miércoles, 10 de septiembre de 2014

¿LA IGLESIA DEBE APRENDER DE OTRAS RELIGIONES?


Hace tiempo un conocido mío musulmán me preguntó por qué los cristianos no nos habíamos “pasado” al islam, pues al fin y al cabo ellos también creían en las historias de los profetas y de Jesús.

Una amiga mía, cantautora cristiana y que hace poco estuvo realizando una experiencia prevocacional en un convento, es una gran admiradora de la espiritualidad oriental sin que eso reste un ápice de su fe católica. En cierta ocasión se mostró muy contenta al encontrar unas declaraciones de un sacerdote jesuita que, al igual que ella, también era seguidor de ese tipo de religiones. Según él, ninguna religión podía abarcar a Dios y por tanto era bueno también aprender de otras.

Recientemente asistí a un encuentro de música y oración en una parroquia de mi diócesis. El acto era principalmente católico, pero también había intervenciones de cristianos de otras confesiones, cantautores de música “en valores” e incluso algunos miembros de otras religiones monoteístas. Me senté junto a un amigo, igualmente músico católico que estaba relacionado con la organización del acto. Escuchábamos las peroratas de un miembro de una religión de tipo gnóstica sobre la respiración como facilitadora de la relación con el alma suprema creadora y otro que contaba como la máxima de su religión, fundada en el S. XIX, era la fraternidad universal, cuando le comenté

-Yo la verdad es que todo esto me parece un sinsentido

-Hombre, ten en cuenta – me contestó- que debe haber cabida para todo.


Tras un artículo reciente en el que un servidor instaba al Papa a buscar la unidad con todas las iglesias monoteístas del mundo y en especial con las confesiones cristianas separadas, algunos de mis lectores me echaron en cara lo que entendían que era una relativización de mi fe cristiana y católica.

Todo esto me llevó a una reflexión que comparto, ¿debemos aprender los cristianos de otras religiones?, ¿podrían completar otros credos nuestra propia fe?, ¿hay verdades ocultas a nuestra doctrina que han sido reveladas en otras?

Es evidente que, para empezar, las personas podemos y debemos aprender unas de otras. Así yo como cristiano de pacotilla puedo tomar ejemplo un conocido musulmán que sea perseverante en la oración mucho más que yo. O puedo ver, cuando me dejo llevar por mi materialismo, la búsqueda de la trascendencia de algún religioso oriental. O pecador como soy, me puede dar mil vueltas ante mi falta de caridad un ateo que actúa de forma solidaria con los demás por simples principios humanistas...

Hace poco leí también la experiencia de una mujer protestante conversa al catolicismo que contaba cómo una de las cosas que más le había costado para dar ese paso era la “frialdad” con la que los católicos participamos en las celebraciones. Nada más que una anécdota, aunque sumamente significativa, fue para ella comprobar la falta de percheros en la entrada de los templos. Los católicos participamos con el abrigo puesto, como si tuviésemos prisa y de hecho pocos se quedan tranquilamente a charlar a la conclusión, como auténticos desconocidos. Es otra de las cosas que el común de los católicos podríamos aprender de los protestantes.

Pero volviendo al tema, la cuestión no era las actitudes personales o incluso colectivas de los miembros de otras religiones, si no la esencia de las mismas, su credo y su doctrina. ¿Podemos y/o debemos aprender algo de ellas?. Vayamos por partes pues. Para los impacientes ya podemos adelantar que la respuesta es un no, pero eso debe ser por tanto aclarado y argumentado.

A mi amigo musulmán no le contesté en ese momento, me pareció que la pregunta estaba fuera de lugar cuando se pronunció, pero la respuesta sería sencilla. Los cristianos creemos que Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre, Dios mismo que por amor ha asumido nuestra condición humana e incluso se ha despojado (kénosis) de toda dignidad llegando a la muerte del criminal como sacrificio para el perdón de nuestros pecados y nuestra salvación. De este modo cualquier otra religión o cualquier otro credo que presente a su fundador u otro hombre como superior a Jesucristo es incompatible con nuestra fe. Y esta es la pretensión que ha tuvo Mohammad (Mahoma) y han tenido otros a lo largo de la historia.

En el caso musulmán sería además de toda lógica rechazar una fe que es utilizada por algunos (no todos ni la mayoría, pero sí por muchos) como pretexto para perseguir a los cristianos, destruir sus templos e incluso asesinarlos.

No es una cuestión de buenos y malos, eso sería maniqueísmo y ya lloró bastante Santa Mónica para apartar a su hijo San Agustín de esas creencias. De hecho el Islam tiene muchas cosas buenas, la mayoría tomadas de las comunidades judías y cristianas que conoció Mohammad en su día, como las prácticas del ayuno, la limosna y la oración, la realización de peregrinaciones, etc.

¿Y de las religiones orientales? Si lo que nos proponen es la búsqueda de la transcendencia, la fraternidad universal o el desapego de las riquezas y los bienes materiales eso mismo ya está en la doctrina de Jesús. Son cosas estupendas, pero que ya poseemos. Si lo que nos proponen, en su lógica, es entrar en una experiencia de la divinidad en la que nadie es superior a otro, ni siquiera Jesucristo, si no que depende del grado espiritual que alcances, no solo se parece al cristianismo como un sapo a un huevo frito, sino que es completamente contrario.

¿Y de las otras confesiones cristianas? A fin de cuentas ellos también siguen a Jesús. Bueno, teniendo en cuenta que las causas principales que llevaron a los cismas de los hermanos separados fueron fundamentalmente más personales que doctrinales, aunque pueda parecer lo contrario (ver artículo “¿Pero cuál de las iglesias cristianas es la verdadera?” y su segunda parte), no deberíamos tener mayor problema. Pero en esencia los protestantes, y perdóneseme la simplificación, en lugar de “añadir” cosas nuevas a la doctrina lo que han hecho ha sido ir “quitando”: la veneración por María, los sacramentos, la presencia real de Jesús en la Eucaristía, el valor de las obras...

¿Qué concluiremos pues, que las demás religiones son rechazables? Evidentemente no. El hombre es religioso por naturaleza y busca esa relación con Dios y en ocasiones la encuentra por otros cauces que no son el cristianismo. Si eso le lleva a la oración, a la búsqueda de la fraternidad universal, estupendo, mejor eso que ser un ateo materialista.

Incluso aquellos que por su historia no han conocido realmente a Cristo o en su ignorancia lo han rechazado, pero han sido misericordiosos con los más próximos y necesitados, el Señor los juzgará con esa misma misericordia, puesto que, como dice el mismo Jesucristo, todo eso es como si se lo hicieran a Él mismo, incluso sin conocerlo (¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer o sediento y te dimos de beber o desnudo, enfermo, en la cárcel y te socorrimos?)

Pero lo que sí que debemos afirmar y sin género de dudas, es que habiendo conocido a Jesús todos los demás caminos, aún siendo buenos, son infinitamente inferiores a Él, por lo que es un absurdo para el cristiano buscar por otras vías lo que encontramos plenamente en nuestro Señor.

¿No nos convierte eso a los cristianos en general y a los católicos en particular en unos soberbios? ¿No será cierto, como afirmaba el jesuita, que ninguna religión puede abarcar a Dios en su totalidad?. Pues, parezca lo que parezca y con el debido respeto a los que puedan pensar de otra manera, debemos negar la mayor. Los cristianos no es que creamos abarcar a Dios en plenitud, es que tenemos a Dios en plenitud. Por que Jesús mismo es el culmen de la Revelación. Jesús no es un profeta o un maestro de las realidades divinas, es Dios mismo, por entero y entregado a cada uno de nosotros, en espíritu y gracia y también en su cuerpo y sangre.

Podrías creer otra cosa pero entonces, simplemente, no serías cristiano.

José Luis Rubio

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