El Papa Francisco ha difundido un mensaje dirigido a las autoridades internacionales que se reúnen en el Foro Económico Mundial de Davos, animándoles a que "exploren vías innovadoras y eficaces para construir un mundo mejor".
"Espero que
sus debates tengan en cuenta la urgente necesidad de avanzar en la cohesión
social, la fraternidad y la reconciliación entre grupos, comunidades y Estados, con
el fin de abordar los retos que tenemos ante nosotros", les exhorta el Papa.
Francisco comenta las actuales guerras, repitiendo algo que
ya dijo hace unas semanas ante el cuerpo diplomático acreditado en la Santa
Sede: "Parece que ya no se respeta la distinción
entre objetivos militares y civiles, no hay conflicto que no acabe de alguna manera golpeando
indiscriminadamente a la población civil".
Luego enumera injusticias que se deben combatir:
"Entre las más
significativas está el hambre, que sigue asolando regiones
enteras del mundo, mientras otras se caracterizan por un
excesivo desperdicio de alimentos. La explotación de los recursos naturales
sigue enriqueciendo a unos pocos mientras deja a poblaciones enteras, que son
las beneficiarias naturales de esos recursos, en un estado de indigencia y pobreza. Tampoco
podemos ignorar la explotación generalizada de hombres, mujeres y niños
obligados a trabajar por salarios bajos y privados de
perspectivas reales de desarrollo personal y crecimiento profesional. ¿Cómo es
posible que en el mundo actual la gente siga muriendo de hambre, sea explotada,
condenada al analfabetismo, carezca de atención médica básica y se
quede sin techo?"
Reivindica "una dimensión fundamentalmente moral, que debe hacerse sentir en
los debates económicos,
culturales, políticos y religiosos que pretenden configurar el futuro de la comunidad
internacional".
Y pide trabajar por el "bien común de nuestra familia humana, dando
prioridad a los pobres, los necesitados y los que se encuentran en situaciones
más vulnerables".
"Espero, pues,
que los participantes en el Foro de este año sean conscientes de la responsabilidad
moral que cada uno de nosotros tiene en la lucha contra la pobreza,
la consecución de un desarrollo integral para todos nuestros hermanos y la
búsqueda de una convivencia pacífica entre los pueblos", concluye.
Finaliza con la misma bendición protocolaria que invoca en cualquier encuentro con un grupo de visitantes
internacionales: "Invoco con mucho gusto sobre
todos los participantes la abundancia de las bendiciones divinas".
A continuación, el texto completo:
MENSAJE
DEL SANTO PADRE FRANCISCO AL WORLD ECONOMIC FORUM 2024 (FORO ECONÓMICO MUNDIAL)
Davos-Klosters (Suiza), 15-19 de enero de 2024
Al Presidente Ejecutivo
del Foro Económico Mundial
La reunión anual de este año del
Foro Económico Mundial tiene lugar en un clima muy preocupante de inestabilidad
internacional. Su Foro, cuyo objetivo es orientar y reforzar la voluntad
política y la cooperación mutua, ofrece una importante oportunidad para que las
múltiples partes interesadas exploren vías innovadoras y eficaces para
construir un mundo mejor. Espero que sus debates tengan en cuenta la urgente
necesidad de avanzar en la cohesión social, la fraternidad y la reconciliación
entre grupos, comunidades y Estados, con el fin de abordar los retos que
tenemos ante nosotros.
Lamentablemente, al mirar a
nuestro alrededor, nos encontramos con un mundo cada vez más lacerado, en el
que millones de personas -hombres, mujeres, padres, madres, niños-, cuyos
rostros nos son en su mayoría desconocidos, siguen sufriendo, entre otras cosas
por los efectos de conflictos prolongados y guerras reales. Estos sufrimientos
se ven exacerbados por el hecho de que "las guerras modernas ya no tienen
lugar únicamente en campos de batalla claramente definidos, ni implican
únicamente a soldados. En un contexto en el que parece que ya no se respeta la
distinción entre objetivos militares y civiles, no hay conflicto que no acabe
de alguna manera golpeando indiscriminadamente a la población civil"
(Discurso a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede,
8 de enero de 2024).
La paz que anhelan los pueblos de
nuestro mundo no puede ser sino fruto de la justicia (cf. Isaías 32, 17). Por
consiguiente, no basta con dejar a un lado los instrumentos bélicos, sino que
hay que afrontar las injusticias que son la raíz de los conflictos. Entre las
más significativas está el hambre, que sigue asolando regiones enteras del
mundo, mientras otras se caracterizan por un excesivo desperdicio de alimentos.
La explotación de los recursos naturales sigue enriqueciendo a unos pocos
mientras deja a poblaciones enteras, que son las beneficiarias naturales de
esos recursos, en un estado de indigencia y pobreza. Tampoco podemos ignorar la
explotación generalizada de hombres, mujeres y niños obligados a trabajar por
salarios bajos y privados de perspectivas reales de desarrollo personal y
crecimiento profesional. ¿Cómo es posible que en el mundo actual la gente siga
muriendo de hambre, sea explotada, condenada al analfabetismo, carezca de
atención médica básica y se quede sin techo?
El proceso de globalización, que
ya ha demostrado claramente la interdependencia de las naciones y los pueblos
del mundo, tiene por tanto una dimensión fundamentalmente moral, que debe
hacerse sentir en los debates económicos, culturales, políticos y religiosos
que pretenden configurar el futuro de la comunidad internacional. En un mundo
cada vez más amenazado por la violencia, la agresión y la fragmentación, es
esencial que los Estados y las empresas se unan para promover modelos de
globalización con visión de futuro y éticamente sólidos, que por su propia
naturaleza deben implicar la subordinación de la búsqueda del poder y el
beneficio individual, ya sea político o económico, al bien común de nuestra
familia humana, dando prioridad a los pobres, los necesitados y los que se
encuentran en situaciones más vulnerables.
Por su parte, el mundo de los
negocios y las finanzas opera ahora en contextos económicos cada vez más
amplios, en los que los Estados nacionales tienen una capacidad limitada para
gobernar los rápidos cambios en las relaciones económicas y financieras
internacionales. Esta situación exige que las propias empresas se guíen cada
vez más no sólo por la búsqueda de un beneficio justo, sino también por
elevadas normas éticas, especialmente con respecto a los países menos
desarrollados, que no deberían estar a merced de sistemas financieros abusivos
o usureros. Un enfoque previsor de estas cuestiones resultará decisivo para
alcanzar el objetivo de un desarrollo integral y solidario de la humanidad. El
auténtico desarrollo debe ser global, compartido por todas las naciones y en
todas las partes del mundo, o retrocederá incluso en áreas marcadas hasta ahora
por un progreso constante.
Al mismo tiempo, es evidente la
necesidad de una acción política internacional que, mediante la adopción de
medidas coordinadas, pueda perseguir eficazmente los objetivos de paz mundial y
auténtico desarrollo. En particular, es importante que las estructuras
intergubernamentales puedan ejercer eficazmente sus funciones de control y
orientación en el sector económico, ya que la consecución del bien común es un
objetivo fuera del alcance de los Estados individuales, incluso de los
dominantes en términos de poder, riqueza y fuerza política. Las organizaciones
internacionales también tienen el reto de garantizar la consecución de esa
igualdad que es la base del derecho de todos a participar en el proceso de
pleno desarrollo, con el debido respeto a las diferencias legítimas.
Espero, pues, que los
participantes en el Foro de este año sean conscientes de la responsabilidad
moral que cada uno de nosotros tiene en la lucha contra la pobreza, la
consecución de un desarrollo integral para todos nuestros hermanos y la
búsqueda de una convivencia pacífica entre los pueblos. Este es el gran desafío
que nos plantea el tiempo presente. Y si, en la persecución de estos objetivos,
"nuestros días parecen mostrar signos de un
cierto retroceso", no es menos cierto que "cada
nueva generación debe retomar las luchas y las conquistas de las generaciones
pasadas, poniendo las miras aún más altas... El bien, junto con el amor, la
justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de
realizarse cada día" (Exhort. ap. Laudate Deum, 34).
Con estos sentimientos, dirijo mi
oración de buenos deseos para las deliberaciones del Foro, e invoco con mucho
gusto sobre todos los participantes la abundancia de las bendiciones divinas.
Vaticano, 15 de
enero de 2024
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