De 25 o más parejas casadas que empezamos con un grupo de oración hace tres décadas, quedamos juntas solo tres parejas, el resto ya se separaron o están en proceso de divorcio.
Algunos
de ellos tienen (relativas) buenas relaciones, otros por lo contrario, no se
pueden ver ni en pintura e incluso involucraron a sus hijos en sus discusiones
dejándolos verdaderamente heridos.
Eran
parejas piadosas, tenían dificultades como cualquiera, pero se dejaron tomar
ventaja, se apartaron de la oración y los afanes materiales o tal vez la
monotonía, fueron apagando la llama de su amor.
La vida
matrimonial es frágil, hay que reconocer la necesidad de dialogar, cuidarse
mutuamente, tener una buena vida íntima, dejar el egoísmo y los caprichos,
también es necesario hacerle agradable la vida al otro, llenarlo de detalles,
tratar de comprenderlo.
Las
humillaciones, los maltratos, las malas palabras, la infidelidad (así sea con
la pornografía) y la indiferencia tienen el terrible poder de matar el amor.
Pidámosle
a Dios la gracia de tener matrimonios sólidos, de reconocer que para caerse
solo hay que estar de pie, que hay matrimonios de veinte, treinta o más años
que terminan fracasando.
La Sagrada Familia de Nazareth, nos bendiga, nos
acompañe y nos proteja
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