En la imagen del niño Dios se revela también la dignidad del ser humano.
Por: Pbro. José Manuel Suazo Reyes | Fuente:
Semanario Alégrate
Las lecturas bíblicas que se proclaman en este último domingo del Adviento, en
la liturgia de la Iglesia Católica, son una clara invitación a contemplar el
misterio que celebramos en la Navidad, a saber EL
NACIMIENTO DEL HIJO DE DIOS. Aquí las principales afirmaciones que
encontramos en los textos bíblicos de este domingo:
La Virgen María
aparece como la mujer escogida para ser la madre del Hijo de Dios. María y su
concepción virginal llevan a plenitud la promesa que Dios hizo en el pasado a
través del profeta Isaías (Cfr Is 7, 14). Ella nos ha dado
al EMMANUEL, Dios con nosotros.
La concepción y el nacimiento de
Jesús son un prodigio divino, así se revela en el evangelio que escucharemos
este domingo (Mt 1, 18-24). La encarnación del Hijo de Dios se llevó a cabo por
Dios mismo. “Ella ha concebido por obra del
Espíritu Santo”. “Él salvará a su pueblo de sus pecados”. El único que
puede hacer todo esto es Dios, nadie más.
Una de las figuras importantes de
este domingo lo constituye sin duda san José, el esposo de la Virgen María. El
evangelio lo define como un hombre justo. Para la Biblia, un hombre justo es
equivalente a un hombre sabio y santo. Porque San José es un hombre justo,
entiende el mensaje del Ángel de Dios y termina haciendo la voluntad de Dios.
Es esta justicia la que lo impulsa a proceder así con la Virgen María, “resolvió repudiarla en secreto” (cfr Mt 1,19).
Tomando en cuenta este contexto
tenemos ahora una hermosa oportunidad para colocarnos frente a los nacimientos
y reconocer las enseñanzas que ahí se nos transmiten. Los nacimientos que hemos
colocado en nuestras casas, que vemos en lugares públicos o en los centros
comerciales son como un libro en el que encontramos muchas verdades. Las
figuras representadas de la Sagrada Familia, los pastores, los magos de
oriente, los ángeles, los animales, la naturaleza, el ambiente de un pesebre
adquieren voz y tienen un bello mensaje para nosotros.
El Nacimiento nos habla en primer
lugar del amor de Dios. Así lo expresa el evangelista Juan cuando dice: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su hijo único
para que el que crea en él tenga vida eterna” (Jn 3, 16). Viendo el
nacimiento pensamos inmediatamente hasta dónde ha llegado el amor de Dios por
nosotros. Dios no se avergüenza de su criatura, el ser humano, se acerca a él
para redimirlo.
En el portal de Belén encontramos
la gramática del ser humano, en él se nos revela el valor de la familia y de la
vida humana. La familia es tan importante para la persona que hasta el hijo de
Dios quiso nacer en el seno de un hogar. La vida humana es sagrada, así lo
revela la imagen del niño Dios que aparece acostado en un pesebre junto a María
y José, observamos además cómo la vida de un niño necesita ser cuidada y
protegida por sus padres porque la vida es frágil y breve.
En la imagen del niño Dios se
revela también la dignidad del ser humano, el ser humano ha sido creado a
imagen y semejanza de Dios, goza de libertad e inteligencia, es capaz de amar y
diseñar su propio futuro. El hombre es una criatura que depende de Dios, que
colabora con él y que aprende de sus mandamientos.
En los nacimientos observamos
además cuales son las actitudes con las que hay que acercarse al hijo de Dios.
Es la actitud del reconocimiento y adoración de los pastores, del ofrecimiento
de lo mejor de nosotros como viene representado en los reyes magos; vemos
además representada la obra maravillosa de la creación, la naturaleza animal y
vegetal, todo se armoniza para recibir al hijo de Dios que nace pobre y fue
acostado en un pesebre.
¡Gloria a Dios en las
alturas y paz a los hombres de buena voluntad!
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