viernes, 19 de enero de 2024

DESDE EL ENTORNO DE BARRON, LLEGA LA HISTORIA DE UN GAY CON SU HIJA Y SU YERNO, CATÓLICOS MILITANTES

 CHRISTOPHER KACZOR, HOMENAJEADO EN LOS PREMIOS RAZÓN ABIERTA, HABLA DE SU SUEGRO

El suegro del filósofo Christopher Kaczor salió del armario y dejó la Iglesia cincuenta años antes de morir. Cuando llegó a sus últimos momentos, había que tomar una decisión.

Desde la publicación de Fiducia supplicans, la opinión de Robert Barron, obispo de Winona-Rochester (Minnesota), ha sido favorable a la interpretación del documento ofrecida por el cardenal Víctor Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe. Que se resume en dos puntos: uno, que se puede bendecir a una pareja como pareja sin bendecir la unión que les hace pareja; y dos, que el texto no introduce novedades doctrinales, sino que responde a la "intuición pastoral" del Papa, según señaló el prelado estadounidense.

Robert DeClue, profesor de Teología del Instituto Word on Fire (el ministerio de formación y apostolado que impulsa Barron), escribió un artículo que define oficiosamente la posición del instituto en la línea marcada por Barron, pero donde reconoce la "triste ironía" de que un texto que apela a ser aplicado "evitando confusión o escándalo" esté rodeado "de tanta confusión y, al menos a los ojos de algunos, el rostro del escándalo". Por ese motivo, considera "legítima" la preocupación de algunos católicos de que las "explicaciones matizadas" de Fiducia supplicans "no siempre sean evidentes en la práctica".

En ese contexto, otra personalidad relevante en Word on Fire, Christopher Kaczor, ha dado a conocer una historia que le toca muy personalmente. No tiene nada que ver con bendiciones, pero expresa algo que comparten tanto los adversarios de Fiducia supplicans desde la ortodoxia católica como los defensores de su interpretación oficial: el amor a las personas y el deseo de conversión.

"Con el asunto la la Iglesia y los gays ocupando las noticias, pienso mucho en Dennis, mi padre político, que salió del armario y dejó la Iglesia en 1971": así comienza Christopher su testimonio, que titula Mi suegro gay.

Kaczor, profesor de Renovación de la Vida Intelectual Católica en el Word on Fire Institute y decano del departamento de Filosofía en la Loyola Marymount University, es autor de dieciséis libros, entre ellos dos publicados en Ignatius Press, a saber, Siete grandes mitos sobre la Iglesia católica y Siete grandes mitos sobre el matrimonio, este último junto con su esposa Jennifer, con quien tiene siete hijos. Hace dos años co-escribió un estudio sobre Jordan Peterson y el cristianismo que Kaczor entregó personalmente a Francisco.

Kaczor entrega a Francisco un ejemplar de la obra sobre Jordan Peterson de la que es co-autor. El eminente psicólogo y filósofo prosigue su lucha contra la insólita sanción de ser "reeducado" en sus ideas.

Kaczor fue miembro de la Pontificia Academia por la Vida y en 2021 recibió una mención honorífica en los Premios Razón Abierta, que convocan la Universidad Francisco de Vitoria y la Fundación Ratzinger.

DENNIS Y CLAUDIO

La relación de Jennifer con su padre, Dennis, nunca fue buena. Se veían poco, porque él vivía en Nueva York y ella en Los Ángeles: "Cuando se juntaban, saltaban chispas. Él llegaba a gritarle si ella hacía o decía algo que contradijese su opinión".

Con todo, "las personalidades irritables y las diferencias religiosas no tienen por qué destruir el amor de una familia", dice Kaczor, y Jennifer "no interpretó el 'honrarás a tu padre' como una sugerencia sino como un mandamiento". Hizo grandes esfuerzos por cultivar su relación con él, aunque cuando hablaban por teléfono su rostro se tensionaba y "cuidaba cada palabra como si fuese una conversación diplomática".

Cuando se trasladaron durante un año a la Universidad de Princeton (en Nueva Jersey, cerca de la Gran Manzana), las reuniones familiares se hicieron más frecuentes, y una o dos veces al mes visitaban a Dennis y Claudio, su pareja y legalmente 'marido'. "Nos centrábamos en nuestros intereses comunes", evoca Christopher: "Nunca hablábamos de religión salvo si ellos sacaban el tema. Nosotros sabíamos cuál era su posición, y ellos cuál era la nuestra".

Christopher y Jennifer Kaczor son un matrimonio muy activo en las batallas culturales.

A lo largo de ese año, Dennis fue enfermando de forma cada vez más grave, y pronto fue evidente que no tardaría en morir. El curso se acababa, ellos tenían que volver a Los Ángeles y el padre de Jennifer y Claudio habían decidido instalarse en su patria, Uruguay.

EL ADIÓS NATURAL Y EL SOBRENATURAL

"El día de nuestra última visita a Nueva York, todos sabíamos que era la última vez que nos veíamos", cuenta Christopher: "Nos dieron unos regalos y salieron a la acera a vernos marchar en el coche. Cuando me despedí de Claudio, me dijo: '¿Sabes, Chris? Tenía miedo de conocerte. Soy ateo, judío y gay. Pensé que me odiarías. Pero siempre has sido cariñoso y amable conmigo'. Me despedí de él con un beso en la mejilla. Se me saltaron las lágrimas cuando vi a Jennifer y a su padre abrazados en su último adiós".

Mantuvieron el contacto por teléfono. Dennis siguió empeorando, y al cabo de unos meses, la enfermera que cuidaba de él les llamó para decirles que le quedaban solo unos días.

Christopher y Jennifer decidieron sugerirle a Dennis que recibiese los últimos sacramentos. Él no pensaba que estuviese a punto de morir y dijo que no los necesitaba. Sin embargo, accedió a que un sacerdote le visitase y rezase con él.

Los Kaczor se pusieron en marcha. Contactaron con un amigo suyo, el padre Paul Donlan, un antiguo capellán de los marines que estuvo desplegado durante la Operación Tormenta del Desierto, en la Guerra del Golfo. Tenía muchos contactos y les facilitó el de un sacerdote que conocía en Uruguay, quien se apresuró a visitar a Dennis.

Así cuenta Christopher el final de la historia: "El sacerdote oyó en confesión a Dennis (la primera en cincuenta años) y le administró los últimos sacramentos. Le dio el Viático, su Sagrada Comunión final. En la última fotografía que tenemos de Dennis, pocos días antes de morir, parece agotado pero feliz. Con su mano esquelética sostiene un crucifijo que le dio el sacerdote. La enfermera le dijo a mi mujer que no lo soltaba nunca. Ella le lavaba las manos alrededor del crucifijo..."

C.L.

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