miércoles, 8 de abril de 2009

EL EVANGELIO SECRETO DE JUDAS


Mi amigo Rondán me prestó el otro día el documental de National Geografic "El Evangelio Secreto de Judas" para que lo viera.
Accedí gustoso y le dije que escribiría en mi blog un comentario sobre el mismo. Mi conclusión, mencionando la excelente obra de Shakespeare es que su contenido proporciona "Mucho Ruido y Pocas Nueces".

Para los que no lo hayan visto, decirles que se trata de un manuscrito aparecido en Egipto que se data sobre el año 220 d. C. y que cuenta la Pasión de Cristo desde el punto de vista de un Judas Iscariote que no es el traidor de los otros Evangelios, sino el más sabio y predilecto de los discípulos. De este modo, Jesucristo le habría encomendado la traición como la forma de liberarse de la cárcel que es el cuerpo humano.

Se trata de un texto de origen gnóstico, uno de cientos de textos apócrifos escritos por corrientes filosóficas de los primeros siglos del cristianismo, pero muy posteriores a los 4 Evangelios canónicos (San Marcos, el más antiguo data del año 50 d.C; San Juan, el más moderno, sobre el año 110 d. C.). No están escritos por testigos visuales de la vida de Cristo, sino que son reflexiones filosóficas de corrientes neoplatónicas. Estos textos fueron rechazados como heréticos por los cristianos de su época. De hecho, conocíamos la existencia de un original de este Evangelio apócrifo gracias a San Ireneo de Lyon, quien en su obra "Contra los Herejes" condenó específicamente el "Evangelio de Judas" en el año 180 d. C.

Los gnósticos eran un conjunto de grupos con su propia filosofía y teología la cual es incompatible con el cristianismo. Despreciaban al cristianismo ortodoxo por considerarlo una religión para la plebe ignorante del conocimiento "oculto" que sólo ellos, la élite mística, podían descifrar. Además profesan un dualismo según el cual el cuerpo es una cárcel para el alma, que es la única inmortal y creada por Dios.

Podemos afirmar, sin riesgo de equivocarnos, que este Evangelio apócrifo no aporta nada a la fe cristiana, ni es ningún peligro para nuestra doctrina, como los más sensacionalistas vendían. Es un gran descubrimiento de la ciencia y la arqueología, que han conseguido rescatar un manuscrito del siglo III de nuestra era, pero no nos dice nada nuevo ni nada sorprendente. Su intención no es religiosa sino filosófica, y la Iglesia ni siquiera tiene que condenarlo porque ya lo hizo un obispo en el año 180 d. C.

El verdadero peligro para nuestra fe no son los falsos evangelios sino la mediocridad, la ignorancia y la falta de interés en buscar la verdad de nuestros días. Muchos cristianos han sido bautizados pero no viven la vida en el Espíritu Santo. Eso sí que hace un daño terrible a la Iglesia, de eso sí que tendríamos que defendernos con uñas y dientes.
P. Jaime Salado de la Riva

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