VATICANO,
10 Nov. 15 / 06:00 pm (ACI).- En el año 2003, con ocasión
del centenario del Motu Proprio “Tra le sollecitudini”
sobre la renovación de la música sacra, San Juan Pablo II dio 10
principios para renovar el canto litúrgico
y la música en la Misa, entre otros.
1. CENTRALIDAD DE
LA SANTIDAD
San Juan Pablo señaló que “ante todo es necesario subrayar que la música
destinada a los ritos sagrados debe tener como punto de referencia la santidad”. Por ello, citó las sabias palabras del Beato
Papa Pablo VI, quien afirmó que “si la música -instrumental o vocal- no posee
al mismo tiempo el sentido de la oración, de la dignidad y de la belleza, se
impide a sí misma la entrada en la esfera de lo sagrado y de lo religioso”.
2. NO TODAS LAS MÚSICAS SON APTAS
“La misma categoría de ‘música sagrada’ -advirtió San Juan Pablo II- hoy
ha sufrido una ampliación tal que incluye repertorios que no pueden entrar en la celebración sin violar el espíritu y las normas de la misma
liturgia”.
“La reforma obrada por San Pío X se dirigía específicamente a purificar
la música de la Iglesia
de la contaminación de la música profana teatral, que en muchos países había
contaminado el repertorio y la práctica musical litúrgica”, recordó el
Pontífice; y señaló que “en consecuencia, no todas las formas musicales pueden ser
consideradas aptas para las
celebraciones litúrgicas”.
3. CUIDAR LA BONDAD DE LAS FORMAS
Otro principio es “el de la bondad de las formas”. Es decir que “no
puede haber música destinada a la celebración de los ritos sagrados que no sea antes ‘arte
verdadero’, capaz de tener la
eficacia ‘que se propone la Iglesia al admitir en su liturgia el arte de los
sonidos’”.
4.
Respetar los tiempos
Sin embargo, “esta cualidad no es suficiente”
advirtió el Papa peregrino. “Los
diversos momentos litúrgicos exigen una expresión musical propia,
siempre idónea para expresar la naturaleza propia de un rito determinado, ya
proclamando las maravillas de Dios, ya manifestando sentimientos de alabanza,
de súplica o incluso de tristeza por la experiencia del dolor humano, pero una
experiencia que la fe abre a la perspectiva de la esperanza cristiana”,
puntualizó San Juan Pablo II.
5.
Inculturación sin superficialidad
El Pontífice destacó luego el valor de la inculturación en la música
litúrgica; pero señaló que “toda innovación en esta delicada materia debe
respetar criterios peculiares, como la búsqueda de expresiones musicales que
respondan a la necesaria involucración de toda la asamblea en la celebración y
que eviten, al mismo tiempo, cualquier
concesión a la ligereza y la superficialidad”.
6. Nada
de experimentos
“El sagrado ámbito de la celebración litúrgica
no debe convertirse jamás en
laboratorio de experimentos o de prácticas de composición y ejecución
introducidas sin una atenta revisión”, dijo además el Papa.
7.
Elemento de unidad
El Canto Gregoriano,
expresó luego San Juan Pablo II,
“ocupa un lugar particular”; pues “sigue siendo aún hoy el elemento de unidad” en la liturgia.
“San Pío X explicó que la Iglesia lo ‘heredó de
los antiguos Padres’, lo ‘ha conservado celosamente durante el curso de los
siglos en sus códices litúrgicos’ y lo ‘sigue proponiendo a los fieles’ como
suyo, considerándolo ‘como modelo
acabado de música sagrada’”, destacó.
8. Evitar
la improvisación
En general, señalaba San Juan Pablo II, el
aspecto musical de las celebraciones litúrgicas “no puede ser dejado a la improvisación, ni al arbitrio de los
individuos, sino que debe ser confiado a una bien concertada dirección en respeto a las normas y competencias,
como fruto significativo de una adecuada formación litúrgica”.
9. Sólida
formación
Por ello, en el campo litúrgico, el Papa
resaltaba “la urgencia de promover una sólida formación tanto de los pastores
como de los fieles laicos”.
“San Pío X insistía particularmente en la formación musical de los clérigos.
También el Concilio
Vaticano II hizo una recomendación en este sentido: ‘Dese mucha
importancia a la enseñanza y a la práctica musical en los seminarios, en los
noviciados de religiosos y religiosas, y en las casas de estudios, así como en
los demás institutos y escuelas
católicas’”, recordó el Papa polaco.
10.
Seguir el supremo modelo
El Pontífice reconoció el valor de la música
popular litúrgica, pero respecto de ellas señaló que “hago mía la ‘ley general’
que San Pío X formulaba en estos términos: ‘Tanto una composición para la
iglesia es más sagrada y litúrgica, cuanto más en el ritmo, en la inspiración y
en el sabor se apoya en la melodía
gregoriana, y tanto menos es digna del templo, cuanto más alejada se
reconoce de aquel supremo modelo”.
San Juan Pablo II resaltó que actualmente “no
faltan compositores capaces de ofrecer, en este espíritu, su indispensable
aporte y su competente colaboración para incrementar el patrimonio de la música al servicio de una Liturgia
siempre más intensamente vivida”.
Juan Pablo II recuerda que San Pío X,
“dirigiéndose a los Obispos, prescribía que instituyesen en sus diócesis ‘una comisión especial de personas
verdaderamente competentes en cosas de música sagrada’”.
“Allí donde la disposición pontificia fue puesta
en práctica los frutos no han faltado”, destacó San Juan Pablo II; por ello,
deseó que “los obispos sigan
secundando el compromiso de estas comisiones, favoreciendo la eficacia en el
ámbito pastoral”.
“También confío que las Conferencias episcopales realicen cuidadosamente el examen de
los textos destinados al canto litúrgico, y presten especial atención a la evaluación
y promoción de melodías que sean
verdaderamente aptas para el uso sagrado”, concluyó.
Para leer la Carta completa de San Juan Pablo II
con fecha del 22 de noviembre de 2003, memoria de Santa Cecilia, visite:
http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/letters/2003/documents/hf_jp-ii_let_20031203_musica-sacra.html#_ftnref15
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