La gratitud, al mismo tiempo que nos aleja del mal, nos lleva a la fidelidad, a la entrega, a la búsqueda del bien y de la justicia.
Por: Fernando Pascual, L.C. | Fuente: Virtudes y Valores
Hemos recibido regalos maravillosos de Dios: su misericordia, su Amor, su Hijo. Esta verdad toca el corazón de cada bautizado, es el centro de nuestra fe, enciende la esperanza, alimenta la caridad.
Cuando abrimos el alma a los dones de Dios, cuando reconocemos que nos libró
del pecado, que nos sacó de las tinieblas, que nos condujo a la luz, que nos
abrió las puertas del cielo, surge casi espontánea, gozosa, la gratitud.
Desde la gratitud, ¡qué fácil sería vivir los
mandamientos, huir del pecado, enraizar en el amor! Porque un corazón
agradecido busca maneras concretas para corresponder a quien nos lo ha dado
todo.
Vivir a fondo la gratitud nos aparta, por lo tanto, del mal. Muchos de nuestros
pecados surgen porque no somos plenamente agradecidos. En otras palabras, casi
no haría falta la penitencia (confesión) si viviésemos a fondo la gratitud.
El Concilio de Trento lo explicaba así: “Si
tuviesen todos los reengendrados tanto agradecimiento a Dios, que
constantemente conservasen la santidad que por su beneficio y gracia recibieron
en el Bautismo; no habría sido necesario que se hubiese instituido otro
sacramento distinto de este, para lograr el perdón de los pecados” (Los
sacramentos de la penitencia y de la extremaunción, capítulo 1).
La debilidad humana, unida a tantas distracciones que nos impiden reconocer y
agradecer a fondo lo que significa ser redimidos, explica ese pecado que nos
aparta de Dios, que nos hace ofender al prójimo, que nos destruye internamente.
Por eso, uno de los mejores antídotos contra el pecado radica precisamente en
la gratitud. La invitación de san Pablo vale para cada generación cristiana: “Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite en
vosotros con toda su riqueza; instruíos y amonestaos con toda sabiduría, cantad
agradecidos, himnos y cánticos inspirados. Y todo cuanto hagáis, de palabra y
de boca, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio
a Dios Padre” (Col 3,15b-17).
La gratitud, al mismo tiempo que nos aleja del mal, nos lleva a la fidelidad, a
la entrega, a la búsqueda del bien y de la justicia. Quien es agradecido, no
traiciona al Amigo.
Somos fieles, perseveramos firme en la fe, avanzamos en el amor, si
continuamente damos gracias a Dios “porque es
bueno, porque es eterna su misericordia” (Sal 118).
No hay comentarios:
Publicar un comentario