LA SOCIEDAD ESPAÑOLA NO TIENE UN PROBLEMA CON LA MUJER, SINO CON LA MATERNIDAD
Madre no hay más que una es
un documental alegre de Jesús García y Gospa
Arts (Hospitalarios,
2019; Medjugorje, 2021)
que nos lleva a lo cotidiano, a lo extraño y luego a lo sobrenatural
(incluyendo un milagro o curación asombrosa). Y todo se entremezcla de forma
curiosa.
Tener madre es cotidiano, casi todo el mundo tiene madre. En cambio, tener hijos, o conocer una madre joven con dos hijos o más, empieza a ser
cosa extraña en España. Las
españolas se casan con 35 años de media, y les da tiempo de tener un hijo antes
de perder su fertilidad. Desde 2015 en España hay más muertes que nacimientos.
Así que visitar las casas
de seis madres españolas que tienen entre 30 y 50 años, asaltadas por
varios niños, se parece a una experiencia antropológica,
casi, como conocer a las extrañas mujeres-jirafa de Tailandia. Y que la vida siga adelante,
con alegría, pese a que haya una total sensación de falta de control, es
sobrenatural, porque muchas de ellas han cedido el control a Dios y a la
Virgen.
La película no tiene nada que ver con un Me cambio de familia ni con un reality de decoración y
remodelación. Nada de A Ordenar con Marie
Kondo. No vamos a ver sus casas, jardines o salones, no nos van a
decir cómo se organizan, no nos van a dar recetas. El natural instinto
chafardero ("¿a ver cuántas
habitaciones tiene?, ah, claro, con cuarto para la ropa yo también me
organizaría") queda
completamente insatisfecho.
Aunque nos metemos en seis
hogares distintos, apenas vemos un par de habitaciones de refilón, y a los
maridos se los menciona con cariño pero de pasada. Sí vemos a cada niño
en un primer plano sonriente, a veces un poco desdentado: ellos
lo compensan todo. Es una apuesta también de los cineastas: mostrar niños hoy en España es contracultural y hasta antisistema.
Las protagonistas de la
película 'Madre no hay más que una' son 6 mamás con sus historias.
Jesús García Colomer y el
co-guionista Javier González Scheible lanzan unas cuantas preguntas peleonas a Blanca, Bea, Isa, Ana, María y Olatz,
cada una en su casa. Y les dejan hablar, y ellas tienen mucho que contar y lo
hacen con gracia y desparpajo.
Interesará a otras madres jóvenes
("dí que sí, chica, a mí también me paso"),
a madres ya crecidas ("en mi época también era
complicado, pero era distinto") y sobre todo abrirá los ojos a
muchas mujeres jóvenes aterradas con lo que en el día a día les dicen de la
vida adulta y matrimonial ("vaya,
parecen felices, no debe ser tan terrible", pensará
más de una).
Las madres de Madre No
Hay Más Que Una parecen muy felices pese a haber pasado cosas complicadas.
Volvamos a las exóticas
mujeres-jirafa. Las madres, trabajadoras o amas de casa, felices con varios
hijos pequeños, son más exóticas; no hay muchas en España, y aunque las que hay
en la vida real casi siempre son bastante felices, no nos las ofrecen en los
medios ni en las películas ni teleseries. Y las de esta película son a la vez profundas y divertidas.
Muchas chicas jóvenes de hoy
tienen sólo un hermano, o ninguno, y una tía, o ninguna, y uno o dos sobrinos,
como mucho. La maternidad es una cosa extraña y lejana que
"le pasó a mi madre, pero, vamos, porque es mi madre". No es algo normal y cotidiano.
Las quinceañeras de instituto hoy
no tienen montones de primas, tías y sobrinas entrando y saliendo en su casa,
como sí las tenían sus abuelas en el pueblo. Los bebés
son cosas extrañas y escasísimas y que de hecho dan bastante miedo. Por
eso, el gran mérito de esta película es acercar a ese público la maternidad de
hoy.
Queda claro que la maternidad no
es fácil. Que incluye abortos naturales, y duelo, e impotencia. Que incluye
niños que nacen enfermos, pero no tan enfermos como nos quieren hacer creer.
Que incluye preocuparse por los hijos, pero no tanto que paralice o haga
infeliz. Que incluye ir a defender una tesis doctoral con dos niñas pequeñas en
sillita y pachuchas. Que incluye renunciar a algunos aspectos laborales pero
ganar mucho más, aunque no en dinero. Que incluye saber priorizar.
Y que incluye,
paradójicamente, ganar libertad, porque con la
maternidad dejamos de lado lo accesorio y
se centra una en lo esencial. Toma Marie Kondo y su minimalismo.
Hacia el final de la película,
cuando ya hemos conocido a cada una de las seis protagonistas, sus retos, sus
dificultades, sus batallas, su coraje animoso, ellas nos
presentan a la Virgen. María es
varias personas a la vez. Ella es más Madre aún que ellas. Ellas miran a María intentando aprender, a veces a cuidar a un hijo,
otras veces a perder a un hijo. Ella
es también compañera. Y maestra en la fe, que es lo mismo que ser maestra en la
vida.
¿Cómo reaccionará el
público si se sienta a ver con tranquilidad y mente abierta esta película? Los chicos varones adolescentes -hemos hecho la prueba- se van
enseguida porque no les interesa nada el tema. Las chicas
adolescentes, sin embargo, quedarán cautivadas: esa maternidad es un planeta lleno de colorido,
extraño pero visitable.
A los padres de familia varones
nos parecerá una exploración de otras mujeres admirables que no sean nuestra
esposa: si somos creyentes, nos convenceremos una vez más del buen gusto de
Dios creando a la mujer, a muchas, muy distintas, cada una con su encanto.
Quizá sean las madres las que menos entiendan de la película ("pues claro, normal, es lo que hay, ¿por qué le
dedican una peli?").
Queda por hacer la prueba de poner la película a un grupo diverso de feministas de
izquierda, incluso woke, y darles la posibilidad de
expresarse y comentarla. ¿Quizá con las protagonistas cerca?
Recordemos: la maternidad es tan extraña ya como las
mujeres-jirafa y muchas feministas jamás la han explorado ni de lejos. Otras
solo han vivido experiencias patológicas de familia y no conciben una
maternidad feliz. Otras están en una cinta transportadora ideologizada y no se
han parado a pensar sobre el tema. Que nos avisen cuando se haga esta prueba,
queremos verlo. Daría para otro reality. ¡Usted puede
intentar hacer esta prueba con alguna amiga!
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