La Voluntad de Dios para nosotros está en los deberes y experiencias del presente. Sólo tenemos que aceptarlos y tratar de ser como Jesús en ellos.
Por: Madre Angélica | Fuente: www.ewtn.com
La dificultad que muchos de nosotros experimentamos en cuanto al tema no es
tanto si cumplimos o no la Voluntad de Dios sino si sabemos cuál es Su Voluntad
para nosotros. A pesar de ello, podemos estar seguros que algunas cosas sí son
definitivamente parte del Plan de Dios para nosotros, como por ejemplo:
·
Los Mandamientos – Los
diez dados a Moisés,
·
Los Preceptos de la
Iglesia,
·
Los deberes de nuestro
estado de vida, obediencia a la autoridad civil – civil, familiar y eclesial; y
·
El Mandamiento nuevo
dado por Jesús, que nos amemos todos mutuamente.
En las
escrituras podemos ver de muchas maneras sencillas, exactamente lo que el Padre
espera de nosotros. Todas estas son manifestaciones directas de la Voluntad de
Dios en nuestra vida cotidiana. Quizá una lista podría ayudar.
1. "Ama a tus enemigos, haz el bien a aquellos que te odian,
bendice a los que te maldicen, ora por los que te tratan mal" (Lc 6,27-35)
2. "Sé compasivo como vuestro Padre es compasivo. No juzgues y no
serás juzgado, no condenes y no serás condenado." (Lc 6,36-38)
3. "Les digo solemnemente, si no se hacen como niños no entrarán al
Reino de Dios." (Lc 18,17)
4. "Es la Voluntad de mi Padre, que quien ve al Hijo y cree en Él,
tendrá vida eterna." (Jn. 6,40) 5. "Aprendan de mí que mi yugo es
suave, porque soy humilde de corazón." (Mt. 11,29)
Nuestro
problema radica en que miramos a los mandamientos de manera negativa. En
nuestras mentes son meras prohibiciones, pero no lo son. No encontramos fallas
o errores cuando un inventor nos explica cómo manejar su invento. ¿Quién mejor para saber como funciona una máquina que el
propio inventor? Para la mayoría de nosotros lo lógico es que sea él y
aceptamos las indicaciones y la garantía, siempre y cuando las indicaciones
sean seguidas adecuadamente.
Esto es
exactamente lo que Dios ha hecho al darnos los mandamientos. No son
imposiciones, que le hacen hincapié a Su criatura de su posición subordinada.
Los mandamientos, dados por el Padre en el Antiguo Testamento y por Jesús en el
Nuevo, son solamente indicaciones del Creador que nos dice que los seres
humanos, creados por Él, son más felices, saludables y están más contentos
cuando siguen las directrices de su Creador.
El Padre
sabe en qué condiciones maduran y crecen nuestras almas. Sabe cuáles son las
mejores cosas para combatir nuestras debilidades. Sabe también cuáles son los
pasos a seguir para evitar los obstáculos que el enemigo pone en nuestro
camino. Pero sobre todo, sabe cómo deben ser purificadas y transformadas
nuestras almas para que podamos estar en Su presencia un día y no terminen
siendo aniquiladas.
Las
Escrituras están llenas de revelaciones que nos dicen como el Padre quiere que
pensemos y actuemos en toda circunstancia. Nuestro problema está en que, conocer
la voluntad de Dios está en las decisiones que tomamos en nuestra vida
cotidiana. Primero, debemos decir que los mandamientos son parte de la voluntad
de Dios. No hay duda aquí sobre lo que quiere de nosotros. Las pruebas de la
vida diaria, el mal, el sufrimiento, etc., son parte de lo que Dios permite
como Su voluntad.
La
Voluntad de Dios solo quiere lo que es bueno y santo, pero el libre albedrío
del hombre y las tentaciones del enemigo producen otros efectos que no son
buenos. Estos efectos son los que sufrimos, pero Dios, para quien todo es
presente, ve lo bueno en nuestra manera de enfrentarnos al mal y lo permite
para obtener un bien mayor. San Pablo trae esto a colación cuando nos recuerda
que aquellos que aman a Dios tienden a lo bueno (Rom. 8:28). Nuestro querido
Señor se enfrentó a la malicia, al odio y a la crucifixión para cumplir la
Voluntad de Dios.
No
podemos decir que Dios ordenó a los hombres rechazar y matar a su Hijo, pero al
saber de antemano los sentimientos del pueblo elegido cuando apareciese su Hijo
en la tierra, permitió la disposición de ese pueblo al mal y por la perfecta
obediencia su Hijo logró nuestra redención. Ordenó que el hombre no cayese,
pero el orgullo rechazó ese deseo. Ordenó al hombre aceptar a Su Hijo, pero
muchos no lo hicieron. Al permitir los efectos del rechazo, el Padre generó un
gran bien. El hombre sabría cuánto lo ama Dios, recibiría al Espíritu, la
gracia, la filiación divina y finalmente, el Cielo. Todo este bien fue obtenido
a partir de la malicia del hombre. Dios lo vio y permitió que Su Hijo sufriera
intensamente para terminar con el yugo del demonio sobre el hombre y destruir a
la muerte completamente por medio de Su gloriosa Resurrección.
El Padre
nos ama de la misma manera y nuestra fe, esperanza y caridad deben brillar
cuando nos enfrentamos a las pruebas que permite en nuestras vidas. La
confianza es la clave para cumplir la Voluntad de Dios. Debemos confiar en el
Padre, cuyos ojos están siempre sobre nosotros. No podemos ver o juzgar dentro
de la niebla espesa, pero debemos confiar en el Padre que lo ve todo con
claridad.
Al tomar
decisiones relativas a nuestro estado de vida, los amigos, el trabajo, los
planes futuros, negocios, etc.; debemos utilizar las facultades mentales que
Dios nos ha dado y debemos rezar para pedir una guía. No podemos esperar que
descienda como una especie de visión de éxtasis que nos diga exactamente qué
hacer.
De
repente, algunas ideas que pueden servirnos de guía pueden ser: ver si la
decisión que tomamos honra y da gloria a Dios, cómo afecta nuestra relación con
Él y si estamos en paz con eso. Podremos descansar seguros si tomamos nuestras
decisiones de este modo. Así, Dios estará de nuestro lado y obtendremos buenas
cosas como resultado de ellas, aunque veamos más tarde que nuestra decisión no
fue la más acertada.
El
fracaso también es usado por Dios para acercarnos más a Él. Nunca nos ordenó
tomar siempre las decisiones correctas –sólo ser santos– y eso genera la
confianza que como niños, debemos tener en Él; quien hará que nuestros pasos
sean firmes y que nuestras maneras torcidas se enderecen.
Cuando
tenemos la ocasión de hacer amigos, ya tenemos un criterio para hacerlo. Jesús
nos ha dicho que juzguemos por los frutos (Matt 7, 16). Nuestros amigos deben
ser escogidos, no sólo por el fruto de sus propias vidas, sino también por el
fruto que obtenemos con ellos. Podríamos llegar a algún concepto sobre la
Voluntad de Dios con relación al trabajo, por los talentos que Dios nos ha
dado. ¿Qué clase de trabajo es el que mejor se me
acomoda y el que me hace feliz? Si no estamos seguros, entonces debemos
experimentar con varios tipos de trabajo hasta que lleguemos a cierta
“conciencia” de que eso o aquello es lo que mejor hacemos.
Sucede,
sin embargo, que en ocasiones vivimos en una determinada situación que se
origina por nuestras propias debilidades, errores, decisiones equivocadas y las
malas intenciones de quienes nos rodean. ¿Dónde está la Voluntad de Dios en
eso? Si hemos rezado y no tenemos una solución a la mano, si hemos tratado de
cambiar lo que estaba a nuestro alcance y las cosas sólo se han puesto peor,
entonces podemos estar seguros de que el crecimiento en la paciencia es la
Voluntad de Dios, al menos por el momento. La oración continua nos dará
fortaleza y ésta a su vez perseverancia y ésta, esperanza que no será vana.
San Pablo
dijo a los Corintios lo siguiente: “Tenemos
problemas en todos lados, no veo respuesta a nuestros problemas, pero no
decaigo”. (2 Cor, 4:8) Incluso un alma especialmente escogida como la de
Pablo tuvo momentos en los que la Voluntad de Dios no estaba clara, cuando todo
parecía imposible. Esta es la razón por la que un día Pablo le pidió al Señor
que lo liberase de la multitud de dificultades que tenía. Comenzó a pensar que
la Voluntad de Dios no estaba sólo en las pruebas, debilidades, insultos,
persecuciones y en las agonías del Apostolado (2 Cor 12,10). Tres veces
solicitó el alivio y la respuesta que recibió es que si eso le estaba pasando,
se debía a que la voluntad de Dios obtendría algo bueno de allí. "Mi gracia" le contestó Jesús a Pablo "es suficiente para ti, mi fortaleza se muestra en tu
debilidad". (2 Cor. 12,9) Pablo se alegró con esta respuesta. No
pudo aplacar sus penas con eso, pero saber que la gracia de Dios estaba con él
lo hizo decir “debo estar muy feliz porque mi
debilidad permite que la fortaleza de Cristo esté sobre mí”. (2 Cor.
12,10)
Esta es
la diferencia entre un pagano y un cristiano. Para un pagano el dolor no tiene
sentido. Como resultado vive una vida de soledad y frustración. El cristiano
puede experimentar las mismas pruebas que un pagano y nunca perder la alegría.
Ve la voluntad de Dios en ellas, ve la oportunidad de ser como Jesús, de darle
gloria en el Reino. Las pruebas para el pagano incrementan la desesperanza y
alumbran al cristiano que comparte el yugo de Jesús.
Muchos se
hacen la pregunta: ¿Cómo sé cuál es la Voluntad de
Dios para mí? La respuesta es simple: “Si
sucede, es voluntad de Dios. No es relevante si Lo ordena o si Lo permite, nada
nos sucede si Él no lo ha visto de antemano, teniendo en cuenta el bien que se
obtendrá de ello y esperando Su sello de aprobación. La Voluntad de Dios para
nosotros está en los deberes y experiencias del presente. Sólo tenemos que
aceptarlos y tratar de ser como Jesús en ellos. Cuando Jesús no le respondió a
Pilatos, Pilatos le dijo "No me hablas, seguramente debes saber que tengo
el poder de crucificarte” (Jn. 19,10)
La
respuesta de Jesús nos muestra claramente que siempre contemplaba la Voluntad
del Padre, justa o injusta. "No tendrías poder
sobre Mí, si no te hubiera sido otorgado de lo alto”. (Jn 15,11). Jesús
vio al Padre en una debilidad, un juez injusto. ¿Cuántos
de nosotros tenemos esa clase de confianza, esa clase de visión?
San Pedro
alienta al cristiano de su época para que “acepte
la autoridad de toda institución social, al emperador como suprema autoridad
entre los gobernadores... Dios quiere que seamos buenos ciudadanos... que
respetemos a todos... y que demos honor al emperador” (1 Pedro 2:13-16).
Todos
somos conscientes del hecho que Pedro estaba hablando de Nerón, cuya maldad era
harto conocida. Sin embargo, sigue adelante sin decir que si la autoridad legal
exige el rechazo de Dios o de sus mandamientos, debemos elegir a Dios por
encima de todo. Dios no nos ha redimido para colocarnos en una especie de
utopía terrena. Nos ha redimido para darnos un reino, para convertirnos en sus
hijos adoptivos, para darnos su felicidad eterna, para ser testigos en el mundo
de la existencia de otra vida y para probar con nuestra conversión personal que
Jesús es el Hijo de Dios.
San Pablo nos asegura que todo el sufrimiento en el mundo es nada
comparado con la gloria que está por venir (Rom.
8,18)
Todo
momento de la vida es como un sacramento en el que podemos recibir a Dios. Es
el canal mediante el cual Dios nos habla, nos forma y se dirige a nosotros.
Sólo tenemos que aceptar los deberes del momento presente para encontrar la
Voluntad de Dios. Estamos impedidos de respirar este aire sobrenatural por el
hecho que vemos personas y circunstancias producto de la malicia o el
temperamento de otros. Ellos se convierten en obstáculos en nuestro camino y no
nos dejan ver a Dios.
No
podemos ver a Dios en las acciones de estas personas porque se oponen a lo que
ordena Su Voluntad. A pesar de ello, podemos ver a Dios a través de estas
acciones; como cuando vemos a un amigo cercano en medio de una espesa niebla.
En esa niebla es posible que nos resbalemos y caigamos, es posible también que
lloremos y que nos desesperemos a veces, pero la Imagen que vimos nos lleva a
la luz más grande que está al final de la niebla, más allá de todo.
El
secreto, entonces, para encontrar la Voluntad de Dios está en verLo en el
presente y responder a Su presencia de la manera más amorosa que podamos. Hace
falta un poco de esfuerzo para ver a Dios en todo, como Jesús, que lo hizo y
con su obediencia nos ganó la salvación.
Hay veces
en las que necesitamos decisiones inmediatas —ocasiones en las que difícilmente
podemos rezar por el poco tiempo que tenemos. En esas circunstancias podemos
estar seguros que si nuestro corazón ha estado con Dios hasta ese momento,
tomaremos la decisión correcta. Si fallamos, nuestra esperanza en Su amor, nos
asegura que algo bueno se obtendrá de la experiencia vivida.
Dios no
quiere que estemos preocupados por el ayer y el mañana. En el evangelio de San
Mateo leemos que Jesús dijo "No te preocupes
por el mañana, el mañana se preocupará por sí mismo. Cada día hay suficiente para
preocuparse” (Mt. 6,33-34). Aquí vemos una llamada de Jesús para que
vivamos el presente. Jesús no nos está diciendo que como cristianos debemos
estar libres de problemas. Nos está pidiendo que compartamos nuestro yugo con
Él y que lo hagamos siempre, minuto a minuto. Si nos ejercitamos en esta forma
de vida, podremos ver Su Voluntad y tendremos la fuerza necesaria para
cumplirla.
No hay
manual ni reglas a seguir para conocer la Voluntad de Dios en nuestras
decisiones. El intelecto dado por el Padre y el discernimiento dado por el
Espíritu que está en nuestros corazones, nos darán las herramientas necesarias
para que nuestras decisiones sean mejores; aunque a veces Su Voluntad permita
que fracasemos, para ejercitar nuestra fe, incrementar nuestra esperanza y
descubrirlo como nuestro amigo en tiempos de necesidad.
Habrá
ocasiones en las que Su Voluntad esté nublada en nuestras mentes y el camino a
seguir sea tan incierto que nos veamos forzados a escoger lo que menos dudas
nos genera... y esperar que suceda lo mejor. Nuestra paz en estas
circunstancias viene de la profunda certeza que vive aún entre nosotros sus
hijos que Dios es nuestro padre y que se hará cargo de nosotros.
Dios no es el tirano. Está satisfecho con el esfuerzo sincero de sus hijos para conocer y cumplir Su Voluntad, que será coronado con el éxito aunque todo parezca perdido.
ORACIÓN
Señor y Padre, permite que tu Santo Espíritu me
llene con la conciencia de tu Voluntad en este momento. Quiero ver Tu
Providencia, Tu guía y Tu gracia en mi vida diaria. Perdóname cuando me rebelo
por las ocasiones en las que me parece que tu Voluntad me parece difícil de
cumplir. Mi vida está plagada de mi propia voluntad y egoísmo. Mi corazón no
está listo para el sacrificio y mi mente rechaza lo que no puede comprender.
Permite que tu misericordia me rodee y que me llene con tu luz. Permíteme ver
con claridad la sapiencia detrás de todo lo que permites y el amor en todo lo
que ordenas. Que nuestras voluntades se hagan una sola para que haga en esta
vida lo que debo hacer para alcanzar la eternidad, perfectamente unido a Tu
voluntad.
Cortesía de nuestros amigos y
aliados: EWTN "Mini libros de Madre Angélica"
No hay comentarios:
Publicar un comentario