Tres cosas haré contigo que yo con otra no haré: Amarte como ninguno; Quererte como jamás; Serte fiel hasta la muerte. ¿Qué más quieres? ¿Quieres más?
Verso que compuso mi padre a mi madre antes de su boda.
El camino
de la felicidad para quienes hemos decidido casarnos se logra a través del
matrimonio. Mi primer paso al empezar a transitar por este camino es el de
cambiar de actitud ante los diarios acontecimientos de que ya no somos dos sino
uno, lo que implica vencer mis gustos y preferencias personales muchas veces,
para irme enfocando más en lo que le gusta a mi conyugue, iniciándose un
proceso de mayor convivencia e intercambio del uno con el otro, resultando
siempre de este proceso lo que es mejor para la familia.
En este
diario caminar aparecen las subidas, los senderos más ásperos, las cuestas
empinadas, haciendo difícil muchas veces el poder andar, lo que equivale a las
pruebas que nos depara la vida a cada uno, teniendo entonces que aprender a
caminar juntos para sortear los obstáculos. Las muestras de cariño y afecto son
el combustible que nos permite seguir avanzando, la fidelidad en las pruebas es
el soporte que da la solidez a nuestra relación matrimonial.
Las vías
rápidas no siempre nos llevan a donde deseamos, aunque aparentemente avancemos
muy de prisa, apareciendo la mayor de las veces llanas y bien pavimentadas, en
ocasiones no son en la dirección correcta, provocando que el exceso de
velocidad nos cause más de un problema al tener que hacer una frenada rápida o
un giro abrupto. La pareja de mutuo acuerdo tiene que aprender a afrontar los
cambios de ruta muchas veces imprevisibles pero que nos re-direccionan hacia el
camino correcto, actuando en estos casos como el copiloto en nuestro diario
viajar dando esas notas de templanza y fortaleza ante los cambios.
En el
diario caminar en cantidad de ocasiones hay que aprender a rectificar, a pedir
perdón cuando alguno de los dos nos hemos equivocado y necesitamos corregir la
ruta, quedándose una sensación de paz y tranquilidad entre los esposos. Aún
cuando ambos trabajen, hay que estar conscientes de que este esfuerzo es para
el bien de la familia, en donde la esposa siempre tiene que estar dispuesta a
atender al esposo a través de los quehaceres del hogar, así como lucir siempre
muy atractiva para no perder el encanto de sus días de noviazgo, y el marido
tiene que ser siempre la cabeza del hogar, atendiendo sus obligaciones de
esposo y padre, dejando los pendientes de su trabajo fuera del entorno
familiar, procurando que no afecten su estabilidad matrimonial.
El camino
de ambos es en ocasiones angosto y de subidas pronunciadas, terminando en
parajes y vistas insospechados, que lucen muy atractivos y que hay que saber
aprovechar juntos, aprendiendo a apreciar y a convivir en estos momentos de
mayor alegría. La monotonía en la pareja es causa de muchos tropiezos y baches
en el camino, sintiendo que lo andado es siempre lo mismo, debiendo aparecer
distinto aunque se recorra una y otra vez. Hay que dejar lugar a la creatividad
en la vida de pareja, demostrando cada día que se quieren y comprenden cada vez
más, aunque de manera distinta, haciendo de mil maneras la vida agradable al
compañero para que su relación sea más llevadera.
El camino
no es igual si se prescinde de los hijos pudiendo tenerlos, quererlos y
educarlos. La alegría del hogar son los hijos cuando estos llegan para
multiplicar la familia, compartiendo aquí los esposos parte de su tiempo y de
su ser para llenar de gozo a la familia, cediendo en sus prioridades,
iluminando el hogar siendo cada vez más alegres. La familia de Nazareth es el
mejor ejemplo de vida en familia para mantener la unidad y la alegría en el
hogar, siendo los padres guía de sus hijos a través de la capacidad de darse el
uno al otro por amor, representando el reflejo fiel de la felicidad de la
familia.
Rodolfo Madero Gómez/Septiembre 2015
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