Sembrando Esperanza II. Lo que más nos detiene en la vida, no es lo que nos sucede, sino cómo reaccionamos a este hecho.
Por: P. Dennis Doren LC | Fuente: Catholic.net
Una hija le decía a su padre acerca de su vida y cómo las cosas le resultaban
tan difíciles, sentía que el mundo en que vivía era cada vez más complicado,
con nuevas exigencias. No sabía cómo hacer para seguir adelante, pues la
universidad se le hacía cada vez más demandante, la relación con el novio menos
formal y más superficial y en casa sentía que no se respiraba un ambiente de armonía
y respeto.
Estaba cansada de luchar y no veía soluciones a corto plazo. Parecía que cuando
solucionaba un problema, aparecía otro y otro y otro. Vivir así no valía la
pena.
Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres
ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte; pronto, el agua de las tres
ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la
última colocó granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra. La hija esperó
impacientemente preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte
minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un bowl;
sacó los huevos y los colocó en otro bowl; coló el café y lo puso en un tercer
bowl. Mirando a su hija le dijo:
"Mi querida princesita, ¿qué ves?",
"Zanahorias, huevos y café" fue su respuesta. Hizo que se
acercara y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban
blandas.
Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Al terminar de sacarle la
cáscara, observó el huevo duro; después, le pidió que probara el café.
Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.
Humildemente la hija preguntó: "¿Qué significa
esto, padre?"
Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma
diferente.
La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero
después de pasar por el agua hirviendo, se había vuelto débil y fácil de
deshacer.
El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior
líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había
endurecido.
Los granos de café, sin embargo, eran únicos; después de estar en el agua
hirviendo, habían cambiado al agua.
"¿Cuál eres tú?", le preguntó a su hija. "Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo
respondes?
¿Eres una zanahoria, un huevo o un grano de café?,
¿eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor
te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza, de forma que te dejas derrotar
fácilmente? ¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable, poseías un
espíritu fluido, pero después de un accidente, de la muerte de un ser querido o
amigo, de una separación o un despido, te has vuelto duro y desconfiado? por
fuera te ves igual, pero ¿eres amargado y áspero,
con un espíritu y un corazón endurecido? ¿O eres como un grano de café?, el
café cambia al agua hirviente, al elemento que le causa dolor. Cuando el agua
llega al punto de ebullición, el café alcanza su mejor sabor.
¿Eres como el grano de café, cuando las cosas se
ponen peor y tú reaccionas mejor, y haces que las cosas a tu alrededor mejoren?
¿Cómo manejas la adversidad?
¿Hasta qué punto sabes cambiar tu entorno? ¿hasta qué punto dejas que el agua
hirviendo de las circunstancias se enfríe?...
El cómo vivir cada una de ellas, depende absolutamente de ti. ¿Eres una
zanahoria, un huevo o un grano de café?...
"Lo que más nos priva del AMOR A LA VIDA no es lo que nos sucede, sino cómo
reaccionamos a este hecho".
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