María, madre del amor hermoso, dulce muchacha de Nazareth, Tú que proclamaste la grandeza del Señor y diciendo que “sí”, te hiciste madre de nuestro Salvador y madre nuestra: atiende hoy las súplicas que te hago.
En mi interior, una nueva vida
está creciendo: un pequeño que traerá alegría y gozo,
inquietudes y temores, esperanzas
y felicidad a mi hogar.
¡Cuídalo y protégelo
mientras yo lo llevo en mi seno!
Y que, en el feliz momento del nacimiento, cuando escuche sus primeros sonidos y vea sus manos chiquitas, pueda dar gracias al Creador por la maravilla de este don, que Él me regala.
Que, siguiendo tu ejemplo y
modelo, pueda acompañar y ver crecer a mi hijo.
Ayúdame e inspírame para que él encuentre
en mí un refugio donde cobijarse y, a la vez, un punto de partida para tomar
sus propios caminos.
Además, dulce Madre mía, fíjate
especialmente en aquellas mujeres que enfrentan este momento solas, sin apoyo o
sin cariño.
Que puedan sentir el amor del
Padre y que descubran que cada niño que viene al mundo es una bendición.
Que sepan que la decisión heroica
de acoger y nutrir al hijo les es tenida en cuenta.
¡Nuestra Señora de la
Dulce Espera, danos tu consuelo y valor! ¡Amén!
Isabella Remigio
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