sábado, 26 de septiembre de 2015

LOS INTRINCADOS CAMINOS DE LA VERDAD


Durante unos pocos días he mantenido correspondencia por email con un sacerdote que me ha causado una magnífica impresión por su bondad sobre una cuestión moral y lo que ha dicho el magisterio ordinario. Además de agradecerle su voluntad tan buena que nace de su caridad, me gustaría hacer algunas reflexiones.

Normalmente, el magisterio ordinario suele ser expresión de la verdad. Rarísimamente un obispo dice algo que es erróneo. Mucho más cuando habla una Congregación o cuando un Papa da un sermón.

Ahora bien, viendo la Historia de la Iglesia, observo que ha habido unos cuantos temas en los que la Iglesia ha cambiado la línea de sus afirmaciones sin negar las anteriores. Por ejemplo, su posicionamiento respecto al liberalismo, respecto al ecumenismo, respecto a la forma de enfocar la sexualidad matrimonial, los derechos humanos y otras cuestiones de mayor complejidad.

Es decir, no es que las afirmaciones previas fueran falsas, pero se reconoce que después se ha descubierto que lo que se había afirmado con una determinada lógica, queda superado por una lógica de argumentos superiores; superado no negado.

Pongo un ejemplo sencillo, porque otros son más complejos, el Papa Juan Pablo II dejó una iglesia católica de Roma a los ortodoxos. Eso hubiera sido impensable en el siglo XIII, bajo la argumentación de la verdad, la comunión, la obligación grave de evitar la confusión de las almas, etc. ¿Eran esos argumentos medievales falsos? No, eran verdaderos. Y, además, eran absolutos. Es decir, eran dados in abstracto para todos los lugares y épocas: resulta ilícito prestar una iglesia católica a un clero cismático.

Ahora bien, una mayor comprensión del problema, nos ha llevado a entender que otra línea de argumentación superior también era verdadera. Digo superior porque no niega la línea precedente de argumentación, pero sin negarla tiene en cuenta otros elementos del problema y se llega a una conclusión que es distinta: resulta lícito prestarles una iglesia.

Pienso en unos pocos temas actuales de la teología en los que, en el futuro, puede suceder lo mismo. Pienso, por ejemplo, en la Humanae Vitae. ¿Es cierto todo lo que afirma allí el Papa? Sí.

¿He aconsejado la desobediencia alguna vez a ese documento? No, nunca, ni en privado ni en público. ¿Creo que está todo dicho al respecto con ese documento? Francamente, no. De verdad que considero que no está dicha la última palabra acerca del tema tratado allí. ¿El futuro negará algo de esa enseñanza? No, pero la completará.

P. FORTEA

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