Queridos amigos, he descubierto en mí un nuevo pecado. Se trata de un
pecado retorcido, oculto y enrevesado. Cuando veía al nuevo Papa todos estos
días, de forma inconsciente me venían pensamientos del tipo yo haría esto,
yo haría lo otro, yo diría esto, y así. No es que consintiera demasiado en
esos pensamientos. No los aceptaba abiertamente. Pero tampoco los combatía con
decisión.
En la frialdad de ese combate, he descubierto que se esconde en el fondo
un deseo de compararme. En esos pensamientos subconscientes, en el fondo,
subyace una sutil idea que se resume en yo lo haría mejor. Ya veís hasta
junto al oído de un pobre presbítero se puede agazapar el demonio de la
soberbia más alta. En mí el pecado era más de omisión. Pero en mi falta de
lucha, estaba esa falta. Una vez que me he hecho consciente, me he arrepentido.
No hay que permitir
jamás-jamás pensamientos del tipo yo lo haría de otra manera. Eso vale
para todos los oficios, para todas las oficinas, para todos. Qué fea es la
soberbia aunque se vista de las más engañosas telas. Ya tenemos bastante con
hacer bien lo poco que tenemos que hacer. El día que hagamos bien nuestras
tareas, podremos mirar más arriba. Pero, sin duda, otros sí que podrían hacer
mucho mejor lo que nosotros hacemos.
Publicado por Padre Fortea
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