Doug Spada, fundador de Worklife, una organización cristiana
que promueve la vivencia de la fe en el trabajo secular, describe un nuevo
paradigma de iglesias consistente en pasar de ser cruceros a portaaviones.
La idea es simple, estamos
acostumbrados a las iglesias crucero, en donde la gente viene a recibir, pero la verdadera esencia de la iglesia es salir,
por lo que la cuestión es si somos capaces de cambiar y convertirnos en
portaaviones.
Dicho de otra manera, una conversión pastoral como la que
nos pide la Iglesia en este momento, requiere de un cambio de paradigma.
¿Cuál ha sido el paradigma reinante hasta hace nada? :
pues que la iglesia existe para santificar. Como me decía un vicario general: a
mi me educaron para santificar, no para evangelizar.
Bajo este modelo la mejor de las
parroquias es la que más gente acomoda
un domingo, y la mejor de las experiencias religiosas es la que sucede
cuando todo el mundo se dedica a rezar.
Pero como dice por activa y por
pasiva Rick Warren, el éxito de
una iglesia se mide no por la gente que acomoda el domingo, sino por la gente
que envía.
En el pasado Sínodo para la Nueva Evangelización,
el cual el papa Benedicto XVI abrió con una homilía en la que afirmó el retorno
al paradigma primigenio: “la iglesia existe para evangelizar”, se pudo observar
la convivencia de estos dos paradigmas en la Iglesia.
¿En qué consiste el cambio de
paradigma entonces?
El papa Francisco habla de una iglesia en salida, una iglesia en las
periferias, una conversión pastoral...yo
creo que no hemos asimilado todavía ni el 10% de lo que conlleva un cambio así.
El paradigma es pasar de una iglesia de llegada, a una de salida. El paradigma
es la evangelización.
Si asimiláramos lo que significa
una iglesia en salida empezaríamos a
cerrar parroquias, liberar sacerdotes de la santificación para que se
dediquen a la evangelización, promover piedras vivas en vez de edificios, liberar
laicos y discipular conversos.
Hay diócesis que ya lo hacen,
pero es muy diferente hacerlo por
necesidad, por la fuerza de los hechos cuando viene la insostenibilidad
humana o económica, que hacerlo porque tenemos visión de conjunto.
Uno no construye un portaaviones
con los restos de un crucero desarbolado y sin apenas tripulación cuando ya se
ha quedado sin gente. Para hacer un
gran buque hacen falta planes, hacen falta obreros, hace falta inversión.
Hay que formar gente que sepa hacer algo distinto a navegar, hay que traer
gente de otras ramas del ejército como son los pilotos de avión que en
principio no estaban diseñados para estar en el mar. Hay que pensar en
soluciones nuevas, protagonistas nuevos, y entender que el portaaviones está en
función de salir fuera porque su razón de ser es convertirse en una base
flotante que responda con movilidad a las cambiantes necesidades estratégicas.
Los portaaviones son una
inversión a medio y largo plazo, y no
simplemente una operación de maquillaje de un crucero a corto plazo.
Porque el crucero ni tiene la eslora, ni la capacidad, y por más que queramos
reconvertir a la Nueva Evangelización estructuras
caducas que no fueron diseñadas para ella sino para santificar, aunque
la mona se vista de seda, en mona se queda.
La idea de un nuevo paradigma es
de lo más sugerente, porque nos da la clave
explicativa necesaria a nivel de visión para realizar los cambios
consecuentes. Como dice la Escritura “donde no hay visión, el pueblo perece”
(Prob. 29,18).
Cuanto antes entendamos que el
Papa que tenemos no es una improvisación, sino que es la culminación de un cambio de paradigma que se
remonta a la Lumen Gentium y tiene como carta magna la Evangelli Nuntiandii,
más pronto podremos pasar del paradigma a sus consecuencias y entender que una
iglesia en salida no es simplemente salir de excursión del crucero a pescar más
pasajeros.
Cada vez me convenzo más de que el mayor enemigo de la evangelización somos
nosotros mismos. Ni la agresiva cultura secular, ni la persecución, ni
la falta de recursos. Es nuestra propia cortedad de miras, la falta de
radicalidad y consecuencia, la simple falta de escucha de lo que la Iglesia
está diciendo.
Somos como esas señoras que lo
acumulan todo, no queremos descartar
nada, y no somos capaces de entender lo que el cambio de paradigma nos
propone porque simplemente estamos demasiado ocupados haciendo mil cosas que
objetivamente no evangelizan. Y vaya si nos duelen prendas a la hora de
deshacernos de ellas. Nos dan insatisfacción, pero no somos capaces de tirarlas
por la borda.
Hay gente meritoria, sí, que empieza a operar un crucero con mentalidad de
portaaviones. Hacen sus dos o tres excursiones evangelizadoras, pero
esencialmente siguen trabajando para un crucero. Es verdad que no es culpa de
ellos, muchas veces es dónde les han puesto, y no está en su mano vender diez
cruceros y comprarse un portaaviones nuevo. Pero eso no les exime de la
responsabilidad de hacer ver a sus superiores que no están trabajando en el
paradigma adecuado, el que les pide la superioridad más alta.
En fin…¿para cuándo parroquias
portaaviones? ¿Para cuando una pastoral bajo un paradigma postmoderno y a la
vez eterno? ¿Cuándo empezaremos a valorar las parroquias por la gente que
envían, no por la gente que acomodan? ¿Cuándo y cómo veremos la Nueva
Evangelización despegar como un
proyecto sólido a medio plazo que dé los pasos necesarios y no como una
operación “vamos todos a la calle” de una tarde al mes?
Ha
llovido mucho desde el sueño de don Bosco sobre la nave de la iglesia...si
tuviéramos mil don boscos hoy en día, ¿qué
tipo de barco sería aquel con el que soñarían para representar la nave
de la Iglesia?
Jose Alberto Barrera
Marchessi
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