El padre Francisco Gordalina se dirige a Carlos Perciavalle y Jimmy Castilhos antes de bendecirles: testigos del acto, evidentemente no espontáneo, las cámaras de las prensa.
En principio, no pensábamos
volver sobre este tema. Pero una vez que el escándalo de la bendición otorgada a la pareja conformada por Carlos Perciavalle y Jimmy Castilhos empezó
a estar en boca de todos, y habida cuenta que en una nota publicada en ReL el 6 de
febrero advertimos de que esto se estaba gestando,
no hay más remedio que volver sobre el tema para esclarecer lo
ocurrido. Entendemos que es de orden informar brevemente a los
lectores de Religión en Libertad de cómo terminó esta historia.
El señor obispo de
Maldonado, Milton Tróccoli, justificó su decisión de
bendecir a la pareja en la respuesta que ante una consulta habría
recibido de la nunciatura. En efecto, tras
administrar la bendición, el obispo de Maldonado publicó una Carta a la comunidad diocesana en
la que dice: “Consultamos a la Nunciatura
Apostólica en el Uruguay acerca de cómo se debía proceder en esta situación,
que se preveía con características mediáticas. Se nos informó
que había que dar la bendición, dado que había un documento
firmado por el Papa y que se debía proceder en consonancia”.
Esta afirmación nos merece algunas consideraciones:
La primera, es que es el obispo de cada diócesis
quien debe decidir en conciencia si aplica o no Fiducia Supplicans: no la Nunciatura. De hecho, todas las conferencias episcopales
de África se han negado a aplicarla, junto a otros muchos obispos alrededor del
mundo, entre los que se encuentra el cardenal Daniel Sturla,
arzobispo de Montevideo (Uruguay). Escudarse en una consulta a la Nunciatura no
parece la mejor forma de justificar la aplicación de una declaración, que entre
otras cosas, dice: “Lo que se ha dicho en la presente Declaración sobre las bendiciones de parejas del mismo sexo, es
suficiente para orientar el discernimiento prudente y paterno
de los ministros ordenados a este respecto”.
La segunda
consideración es que “proceder
en consonancia” implica, en todo caso, respetar al pie de la letra lo
que dice la declaración Fiducia supplicans.
En ella, se autoriza a dar bendiciones a parejas irregulares hetero u
homosexuales de forma espontánea. No es el caso de esta bendición en particular. ¿Por qué?
Porque Fiducia supplicans dice
que “para evitar cualquier forma de confusión o de
escándalo, cuando la oración de bendición la solicite una pareja en situación
irregular, aunque se confiera al margen de los ritos previstos por los libros
litúrgicos, esta bendición nunca se realizará al mismo tiempo que los
ritos civiles de unión, ni tampoco en conexión con ellos. Ni
siquiera con las vestimentas, gestos o palabras propias de un matrimonio. Esto
mismo se aplica cuando la bendición es solicitada por una pareja del mismo
sexo”.
El “casamiento”
civil de la pareja tuvo lugar el 19 de febrero, y la
bendición, seguida de la megafiesta, se coordinó y se agendó para el miércoles 21 de febrero.
En principio, la pareja había anunciado que su “casamiento”
iba a ser bendecido en una capilla privada del Departamento de
Maldonado. Con motivo de este anuncio, el obispo y el sacerdote que finalmente
impartió la bendición visitaron a la pareja y acordaron con ellos que la
bendición no se haría en una capilla, sino en la
propia finca de los novios. De hecho, si el obispo y el padre Gordalina hubieran querido, podrían haber dado una bendición espontánea el día en que visitaron a los
novios en su finca…
Así las cosas, es obvio -e
irrefutable- que la bendición a Perciavale y Castilhos no fue en
modo alguno espontánea. Fue una bendición programada en
toda regla. La violación a las disposiciones de la declaración
pontificia en este punto, es flagrante.
Y no sólo por la falta de
espontaneidad, sino por la presencia de medios
de prensa registrando el hecho. De hecho, el diario El País de
Montevideo consigna que antes de bendecir a cada una de las personas, el padre
Gordalina, que fue quien efectuó la bendición, dijo: “Como
hijos de Dios que son ambos me han pedido la bendición para ustedes de parte de
nuestro Padre. Es con gusto que nos hacemos presentes, en el nombre de la
Iglesia, para pedir que los bendiga. Es un modo con el que la Iglesia quiere
mostrarles que Dios está con ustedes, y nosotros también sabemos que
ustedes están con Dios”. Es muy difícil no ver en estas
palabras una bendición a la pareja. Para rematar, el sacerdote y los novios se
tomaron una elocuente
foto juntos.
¿Cómo podría no
convertirse este hecho en un escándalo, si la bendición fue programada para
dos días después del “casamiento” civil y no espontánea, si estaban presentes
en la bendición varios medios de comunicación, si es
fácil concluir que la bendición se dio a la pareja, si el sacerdote se
sacó fotos con los novios, y
si inmediatamente después de la bendición, comenzó la “megafiesta” para 500
invitados?
Cabe preguntarse, para terminar,
por qué el señor obispo decidió autorizar esta bendición que provocó y sigue
provocando tanto escándalo entre los fieles católicos. ¿Fue
la solicitud pastoral, o fue el miedo a que una decisión políticamente
incorrecta generara reacciones escandalosas en los medios, en la farándula y un
largo etcétera? Nunca lo sabremos. Lo que si sabemos, es que ni siquiera se cumplió en este caso concreto lo establecido por Fiducia supplicans.
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