Quien lea estas glosas…, sabe que
su escritor, siempre que por un procedimiento u otro, recibe una historia de
vida, trata de relatarla porque él piensa, que el Señor se encuentra en todo lo
que nos ocurre, a todos y en todo momento. La intervención del Señor en la vida
humana es absoluta y siempre esta intervención, responde al deseo fundamental
del Señor para con nosotros, que es el de que aceptemos su amor y le
correspondamos a Él, a fin de que todos el mundo se salve y alcance el reino de
Dios. La historia que luego comentaremos es la siguiente:
Una pequeña niña fue a su
habitación y sacó un frasco que estaba escondido en su armario, Esparció su
contenido en el suelo y contó con cuidado su contenido, hasta tres veces hizo
el recuento. La cifra final no tenía duda alguna no había errores. Con cuidado
regresó las monedas al frasco y cerrando la tapadera, ella salió sigilosamente
por la puerta trasera de su casa, para que nadie la viera vacy caminó seis
manzanas más adelante, donde se encontraba la farmacia que ella conocía, era la
Farmacia Central, que tenía en su fachada un signo que siempre le llamaba la
atención, era el de una serpiente enroscada a una copa, que no sabía si estaba
llena o vacía, pero ella no sabía lo que eso significaba ni en aquel momento le
preocupaba ni sentía la curiosidad de otras veces.
Llegó ella a la
farmacia, entró y vio al farmacéutico conversando animadamente con un señor que
a su juicio ya debería de haber hecho su compra, pero la charla continuaba;
esperó pacientemente a que el farmacéutico le prestara atención, pero estaba
muy ocupado por el momento. Tere, que así se llamaba la niña movió sus pies,
para que rechinaran sus zapatos sobre las baldosas, pero nada no surtió efecto
Se aclaró la garganta lo más fuerte que pudo y tampoco sirvió de nada,
finalmente tomó el euro y los 30 céntimos de euro, que tenía en monedas de
cobre en el frasco y tocó con estos en el mostrador que era de cristal. Este
ruido fue más que suficiente.
¿Y qué es lo que quieres?´ le preguntó el farmacéutico con tono de disgusto
e impaciencia en la voz. Estoy hablando con mi hermano que viene de Chicago y
no he visto desde hace años. Tere le contestó con el mismo tono de impaciencia
y le dijo: Bueno, quiero hablar contigo acerca de mi hermano, él está realmente
muy, pero que muy enfermo… y quiero comprar un milagro… ¿Cómo? exclamó el
farmacéutico. Y Tere continuó hablando: Su nombre es Andrés y algo malo le ha
estado creciendo en su cabeza y mi papi dice que sólo un milagro puede
salvarlo, ahora dime, cuánto cuesta un milagro. Nosotros no vendemos milagros
aquí, chiquita. Lo siento, pero no puedo ayudarte, dijo el farmacéutico, con
voz suave. Oye, tengo dinero para pagarlo. Si no es suficiente, conseguiré lo
que falte.... sólo dime cuánto cuesta.
El hermano del farmacéutico que era un hombre muy bien vestido,
intervino y le preguntó a Tere, ¿Qué clase de milagro necesita tu hermano? No
lo sé, replicó la niña, con los ojos muy abiertos. Yo sólo sé que está muy
enfermo y mami dice que necesita una operación. Pero mi papi no puede pagarla,
por eso quiero usar mi dinero ¿Cuánto tienes?, le preguntó el hombre de Chicago
Un euro con treinta céntimos de euro, contestó Tere, apenas audible. Y ese es
todo el dinero que tengo, pero puedo conseguir más si es necesario. Bueno, que
coincidencia, sonrió el hombre. Un euro y treinta centavos es el precio exacto de
un milagro para curar a tu hermanito.
Él tomó el dinero en sus manos y con la otra sostuvo su manita
enguantada y le dijo a Tere: Llévame a dónde vives. Quiero ver a tu hermano y
conocer a tus padres. Veamos si tengo el milagro que necesitas. Este hombre
bien vestido hermano del farmacéutico, era el Dr. Carlos Ramírez, un cirujano
especializado en neurocirugía. La operación fue completamente gratis y sin
cargo alguno por su estancia en el hospital, hasta que Andrés regresó sano a
casa. Mami y papi comentaron felices de la cadena de eventos que les trajo todo
esto. Esa cirugía, susurraba su madre, fue un milagro real. Ya me imagino
¿cuánto podría costar? Tere sonrió. Ella sabía exactamente cuánto cuesta un
milagro,… un euro con treinta céntimos de euro… más la fe de una pequeña.
Y uno se pregunta, ¿qué es lo que Dios ve en los niños? En los
evangelios hay dos pasajes diferentes que si los mediamos nos dan la clave de
contestación a esta pregunta. En el primer pasaje el Señor nos dice:“Mirad que no despreciéis a uno de esos pequeños, porque en verdad os
digo que sus ángeles ven de continuo en el cielo la faz de mi Padre, que está
en los cielos”. (Mt 18,10). ¿Qué nos quiere
decir el Señor con esta afirmación? Porque sabemos que todos tenemos ángeles.
En la concepción rabínica de los custodios solo determinaos ángeles de
categoría superior eran admitidos a la contemplación de la Majestad divina y
los demás recibían las ordenes divina tras una cortina. Carece de sentido esta
tesis rabínica, pues la teología de la Iglesia católica bien claro nos dice que
todos los ángeles, y los humanos santificados tiene y tendrán acceso a la
contemplación del Rostro de Dios. Lo que es importante y tanto ama el Señor, es
sin duda alguna, la pureza de corazón de los niños.
Más claramente nos pone de
manifiesto el Señor, la importancia de la limpieza de corazón, cuando también
nos dice: “En aquel momento se acercaron a Jesús los discípulos y le dijeron:
¿Quién es, pues, el mayor en el Reino de los Cielos? 2 El llamó a un niño, le
puso en medio de ellos 3 y dijo: Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como
los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. 4 Así pues, quien se haga
pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos. 5 Y el que
reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe”. (Mt
18,1-5). Lo más importante en el reino de los cielos, la gloria esencial es la
contemplación del Rostro de Dios. Esto para muchas personas dominadas por el
materialismo de su cuerpo, no acaban de comprender como puede ser un gozo
inefable la contemplación del Rostro de Dios y ponen más interés en lo que los
teólogos denominan el cielo accidental, que en general se centra en las
facultades que tendremos con nuestro futuro cuerpo glorioso.
En la medida que un alma va
amando más en esta vida al Señor, ella va comprendiendo la importancia de
llegar a la contemplación del Rostro e Dios, algo que ningún ser viviente lo ha
logrado jamás. Únicamente Moisés logro ver la espalda del Señor: “18
Entonces dijo Moisés: Déjame ver, por favor, tu gloria. 19 El le contestó: Yo
haré pasar ante tu vista toda mi bondad y pronunciaré delante de ti el nombre
de Yahvéh; pues hago gracia a quien hago gracia y tengo misericordia con quien
tengo misericordia. 20 Y añadió: Pero mi rostro no podrás verlo; porque no
puede verme el hombre y seguir viviendo. 21 Luego dijo Yahvéh: Mira, hay un
lugar junto a mí; tú te colocarás sobre la peña. 22 Y al pasar mi gloria, te
pondré en una hendidura de la peña y te cubriré con mi mano hasta que yo haya
pasado. 23 Luego apartaré mi mano, para que veas mis espaldas; pero mi rostro
no se puede ver”. (Ex 33,18-23).
Mi más
cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Juan
del Carmelo
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