PASTORES GREGIS OFRECE UN CURSO SOBRE LIDERAZGO Y CONVERSIÓN PASTORAL DIRIGIDO A SACERDOTES
El curso Pastores Gregis anima a los sacerdotes,
les da herramientas y los refuerza en su voluntad evangelizadora
¿Cómo puede
mantener el equilibrio un sacerdote en su ministerio ante las exigencias del
trabajo pastoral de hoy en día? En ReL hemos consultado a Tote
Barrera y Cristy Salcedo cocreadores
de Pastores Gregis, un curso
sobre liderazgo, cambio y conversión pastoral dirigido a sacerdotes "que anhelan la transformación de su
parroquia”.
Este matrimonio tiene una gran
experiencia como promotores de la Nueva Evangelización en España, a partir de
su trabajo de muchos años liderando el método
de evangelización Alpha lo
que los ha llevado a trabajar con parroquias y diócesis de todo el país.
En la actualidad, forman parte del grupo de trabajo de
la recién creada Comisión de Primer Anuncio de la Conferencia Episcopal
Española que reúne expertos de diferentes realidades de evangelización de
nuestro país.
En el curso de sacerdotes que imparten, tienen la ocasión de conocer todo
tipo de realidades pastorales, desde la del cura de una gran ciudad, hasta el
párroco rural que tiene que llevar varias parroquias a la vez. Fruto de esta
experiencia, han querido compartir con nosotros algunas observaciones acerca de lo que hace que un sacerdote se sienta realizado en su
ministerio.
***
SIETE
FACTORES PARA QUE UN SACERDOTE SEA FELIZ EN SU MINISTERIO
En los últimos tiempos oímos
demasiado a menudo noticias de sacerdotes desanimados en su ministerio, y bien
sabemos lo que duele a toda la Iglesia cuando uno de ellos abandona su
ministerio. A veces, ocurre lo que el P. Mallon define como “abandonar quedándose” y vemos sacerdotes desconectados que cumplen maquinalmente con su trabajo, como quien aguanta un chaparrón, resignados a
una vida ministerial cuya pasión parece haberse extinguido.
Tote Barrera y Cristina
Salcedo recibieron el Premio ReL 2020 en la categoría de Nueva
Evangelización.
Son tiempos de cambio y de
crisis, en los que todos sentimos el dolor de ver el declive de la Iglesia de
la cristiandad y estamos en medio de los dolores de parto de dar a luz la
Iglesia de la misión que estamos llamados a ser.
En medio de todo esto, ¿hay motivos para la esperanza y ejemplos en los que
fijarnos? ¿Tenemos las
ideas claras sobre los factores que hacen que un sacerdote se sienta realizado
en su vocación y su misión particular?
Alguien definió la felicidad como
tener la dicha de estar en tu sitio y si puede ser, saberlo. En otras palabras,
para sentirse realizado en la vida, simplemente hay que cumplir tu propósito
—tu vocación— o al menos estar en el camino de intentarlo. Así, ser feliz no es un sentimiento, ni que te vayan bien las
cosas como quien tiene éxito humano,
sino simplemente tender a estar en tu sitio en la vida, sabiendo quién
eres y a dónde vas.
En nuestra experiencia
impartiendo el curso para sacerdotes Pastores Gregis Christi tenemos
el privilegio de conocer a muchos sacerdotes que buscan profundizar en su
vocación y su misión. En todos estos años de trabajo para la Iglesia, hemos observado unos factores en común entre
todos los sacerdotes que se sienten realizados en su
ministerio.
Aquí enumeramos algunos de los factores que se
observan frecuentemente entre estos sacerdotes:
1.-
EJERCER DE CURA
Parece de Perogrullo, pero cuando
al principio de nuestro
curso encuestamos a
los sacerdotes para saber cuántas horas semanales dedican a sus funciones
sacerdotales nos encontramos con una sorprendente estadística que nos dice que
muchos apenas llegan a un 30% de su tiempo dedicado a acompañar, predicar y
celebrar sacramentos cada semana. Si bien su vocación es al “triple munus”, el cual comprende la función real (guiar/liderar al
pueblo), la sacerdotal (santificar/celebrar) y la profética
(anunciar/predicar), muchas veces las labores
administrativas, de gestión de la parroquia y de hombre orquesta, se comen
hasta el 70% del tiempo del sacerdote.
Obviamente, también entre los
sacerdotes hay una variedad de vocaciones y encargos pastorales, y no podemos
reducir a todos a un solo estilo o modo de ejercer el sacerdocio. Pero lo que
está claro es que cuanto más puede ejercer un
sacerdote como lo que es, más afianzado está en su vocación y su misión.
2.-
TENER COMUNIDAD
Los sacerdotes religiosos lo
tienen más fácil, pero los diocesanos parece que han sido programados
para vivir solos, sin apenas verificarse con nadie.
La comunidad puede tener muchas
expresiones. La primera comunidad del sacerdote son sus hermanos de
presbiterio, pero su parroquia también debe ser
su comunidad, un
lugar donde dar, pero también un lugar donde recibir como cristiano (como decía
san Agustín: “Obispo para vosotros, cristiano con
vosotros”).
Sabemos de sacerdotes en
fraternidades sacerdotales, movimientos y asociaciones. También los hay que se
reúnen semanalmente con hermanos en su arciprestazgo. Incluso hay “reuniones clandestinas” de sacerdotes de
diferentes diócesis que quedan para alentarse y soñar con la evangelización. En
Francia, las parroquias las asumen equipos de sacerdotes o comunidades con
todas las vocaciones (laicos, religiosos y sacerdotes).
¿Hasta cuándo
seguiremos con el paradigma de preparar a los sacerdotes para estar solos,
cuando a todas luces su fe languidece y su fortaleza se debilita cuando no
están insertados en una vivencia comunitaria equilibrada? Tener
algún tipo de comunidad es algo que da mucha luz a quienes lo practican (y no solo es estar bien rodeado, es exponerse a rendir cuentas y ser
corregido).
3.-
PATERNIDAD EPISCOPAL Y MENTORÍA
La Iglesia es una familia donde
todos somos hijos. Los sacerdotes están en la
posición de ser padre de todos; pero, ¿qué padre puede serlo sin el ejemplo de
haber sido antes hijo? A veces da la sensación de que vivir
como hijo está limitado al tiempo del seminario, y solo se ve una continuidad
después en algunas diócesis pequeñas donde la inmediatez del obispo le permite
seguir ejerciendo esta paternidad una vez los polluelos han volado del nido.
Pero, ¿en
cuántas diócesis la figura del obispo está distante y se le critica a sus
espaldas por parecer ser un mero administrador? Aunque se entienda la complejidad
de la labor de los obispos en la actualidad, en el fondo lo que los sacerdotes anhelan es la figura de un padre de
quien se sientan colaboradores cercanos no solo en la teoría sino en la
práctica.
Y donde esto no es posible, siempre hay figuras intermedias, llámense vicarios o lo que se
quiera, que pueden ejercer esta labor de comunión y paternidad tan necesaria.
En nuestra experiencia, los
sacerdotes que encuentran esta paternidad en la figura de un mentor (un obispo
o un sacerdote que peine canas, haya sido ejemplo y sea un confidente) se sienten acompañados y tienen un marco para crecer en su ministerio.
4.-
ESTAR EN SU SITIO
Efesios 4,11 describe cómo Dios
constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros
pastores y a otros maestros. Tradicionalmente en la Iglesia se ha leído este
pasaje en clave de las maneras de ser/actuar de los sacerdotes.
La realidad es que
no todo el mundo sirve para lo mismo, y a
veces a quien es maestro, no se le da igual de bien ser pastor; o al apóstol le
mata estar todos los domingos en el mismo sitio, como San Pablo no podía
estarse quieto en una iglesia más allá de unos meses.
En la Iglesia tenemos quienes
están llamados a ser apóstoles (misioneros), quienes tienen don para anunciar
(evangelistas), quienes saben enseñar (maestros) y quienes gustan de predicar
con la palabra y las obras (profetas). Por supuesto, también asociamos al
sacerdote con quienes son pastores (de hombres, no de ovejas). Pero es difícil que una sola persona pueda hacer bien las cinco cosas a la vez,
por más que tenga la gracia de estado.
Los sacerdotes que
se sienten más realizados son los que pueden desarrollar los dones que tienen
en su ministerio concreto. Esto no es óbice para que a veces
les toque bailar con la que peor se les da, y habrá que ejercer el ministerio
en áreas que no se les den bien por naturaleza. Les pasa hasta a los obispos
(recuerdo un obispo que en una comida que tuvimos añoraba sus tiempos de
profesor en la facultad).
Son tiempos de escasez y todos
tienen que hacer de todo, pero eso no quita para que intentemos encajar a cada
uno donde Dios le ha hecho más válido. ¿Está mal que un sacerdote le
pida a su obispo que le ponga donde mejor cree que va a encajar? ¿Son los obispos sensibles a esto a la hora de
asignar parroquias y formar equipos de sacerdotes? ¿Se conoce a sí mismo lo
suficiente un sacerdote como para saber dónde encaja? ¿Le conocen lo suficiente
en la diócesis?
5.-
RELACIÓN CON DIOS Y ORACIÓN
También esto suena obvio, pero es
que cuando un sacerdote vive volcado para fuera y se pasa la vida de
celebración en celebración, resolviendo urgencias por todos lados, y no dando
abasto, muchas veces lo que se resiente es la oración
personal por agobio, descuido o enfriamiento.
Aquí lo de los jesuitas (contemplativos en la acción) puede ser de plena
aplicación, pero recordemos que un jesuita siempre ha tenido por norma una hora
diaria de oración personal, además del breviario y la Eucaristía.
No se trata de cuánto tiempo de
oración se hace, sino de cómo está la relación con el Señor. En otras palabras:
quien es padre, en la intimidad es discípulo, amigo e hijo. Una relación con
Dios viva y vibrante tiene como resultado un pastor equilibrado y confiado, que
es capaz de ir hasta el confín de la tierra en su misión porque sabe de quién
se ha fiado (2 Tim 1, 12).
6.-
CRECER CON LA PARROQUIA
La instrucción El presbítero, pastor y guía de la comunidad parroquial, dice en su punto 16 B): “El sacerdote está al
servicio de la comunidad, pero a su vez se encuentra sostenido por la
comunidad. Éste tiene necesidad de la aportación del laicado, no sólo para la
organización y la administración de su comunidad, sino también para la fe y la
caridad; existe una especie de ósmosis entre la fe del presbítero y la fe de los
otros fieles”.
Cuando una parroquia crece, el
sacerdote crece. Pero… si una parroquia no crece, ¿cómo
hará el sacerdote para crecer? Parece claro que la Iglesia es una
familia y que todos nos necesitamos a todos constantemente. Los sacerdotes no
son una excepción, y se sentirán parte de algo que
merece la pena en la medida en que vean que las cosas progresan, y
su fe crecerá en la medida en la que crezca la fe del pueblo.
Recuerdo cómo Alfonso López
Quintás decía, refiriéndose al matrimonio, que nadie está hecho para aguantar.
Se puede atravesar una crisis, se puede tener que tirar del carro una temporada
(incluso unos años). Pero en algún momento se tiene que recoger fruto para
alimentarse y continuar caminando. No se trata de tener éxito,
sino de recoger el fruto de fe, salvación y caridad que pide el Señor. Si el árbol crece, todos sus
miembros crecen.
7.-
TENER TIEMPO LIBRE
San Juan Pablo II hablaba del descanso como una obligación y era conocido que hasta se iba a esquiar de
vez en cuando.
Las Misioneras de la
Caridad dedican los jueves a estar en comunidad y retiradas,
cerrando por ese día sus comedores sociales y demás obras. En una obra tan
comprometida con las necesidades de los demás, es crucial poder realizar un
parón para recargar pilas y así tener algo que dar el resto de la semana.
Muchas veces, la autoimagen de
santidad, las responsabilidades y el vivir apagando fuegos, hacen que los
sacerdotes se salten su día de descanso o no lo
practiquen.
Resulta
contraintuitivo, pero es mejor estudiar seis horas
con descanso, que diez seguidas. En economía se llama teoría de la utilidad
decreciente. Qué le vamos a hacer, somos así, estamos hechos de manera que
necesitamos descansar.
En la Biblia aparece la figura
del sabático como reflejo del séptimo día, en el que Dios descansó.
En estos tiempos
complicados, nos sorprende la capacidad de algunos
sacerdotes para hallar descanso de las maneras más variadas. No es
que se tumben a la bartola; algunos descansan subiendo montañas y otros yéndose
a estudiar a Alemania los veranos. Otros tienen sus escapadas misioneras, o
contemplativas. Alguno conocemos que incluso se atreve a hacer sus pinitos
haciendo paellas.
Al final, todos ellos son conscientes de sus limitaciones y saben poner equilibrio en su ministerio entre lo divino y lo
humano.
Concluyendo: estos son algunos de los factores que identificamos como denominador común en muchos de los sacerdotes
que conocemos. Hay muchos más y el tema daría para muchos artículos, y
seguro que los lectores también pueden aportar alguno.
Artículo de
hemeroteca publicado el 28 de septiembre de 2021.
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