miércoles, 13 de marzo de 2024

LA ABSOLUCIÓN DEL PADRE LOHN AL «ANIMAL DE AUSCHWITZ»: LO QUE NO CUENTA «LA ZONA DE INTERÉS»

ANTES DE MORIR, EL COMANDANTE SOLICITÓ LA PRESENCIA DEL SACERDOTE, AL QUE PREVIAMENTE HABÍA LIBERADO

Cuando Lohn, a la derecha de la imagen, se enteró de que sus hermanos jesuitas estaban Auschwitz decidió colarse en el campo, un gesto que le pareció heroico a Rudolf Höss, que acto seguido lo liberó.

"La zona de interés", rodada en alemán por el director británico Jonathan Glazer, acaba de ganar el Oscar a la mejor película extranjera -derrotando, por cierto, a todo un fenómeno de masas como "La sociedad de la nieve"-.

La oscarizada película busca comprender el verdadero alcance de la banalidad del mal concentrada en un solo hombre: "el animal de Auschwitz", Rudolf Höss. Junto al campo de exterminio nazi, la familia del comandante vivía plácidamente, y ajena a todo, mientras por las altas chimeneas salían las cenizas de miles de judíos asesinados.

De hecho, los miembros de la familia Höss transmitían una mezcla de inconsciencia e "ingenuidad". La esposa de Rudolf, Hedwig, y sus cinco hijos, vivían protegidos "desconociendo" que al otro lado de la valla había un "cementerio" con millones de cadáveres, en su mayoría exterminados mediante la tortura, los experimentos y el Zyklon B.

UNA HISTORIA DENTRO DE LA HISTORIA 

Pero, lo que muchos desconocen, es que "La zona de interés" bien podría tener una secuela inédita en la que sus grandes protagonistas fueran el católico y comandante nazi Rudolf Höss y un jesuita polaco llamado Wladislaw Lohn. Una historia dentro de la historia, que ni siquiera la novela homónima de Martin Amis, en la que se basó la película, logró revelar.

La casa de los Höss era blanca, con forma de molino y hacía frontera con el campo de Auschwitz-Birkenau (Polonia). Nadie podía imaginar que este idílico hogar se fuera a convertir en la misma antesala del horror. Ni siquiera el propio Höss, cuando fue enviado allí por las jerarquías nazis -a las que no pertenecía- pudo comprender el significado real de la "solución final", que acabaría, tiempo después, con millones de inocentes. 

Al poco tiempo de llegar, aquel alemán iba a ir gestando a los ojos de los prisioneros su terrible fama de "animal de Auschwitz-Birkenau". De hecho, uno de cada seis judíos fue ejecutado por orden de este verdugo nazi (400 mil eran judíos húngaros). Y, entre sus víctimas, se encontraba también toda una comunidad de jesuitas polacos.

Aunque, es cierto, no estaba completa, ya que cuando fueron a detenerlos faltaba el padre superior. En el campo donde murieron Santa Teresa de la Cruz (Edith Stein) y el franciscano Maximilian Kolbeel sacerdote Wladislaw Lohn también manifestaría estar dispuesto a seguir su ejemplo y convertirse en un mártir por la fe.

Pero, en el momento en el que detuvieron a sus hermanos, él estaba ausente. El sentimiento de culpa era tan grande que decidió colarse en el campo. Un gesto que a Höss le pareció heroico, por lo que ordenó perdonar la vida al padre Lohn. Ese fue el único acto de humanidad de este nazi, condenado tras la guerra a la pena capital.  

Antes de su ejecución, el 16 de abril de 1947, Hoss había estado encarcelado en la localidad polaca de Wadowice, la ciudad natal del futuro Papa Karol Wojtyla, más tarde San Juan Pablo II. Estando seguro de que los polacos se vengarían y que sería torturado, quedó sorprendido, pues los guardias – hombres cuyas mujeres e hijos habían muerto en Auschwitz – lo trataban bien. No lograba entenderlo y esa experiencia abrió el alma del "animal de Auschwitz" a la conversión.

Höss tuvo que lidiar en su celda con su conciencia de católico bautizado, y, como último deseo, a los 47 años, pidió poder confesarse. Pero no fue fácil encontrar a un sacerdote que quisiera escucharlo. En ese momento Rudolf Höss recordó al sacerdote que había liberado y se lo mencionó a los guardias, el único hombre que le podía recordar que en algún momento había sido "humano". El jesuita, por aquel entonces, era capellán del convento de las Hermanas de la Misericordia en Wadowice y no dudó en presentarse cuando reclamó su presencia el condenado a muerte.

"Una confesión larga y dramática", dijeron los pocos testigos de aquel encuentro, que concluyó con el "yo te absuelvo de todos tus pecados" del padre Lohn. Y los pecados que debían ser absueltos eran muchos, demasiados, empezando por esos dos millones y medio de cruces plantadas para siempre en el campo santo.

El día después de su confesión, antes de ser ahorcado, Höss recibió la comunión de manos del padre Ladislao: tomó la hostia entre lágrimas, permaneciendo de rodillas ante aquel jesuita, en quien, tal vez, su conciencia veía todos los rostros de hombres, mujeres y niños, a quienes injustamente había quitado la vida

El guardia que estaba presente dijo que fue uno de los momentos más bellos de su vida, ver al "animal" arrodillado, con lágrimas en los ojos, como un niño, mientras recibía la Santa Comunión, mientras recibía a Jesús en su corazón.

AMBICIÓN DE ÉXITO Y DE PODER

Pero, ¿quién era realmente este sanguinario comandante alemán? Rudolf era el primer hijo de sus padres quienes, siendo católicos devotos, anhelaban que fuera algún día sacerdote. En sus memorias -que escribiría durante su cautiverio tras la caída del nazismo- relata que su padre, con disciplina estricta, también le inculcó el amor a la patria, la piedad, la obediencia y el cumplimiento del deber.

A los 16 años -iniciada la Primera Guerra Mundial- Rudolf ingresó al Ejército y fue destinado a Turquía donde, por méritos propios, fue nombrado sargento. Era el más joven con aquel grado. Cuando regresó a casa, con 17 años, sus padres ya habían fallecido, él se había convertido en un tipo rudo que anhelaba el poder y no tenía casi vínculos con Dios.

Rudolf era el primer hijo de sus padres quienes, siendo católicos devotos, anhelaban que fuera algún día sacerdote.

En 2018, Ignacio Morgado, Director del Instituto de Neurociencia de la Universidad Autónoma de Barcelona, publicó un artículo, tras estudiar las memorias de Höss. "Rudolf Höss era un hombre cuerdo, con conocimientos y sentimientos, que razonaba con frecuencia sobre su propio comportamiento y el de los demás, y que poseía un cierto grado de empatía", escribe Morgado.  

"Cuando el espectáculo me trastornaba demasiado no podía volver a casa con los míos. Hacía ensillar mi caballo y, cabalgando, me esforzaba por liberarme de mi obsesión. A menudo me asaltaba el recuerdo de incidentes ocurridos durante el exterminio; entonces salía de casa porque no podía permanecer en el ambiente íntimo de mi familia. Desde el momento en que se procedió al exterminio masivo dejé de sentirme feliz en Auschwitz", escribió Höss.

Y, cuando recibió la orden de terminar con los enfermos y los niños llegó a decir: "Nada resulta más difícil que ejecutar tales órdenes fríamente, anulando todo sentimiento de piedad". Pero, ¿por qué entonces Rudolf Hoss no se rebeló? Morgado tiene su opinión: "Al leer con detalle sus memorias uno descubre que la aparente y calculada frialdad emocional del comandante de Auschwitz ocultaba en realidad su más intenso sentimiento: la ambición de éxito y de poder".

EL NAZI QUE BUSCÓ CONSUELO 

Y, en esta historia, falta conocer quién era el otro protagonista: el padre Władysław Lohn. Nacido el 5 de abril de 1889 en Gorzków (Polonia) y fallecido el 3 de diciembre de 1961 en Cracovia (Polonia), este jesuita polaco, profesor de teologíallegó a ser provincial de la Provincia de Polonia Meridional de la Compañía de Jesús entre 1935-1947.

En 1947 fue confesor y testigo de la conversión del comandante del campo de Auschwitz. El 2 de abril de 1947, el Tribunal Supremo Nacional de Varsovia condenó a muerte a Rudolf Höss. Y, a petición de los ex prisioneros, fue ejecutado en el campo de Auschwitz. La ejecución de la sentencia fue confiada al fiscal de distrito de Wadowice, cuyo territorio incluía Oświęcim y las zonas del antiguo campo de concentración.

Lohn, fue confesor del comandante del campo de Auschwitz.

El 4 de abril, el comandante fue transportado de Varsovia a Wadowice y encarcelado allí en la prisión. Ya en la primera conversación que Rudolf Höss mantuvo con el fiscal del distrito, el preso expresó su deseo de encontrarse con un sacerdote católico. No recibió respuesta a su solicitud, por lo que presentó una solicitud por escrito.

El fiscal remitió la pregunta al superior del monasterio de las Carmelitas Descalzas de Wadowice, pero ni el capellán de la prisión ni ninguno de los demás monjes dominaban suficientemente el alemán. Hasta que el párroco local, Leonard Prochownik, a través del cardenal Adam Sapieha, contactó con Lohn.

El 10 de abril Lohn se reunió con Höss. La conversación duró varias horas, tras las cuales se confesó. Al día siguiente, Lohn volvió a la prisión. Llevó el Santísimo Sacramento y dio el viático al comandante. Según varios relatos, Lohn visitaría nuevamente a Rudolf antes de la ejecución (que tuvo lugar el 16 de abril de este año en el campo de Auschwitz), durante la cual el nazi volvería a hacer una confesión, esta vez, más larga.

Puedes escuchar aquí la historia de Höss y Lohn, de boca de una de las hermanas de la orden de la que fue capellán en su día el sacerdote polaco. 

En un sermón pronunciado por Lohn en 1958, el jesuita confirmó el curso de los acontecimientos y confesó que había conocido a Höss en 1940, cuando los jesuitas fueron arrestados y enviados al campo de Auschwitz, y él, sorprendentemente, fue liberado.

J. Cadarso

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