y caladas por arriba que quizá fueran para poner flores. Parecían cestas. En una mesa auxiliar vi muchos palillos que parecían de hueso, cucharas en forma de concha honda con asa terminada en un aro, y tubitos rizados que quizá fuesen para sorber algo ligero. En el centro de la sala estaba instalada una especie de mesa de altar cubierta de rojo y blanco sobre la cual había una cestita en forma de artesa, trenzada en blanco y rojo y cubierta con un tapete azul celeste.

Junto al altar había un atril revestido que tenía varios rollos de pergamino de oraciones. Delante del altar estaban cinco sacerdotes de Nazaret, todos con vestiduras litúrgicas; la de uno de ellos era extraordinaria. Joaquín estaba con ellos. En el espacio detrás del altar estaban varias mujeres y hombres de la parentela de Joaquín y Ana, todos vestidos de fiesta; recuerdo a Maraha de Séforis, hermana de Ana, y a la hija mayor de Ana.

Por cierto, la madre Santa Ana había dejado el lecho pero permanecía en su cuartito de detrás del fogón y no compareció durante la ceremonia. Enué, la hermana de Isabel, sacó a la Niña María fajada de rojo y blanco transparente hasta los brazos y la puso en los brazos de Joaquín. Los sacerdotes se acercaron al altar en torno a los rollos de oraciones y rezaron en voz alta; dos de ellos sostenían la cola al sacerdote principal.

Acto seguido Joaquín le puso la niña en las manos, y el sacerdote principal la elevó en alto ofreciéndola y luego la puso en el moisés sobre el altar. A continuación tomó unas tijeras de pinza que tenían una cajita en el extremo como esas tijeras de despabilar las velas que empujan y meten en una cajita lo que cortan. Las tijeras no tenían eje como nuestras tijeras corrientes, sino solo un fleje como las tenazas de la lumbre o las tijeras de esquilar.

Con este instrumento le cortó tres rizos del pelo a cada lado y uno en el centro y los quemó en el brasero. Después tomó una cajita con óleo y ungió los cinco sentidos de la criatura: con el pulgar la hizo una raya de óleo en las orejas, ojos, nariz, boca y la boca del estómago. También escribió el nombre de María en un pergamino y se lo puso en el pecho. Luego devolvió el bebé a Joaquín, que se lo pasó a Enué quien se lo devolvió a Ana. Todavía cantaron algunos salmos más, tras lo cual comenzó el banquete, pero eso ya no lo vi.

ORIGEN DE LA FIESTA DE LA NATIVIDAD DE MARÍA
[Al anochecer del 7 de septiembre, dos días antes del anochecer de esta fiesta, Ana Catalina estaba inusualmente, o como ella decía, sobrenaturalmente contenta, cuando de repente se sintió enferma. Una aparición de la Santísima Virgen la había prometido que el día siguiente, 8 de septiembre, que era también el cumpleaños de Ana Catalina, recibiría la gracia de poderse incorporar en su lecho durante algunas semanas, salir de la cama y pasear alguna vez por el cuarto, cosa que llevaba sin hacer unos diez años.

El cumplimiento de la promesa lo consiguió con todos los padecimientos corporales y espirituales que la habían anunciado y que se recogen en otro lugar. Estaba casi traviesa y con insólita cordialidad; habló de la extraordinaria alegría de toda la Naturaleza porque se acercaba el nacimiento de María, y que solo la preocupaba que la gran alegría que esperaba mañana fuera a convertirse en dolor, y contó que:]

¡Hay tanto júbilo en la Naturaleza! oigo cantar a los pájaros, veo saltar los corderos y cabritillos. Las palomas del paraje donde vive Ana revolotean en grandes bandadas como ebrias de alegría. De la casa y sus aledaños ya no queda nada, aquello está ahora salvaje. He visto peregrinos con largos bastones, remangados y con pañuelos atados en torno a la cabeza a modo de gorras, que pasaban por esta comarca hacia el Monte Carmelo.

Aquí viven algunos ermitaños del Carmelo y los peregrinos les preguntan maravillados qué significa esta alegría que hay ahora aquí en la Naturaleza, y reciben la respuesta de que siempre es así el anochecer antes de la Natividad de María y que en este paraje estuvo probablemente la casa de Ana. Un peregrino que ya había pasado por aquí antes les contó que un hombre piadoso observó esto por primera vez hace mucho tiempo, y ése fue el origen de la celebración de esta fiesta.

Entonces vi el origen mismo de la fiesta: doscientos cincuenta años después del tránsito de la Santísima Virgen vi que un hombre muy piadoso recorría Tierra Santa buscando y venerando las huellas de Jesús sobre la Tierra y todos los lugares relacionados con Él. Este santo gozaba de una guía superior, y a menudo permanecía varios días en oración y contemplación en un lugar concreto con gran dulzura interior y muchas revelaciones.

Sintió así varios años la gran alegría de la Naturaleza la noche del 7 al 8 de septiembre, y captó en los aires un tierno cántico. Finalmente, por su ferviente oración, un ángel le instruyó en sueños que ésta era la noche del nacimiento de la Santísima Virgen María. Esta revelación la tuvo en su viaje al Monte Sinaí u Horeb y le hicieron saber al mismo tiempo que en ese monte había una cueva del profeta Elías en la que estaba tapiada una capilla en honor de la Madre del Mesías, y que él debía informar de ambas cosas a los ermitaños que vivían allí.

A continuación lo vi llegar al Monte Sinaí; donde ahora está el monasterio ya vivían entonces algunos ermitaños dispersos. La ladera del valle era tan pendiente como ahora y a uno le subían con cabrias. Entonces los ermitaños y él buscaron la cueva de Elías y la capilla en honor de la Santísima Virgen pero era difícil encontrarla entre tantas cuevas de esenios y de otros ermitaños.

En los alrededores de las cuevas vi aquí y allá muchos huertos asilvestrados con frutales magníficos. El hombre piadoso supo en oración que debían convencer a un judío para que entrara con ellos a buscar en las cuevas, y en la que el judío no lograra entrar sería la de Elías. Acto seguido vi que enviaron a un anciano judío a las cuevas y en una cueva de entrada angosta se sintió rechazado una y otra vez por más que intentaba forzar la entrada, por lo que la reconocieron como la cueva de Elías.

Dentro de esa cueva encontraron una segunda cueva tapiada, cuya entrada reabrieron, que era el lugar donde Elías rezaba en honor de la Madre del Salvador. Las piedras grandes, hermosas y jaspeadas con que había estado tapiada las utilizaron más adelante en la construcción de la iglesia. En la cueva encontraron también huesos de profetas y patriarcas, así como biombos de zarzos y enseres del antiguo culto divino, todo lo cual conserva ahora la Iglesia. Con esta ocasión he visto todavía muchas cosas del Monte Horeb pero se me han vuelto a olvidar.

Sin embargo, todavía recuerdo que el lugar donde Moisés vio la zarza ardiente, se llama, traducido de la lengua de allí, «La sombra de Dios» y solo se puede pisar descalzo. También vi allí un monte que era todo de arena roja que, sin embargo, daba frutas muy bonitas.

FORMA DE ORAR EN LA FIESTA DE LA NATIVIDAD DE MARÍA

Vi muchas cosas de Santa Brígida y me comunicaron muchos conocimientos que María le reveló a esta santa sobre su concepción y nacimiento. Todavía recuerdo que la Santísima Virgen dijo: —Si las mujeres embarazadas, la víspera del anochecer de su Fiesta celebran con ayunos y nueve avemarías en honor de mis nueve meses de permanencia en el seno materno y renuevan frecuentemente esta devoción durante su embarazo, así como el anochecer víspera de su parto, y junto a ello reciben devotamente los santos sacramentos, llevaré su oración a Dios y suplicaré para ellas un feliz alumbramiento, incluso si viene en circunstancias difíciles.

A mí misma, una aparición de la Santísima Virgen se me acercó y me dijo hoy entre otras cosas: —Hoy por la tarde, quien rece nueve avemarías con amor y devoción en honor de mis nueve meses de permanencia en el seno de su madre y de mi nacimiento, y prosiga esta devoción nueve días, dará diariamente a los ángeles nueve flores para un ramo que recibiré en el Cielo y que daré a la Santísima Trinidad para implorar con él una gracia para quien las rece.

Más tarde me sentí arrobada como a una altura entre Cielo y Tierra. La tierra estaba turbada y oscura, y vi en el Cielo que la Santísima Virgen con las devociones y oraciones de la Tierra construía delante del trono de Dios y entre los coros de los ángeles y las filas de los santos dos arcos de triunfo, dos tronos de honor que finalmente se hicieron palacios de la Iglesia y ciudades enteras.

Es maravilloso que yo viera componer estos edificios con hierbas, flores y guirnaldas, cuyas distintas clases expresaban la clase y valor de las oraciones de cada ser humano y de comunidades enteras. Los ángeles y los santos iban a buscarlas de manos de los rezadores y lo subían todo.

Foros de la Virgen María

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