LA INMACULADA
CONCEPCIÓN. EL ENCUENTRO DE JOAQUÍN Y ANA BAJO LA PUERTA DORADA
A Joaquín le habían llevado
al Santo por indicación divina. Ahora, por una inspiración parecida le llevaron
al pasadizo sagrado que discurre por debajo del suelo del Templo y de la Puerta
Dorada. He tenido comunicaciones sobre el significado y formación de este
pasadizo durante la construcción del Templo así como de su destino, pero ya no
soy capaz de repetirlas detalladamente. Creo que había un rito de
reconciliación, y de bendición para los estériles, relacionado con el uso de
este pasadizo, que también se usaba en determinadas circunstancias para
purificar, reconciliar, absolver y cosas parecidas.
Los sacerdotes llevaron a
Joaquín a este pasadizo por una puertecita de la zona del Patio de los
Sacrificios y allí se volvieron, mientras Joaquín seguía por ese camino que iba
bajando. Ana había llegado al Templo con la criada que le llevaba las jaulas
con las palomas para la ofrenda; entregó su ofrenda y reveló a un sacerdote que
un ángel la había ordenado encontrarse con su marido bajo la Puerta Dorada.
Entonces vi que, guiada por
sacerdotes y acompañada de mujeres venerables entre las que me parece que
estaba la profetisa Hanna, entró por el acceso situado al otro extremo del
pasadizo sagrado, tras lo cual sus acompañantes la dejaron sola. La disposición
de este pasadizo me pareció maravillosa: Joaquín pasó la puertecita y luego el
camino bajó mucho; al principio era angosto pero luego se ensanchaba. Sus
paredes refulgían doradas y verdes, y arriba lucía una luz rojiza.
Vi hermosas columnas
retorcidas como árboles y vides. Cuando Joaquín hubo recorrido más o menos un
tercio del pasadizo, llegó a un lugar en cuyo centro había una columna en forma
de palmera con hojas y frutos colgantes, y Ana vino a su encuentro
resplandeciendo de alegría. Se abrazaron con santa alegría y compartieron su
dicha; estaban arrobados y rodeados de una nube de luz que salía de una
muchedumbre de ángeles que bajaban cerniéndose sobre ellos y que traían la
aparición de una alta torre luminosa.
La torre era como las que
veo formarse en los cuadros de la Letanía Lauretana: torre de David, torre de
marfil y otras. Vi como si la torre desapareciera entre Ana y Joaquín, y que a
éstos los rodeó una gloria de luz. Supe después que a consecuencia de las
gracias que recibieron aquí, la concepción de María había sido tan pura como
todas lo hubieran sido sin el pecado original. Al mismo tiempo tuve una
indecible visión: se abrió el cielo sobre ellos y vi la alegría de la Santísima
Trinidad y de los ángeles, y su participación en la misteriosa bendición
impartida aquí a los padres de María.
Después, Ana y Joaquín
caminaron bajo la Puerta Dorada alabando a Dios hasta la salida. Hacia el
final, el camino volvía a subir. Salieron debajo de una arcada alta y hermosa a
una especie de capilla en la que ardían muchas luces; los sacerdotes los
recibieron aquí y los acompañaron a la salida. La parte del Templo donde estaba
la Sala del Sanedrín quedaba más bien sobre la mitad del pasadizo subterráneo;
aquí al final se encontraban, según creo, las viviendas de los sacerdotes que
se ocupaban de las vestiduras.
Joaquín y Ana llegaron
entonces a una especie de entrante del borde de la montaña del Templo que da al
Valle de Josafat. Desde aquí ya no se podía seguir de frente pues el camino
torcía a derecha o a izquierda. Después, Ana y Joaquín aún fueron de visita a
una vivienda sacerdotal y luego emprendieron su viaje de vuelta a casa con sus
criados.
Llegados a Nazaret, Joaquín
dio un alegre banquete, dio de comer a muchos pobres y repartió grandes
limosnas. Vi la alegría, la ternura y la cálida gratitud a Dios de ambos
esposos al meditar su misericordia con ellos; muchas veces los vi rezar con
lágrimas.
En esta ocasión recibí
además la explicación de que la Santísima Virgen fue concebida por sus padres
por santa obediencia y con perfecta pureza, y que después vivieron en constante
continencia, suma devoción y temor de Dios.
Al mismo tiempo se me enseñó
claramente que la pureza, castidad y continencia de los padres y su lucha
contra la impureza tiene inmensa influencia en la santidad de los niños que
tengan, y que después de la concepción la continencia total aparta del fruto
mucho germen de pecado.
Por lo demás, siempre he
reconocido que la raíz de toda deformidad y pecado está en la incontinencia y
en el exceso.
Foros de la
Virgen María
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