REFLEXIONES SOBRE EL
INFIERNO I
En cierto modo, el infierno ni
siquiera está cerrado desde dentro, sino que el yo es el infierno. El yo se
transforma en la cárcel de la que no puede salir uno mismo. La única forma de
salir de esa cárcel sería extinguir el yo.
Podría seguir existiendo el mismo cuerpo y el mismo espíritu, pero si
borramos completamente todo lo que hay en la mente humana, entonces hay que
volver a partir de cero, hay que volver a aprender, a tomar decisiones. Y el yo
resultante sería otro yo. Otro yo que viviría en mi cuerpo, pero ya no sería
yo. Sería un yo con nuevos recuerdos, con nuevos sentimientos. Borrar todo lo
almacenado en la mente y empezar de cero sería lo mismo que poner otra cabeza
en un cuerpo. Sería el mismo cuerpo, pero ciertamente sería otro yo. Por eso el
infierno no tiene puerta de salida: o la extinción del yo o seguir viviendo.
Una cuestión que se me planteó
hace un mes fue si nosotros podemos rezar por los condenados en el infierno
para que Dios les haga más llevaderos sus sufrimientos. La verdad es que no
estoy totalmente seguro de cual sea la respuesta.
Las razones en contra me parecen
de más peso que las a favor. En contra de hacerlo está el que Dios nunca nos ha
enseñado en la Sagrada Escritura que hagamos tal cosa. Por otra parte, tampoco
me parece que sería razonable estar toda a eternidad suplicando a Dios por
ellos. Daría la sensación de que hay una situación que merece ser subsanada al
menos parcialmente.
Parece más adecuado pensar que
tras el reordenamiento de todas las cosas que tendrá lugar tras el Juicio
Final, cada cosa quedará en el lugar, modo y manera que tiene que estar, porque
ese reordenamiento será hecho por Dios directamente. Y como Dios todo lo hace
bien, ya no tendremos que subsanar nada.
De ahí que mi opinión es que no hay que rezar por ellos para que Dios
les haga más llevaderas las penas del infierno.
P. FORTEA
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