Dios nos ha dotado de un cuerpo, alma y espíritu.
El alma está compuesta por la mente, las emociones y la voluntad. La mente se alimenta de las ideas, el conocimiento para desarrollar la inteligencia. Las emociones pueden ser positivas o negativas, desde una simple sorpresa hasta la ira, de felicidad o de odio, miedo o valentía. En tanto que la voluntad juega un papel sumamente importante, su participación determinará nuestro éxito o nuestro fracaso en la vida.
Fortalecer la voluntad requiere de determinación, perseverancia, no darse por vencido. Exigirse a si mismo aquello que se ha propuesto realizar. El levantarse a cierta hora por la mañana, o cumplir una meta, realizar una carrera profesional, leer un libro completo. Seguir rigurosamente un régimen alimenticio. Retirarse de determinadas compañías que no edifican. Proponerse a incorporar nuevo vocabulario a su léxico. Cambiar de hábitos. Realizar ejercicio, etc.
Cuando la mente, las emociones y la voluntad trabajan juntas, forman un equipo poderoso. Ya que la mente sugiere, la emoción anima y la voluntad empuja. Si la mente sugiere estudiar con ahínco, la emoción acelera la adrenalina, en tanto que la voluntad se encarga de impulsar los motores. Caso contrario; la mente sugiere estudiar, la emoción dice ¡si!, pero la voluntad contesta “mañana”. La voluntad no fortalecida puede ser lo suficientemente persuasiva para retirarte de tu propósito.
No en balde la Palabra de Dios nos demanda fortalecer la voluntad, porque será la que nos ayude a vencer en los momentos de debilidad.
“No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, nos da claro ejemplo de la urgente necesidad de perseverar en el ejercicio del músculo de la voluntad.Una vez desarrollado se verá fortalecido, lo cual producirá sintomáticamente valentía al saberse “equipado”.
Eclesiastes. 2.2. Fortalece tu voluntad y sé valiente, para no acobardarte cuando llegue la calamidad.
Psic. Patricia Villanueva
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