PREGUNTAN A LA EXPERTA Y AUTORA DE «EL FIN DE LA MUJER» POR EL «FEMINISMO CATÓLICO»: «NO ES POSIBLE»
W.I.T.C.H. es uno de los colectivos feministas más
representativos de Estados Unidos y México. Se fundó en 1968 y estaban
inspiradas por las tácticas y estéticas del aquelarre y la historia de la
brujería.
En el imaginario colectivo de
millones de católicos en todo el mundo, e incluso en el prototipo de occidental
del siglo XXI, pervive la narrativa del Génesis en la que la serpiente ofreció
a Eva comer del fruto prohibido, lo que conllevó la expulsión definitiva del
paraíso y la gracia de los primeros padres.
Pero, ¿y si Lucifer
fuese el liberador de la mujer y Eva la heroína que se atreviese a enfrentarse al tiránico patriarcado de
Dios?
Cuando la escritora católica
Carrie Gress tuvo conocimiento de esta visión -propuesta por el académico Per Faxneld en Satanic Feminism- estaba
convencida de que el autor lo planteaba de forma crítica.
Pronto supo que, como "feminista prosatánico", defendía aquella
torsión del Génesis. Y acababa de abrirle a la autora de "Teología del hogar" un nuevo camino de
investigación guiado por varias preguntas: ¿Y si la primera
ola del feminismo no fuese lo que se cree? ¿Cuáles son sus orígenes?
Parte de las respuestas que
encontró fueron publicadas por Gress en su último libro, The End of Woman (El fin de la mujer).
No es la primera incursión de la escritora estadounidense en el feminismo,
uniéndose a otras publicaciones como The anti-Mary exposed y decenas de artículos al
respecto.
Uno de sus últimos escritos,
publicados en National Catholic Register,
proporcionaba algunos retazos y reflexiones sobre unos orígenes ocultistas del
feminismo que a muchos les costaría creer. Para Gress, sin embargo, una
imagen vale más que mil palabras, y plasma una realidad que podría sonar lejana
y extravagante con tres mujeres mundialmente
conocidas que hoy presumen de integrar la brujería, como son Millie Bobbie Brown, Gisele Bündchen y
Vanessa Hudgens. Lo cierto es que un breve vistazo a redes como Tik Tok o
Instagram arroja una presencia de la "aquelarres" feministas nada
desdeñable.
Para Gress, el surgimiento de
estos aquelarres en ciudades grandes o pequeñas es solo una rama más de "lo oculto" cuya demanda "está aumentando", lo que también se muestra en el máster en magia y ciencias ocultas de la prestigiosa Universidad de Exeter
(Reino Unido). Pero aunque aparentemente encontramos en una "nueva moda", para la escritora es algo
tan antiguo "como la vida misma".
En el caso del feminismo, afirma
sin dudar como "la mayoría de las principales
líderes feministas desde el inicio del movimiento" han practicado
el ocultismo.
CYTHNA,
LA "HERMANASTRA" DE FRANKENSTEIN ENAMORADA DE LUCIFER
Invitada al canal de Ángela
Erickson, explicó como tres pilares del feminismo -según ella, lo oculto, la
destrucción del patriarcado y el amor libre- se dan la mano en la obra de Percy Shelley -marido
de la célebre autora de Frankenstein- y autor de Laon
and Cythna (1817). Una obra que escribió fuertemente
influido por feministas como Mary Wollstonecraft (madre de Mary Shelley) y anarquistas
como William Godwin, para quien el matrimonio "surge de la peor de las leyes y es la peor forma de
propiedad".
Solo así se entiende el llamado
de Laon and Cythna a la "revolución
de las mujeres" en la que "no hay
monogamia, matrimonio o referencia a la naturaleza humana", creando a la "primera
mujer independiente" de la literatura -Cythna- separada de su
marido e hijos y sin más relación que "con
Satanás".
Una de las primeras propuestas
literarias de lo que hoy se podría llamar una "mujer
empoderada" surge, según Gress, de un autor para el que el ocultismo tenía una preponderancia vital, pues llegó incluso a
pasar una noche bajo tierra buscando "entrar
en contacto con el diablo" o a ofrecer una nueva versión del
Génesis como la mencionada, basada en El
paraíso perdido de Milton.
Una de las conclusiones de Gress
tras su investigación no es únicamente la raíz ocultista del feminismo, sino
que en el caso de Shelley, en sus mismos orígenes no se encontraba la pregunta
de "cómo ayudar a la mujer", sino
la de "cómo ayudamos a las mujeres a parecerse más a
los hombres". La primera respuesta que se ofreció fue la
de "una mujer idealizada que trata de ser el
hombre narcisista, egoísta y ensimismado que nadie querría en su vida", y las
siguientes líderes feministas la asumieron.
DEL
ESPIRITUALISMO DE STANTON AL HERMETISMO DE KINGSFORD
Fue el caso de Elizabeth Cady Stanton, una de las primeras líderes feministas
estadounidenses y estrechamente involucrada con el espiritualismo del Segundo Gran Despertar.
El espiritualismo llegó
a reemplazar el calvinismo que profesó en su juventud y encajó "perfectamente con el movimiento feminista" impulsado por Stanton.
"Vio el
espiritualismo como una gran oportunidad para las mujeres", explica, pues "eliminaba por completo a
los hombres como mediadores entre los mundos material y espiritual. Las mujeres
podían invocar fácilmente a los muertos. Ya no necesitaban a un sacerdote, solo
un grupo de mujeres sentadas alrededor de una mesa". Aquella
tendencia degeneró en una personalidad problemática, por la que Stanton
acabaría transformándose en una personalidad anticristiana o escribiendo su
famosa The Woman's Bible (La Biblia
de las mujeres).
Con el tiempo, el ocultismo
practicado por las líderes feministas de las siguientes décadas y siglos harían
que el de la primera ola pareciese inocente.
También representativo de esta
conexión entre feminismo y ocultismo es el caso de Anna Kingsford. Nacida en 1846 en Inglaterra, trató de combinar
su primera fe católica con su entrada en el espiritualismo victoriano.
Terminó apartándose de su fe, tras denunciar lo que creía un mal uso de los
textos bíblicos por el cristianismo y cómo este
debía desligarse de la tradición y el clero. Pronto captó la atención de la Sociedad Teosófica
fundada por Madame Blavatsky, siendo elegida presidente. No duró mucho:
separada de la sociedad, fundó la Sociedad Hermética en 1884. Como ocultista,
su influencia fue crítica en el movimiento espiritual femenino decimonónico,
pero también posteriormente en figuras como la de Alesteir Crowley.
Anna Kingsford, esotérica es cristiana,
feminista contemporánea de la teósofa Blavatsky y fundadora de la Sociedad
Hermética.
Así lo muestra el de segunda ola,
que "se adentró aún más en las artes
oscuras", como hace el libro The
Sisterhood is power, de la feminista Robin Morgan,
que incluye "hechizos para uso diario o de
emergencia". La confesión de Mallory Millett sobre su hermana, la
líder feminista Kate Millett, y "la noche que pasó junto a 11 amigas alrededor de
una mesa desnudas con cuchillos y cuencos mientras una serpiente se deslizaba
alrededor de ellas" es otra de las anécdotas que, según Gress "no son casos aislados".
¿ES
POSIBLE UN FEMINISMO CATÓLICO?
Al concluir su conversación,
Angela Erickson pregunta a Gress por lo idóneo de denominarse "feminista católica" o, al menos, de
integrar ambas cosmovisiones.
Hasta no hacía mucho, responde
Gress, "creía que el feminismo de la primera ola era
puro" y que, como católica, "realmente
podía abrazarlo".
"Cuando
comencé a profundizar y ver lo que realmente era, me quedé estupefacta,
pensando: ¿esto es realmente el feminismo y nadie lo sabe ni habla de ello?
¿Por qué lo hemos aceptado y cuáles son las partes que realmente podemos
aceptar?", se preguntaba.
Hoy, la escritora reconoce la
labor de quienes pretenden "recuperar el
feminismo y convertirlo en otra cosa", pero en su opinión, está muy
lejos de ser "una fuerza para el bien en la
vida de las mujeres". Para ella, términos como
"feminismo católico" no solo son irreconciliables, sino que
"confunden y dañan".
A finales de este verano, la
periodista de National
Catholic Register Sue
Ellen Browder le preguntaba por las
posibilidades que podría presentar a los católicos el hecho de recuperar o
apropiarse en el plano mediático el término de feminismo. Gress fue tajante
sobre una tesis que prueba en The End of Woman :"No es posible".
"Las
brillantes promesas del feminismo, al igual que el ocultismo, no coinciden con
lo que realmente ofrecen. Tenemos que mirar el buen fruto, y el feminismo no lo
ha dado. Entiendo el impulso de querer encontrar puntos en común, pero, ¿y si
en lugar de tratar de encajar nuestra fe en la popularidad [del feminismo],
ofrecemos a la gente algo totalmente diferente, más hermoso y
convincente y que se adapta a nuestra naturaleza humana?".
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