Dios diseña la naturaleza y su funcionamiento de forma que sea el adecuado a sus designios: que el ser humano madure y crezca espiritualmente.
Por: Christian | Fuente: www.apologia21.com
Cuando hablamos del mal hay que hacer una diferencia clara entre los males
causados por el hombre (mal moral) y los males causados por la naturaleza (mal
físico). Los males causados por el hombre son producto del libre albedrío, y
eso es un principio sagrado que Dios respeta siempre, pues de lo contrario la
existencia del hombre no tendría sentido (¿para qué
crear una panda de marionetas sin voluntad?). Este tipo de mal ya lo
hemos explicado en el Apéndice A del artículo: ¿De verdad responde Dios a nuestras oraciones?
En este artículo nos encargaremos ahora del otro tipo de males, los males provocados por la naturaleza.
DAÑO NATURAL CAUSADO POR EL HOMBRE
Por un
lado tendríamos que diferenciar aquellos sucesos naturales en los que el hombre
tiene alguna responsabilidad y aquellos en los que no. Si un alpinista se va de
escalada a los Alpes y hay un alud, podemos decir que en la práctica de
cualquier deporte de riesgo hay un peligro libremente asumido por el individuo
y por tanto las desgracias que puedan afectarle son responsabilidad suya. Si
cerca de un millón de personas deciden libremente vivir sobre una falla a punto
de reventar, como San Francisco, y un día un enorme terremoto mata a cientos de
miles de personas, eso también es fruto del libre albedrío (y quizá de la
estupidez humana). Si la sobreexplotación de recursos, las guerras, la
deforestación, el cambio climático, producen hambrunas, inundaciones, sequías,
etc., eso también es fruto del hombre, cuya codicia, falta de justicia y amor
afecta no solo a otros hombres sino a la naturaleza entera. Así que cuando ves
en la televisión niños muriendo de hambre no te preguntes ¿cómo puede Dios permitir esto? Pregúntate más
bien ¿por qué la humanidad permite esto? y
piensa qué es lo que puedes hacer tú para ayudar a paliarlo (como mínimo orar).
No culpes a Dios de los desastres de los hombres, a Dios lo que es de Dios y al
César lo que es del César. No podemos querer ser libres y al mismo tiempo que
Dios nos impida hacer maldades. La libertad tiene un precio.
Pero por
otro lado hay también sufrimiento y muerte causado por la naturaleza sin que el
ser humano tenga nada que ver, y ahí podemos otra vez caer en la tentación de
culpar a Dios por haber producido ese sufrimiento o por no haberlo querido
evitar.
DAÑO NATURAL CAUSADO POR… DIOS?
El
universo que tenemos ahora no lo creó Dios como patio de recreo (eso será, es,
el Paraíso) sino como aulas de aprendizaje, y para madurar y crecer
espiritualmente es imprescindible convivir con el sufrimiento y la imperfección,
así que el presente universo imperfecto es perfecto para su función, lo que no
evita que Dios sufra con tu sufrimiento del mismo modo que un padre que envía a
su hijo pequeño a un campamento por primera vez, para que madure y se
independice un poco, sabe que el sufrimiento de su hijo por estar fuera de casa
no es en realidad un mal, sino un bien (por eso le envía allí), pero igualmente
sufrirá sabiendo que su hijo está sufriendo.
Cuando tú
sufres un acontecimiento traumático en tu vida, como por ejemplo la pérdida de
un hijo, parece que Dios ha decidido ese acontecimiento sin importarle tu
sufrimiento. Probablemente la respuesta es que esa desgracia viene determinada
porque en el diseño global para el universo, la vida de ese hijo se ha visto
condicionada por acontecimientos naturales que tenían que suceder, porque Dios
tuvo que hacerlo así para mantener el equilibro global del universo, el plan
divino, porque lo que le pase o no a cada uno influirá en las vidas de otras
personas y viceversa, así que mientras aquí el padre ve solo la muerte de su
hijo, Dios ha tenido que tener en cuenta miles, millones de factores a la hora
de planificar esos acontecimientos, y optó por el mal menor –aunque
probablemente para ese padre sin duda será “un mal
mayor” y excesivo que no estaba dispuesto a pagar, ni siquiera por el
bien de la humanidad. Pero Dios sí porque es padre de todos, no solo de uno.
Dios diseña la naturaleza y su funcionamiento de forma que el Diseño global sea el adecuado a sus designios (que buscan el bien de todos), y para ello tiene en cuenta todos los factores implicados. Sin embargo como el mundo es imperfecto continuamente los peligros nos acechan. Se pueden planificar esos acontecimientos de forma que el sufrimiento se minimice, pero sería imposible hacer un diseño que elimine el sufrimiento porque en ese caso el universo se convertiría en un sitio perfecto, el cielo, y entonces ya perdería la función que tiene de ser “escuela de almas”.
Esta perspectiva global es la que nos permite conjugar dos cosas que a menudo se consideran opuestas: si Dios nos ama y es omnipotente, ¿por qué permite que suframos?. Por supuesto a quien le toca sufrir puede que no le convenza mucho la idea, porque él se centra en su dolor, pero Dios sopesa el sufrimiento de la humanidad entera y ordena las cosas de la mejor forma posible para que ese sufrimiento global sea el mínimo posible dentro de la necesidad. Es por eso que podemos seguir creyendo en un Dios Padre omnipotente que nos ama y al mismo tiempo aceptar las palabras del profeta cuando dice:
¿No es acaso por mandato del Altísimo que acontecen
las cosas buenas y las calamidades? (Lamentaciones 3:38)
NOTA: observe que dice “calamidades” o “lo malo”, no “la
maldad (moral)”, aunque algunas traducciones lo presentan de modo que
parece que hablase del mal moral, lo cual no es posible porque entonces se
estaría negando el libre albedrío.
DIOS SACA BIEN DEL MAL
Dios no
desea el mal ni el sufrimiento, ni se alegra con ello, pero en su omnipotencia,
sabe convertir el mal en un instrumento útil a sus designios, usando el mal que
llega para crear un bien mayor, como cuando José, vendido como esclavo por sus
hermanos, les dice al darles el trigo, ya como virrey de Egipto:
Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios cambió
todo para bien, para hacer lo que hoy vemos, que es darle vida a mucha gente. (Génesis
50:20).
Eso por
supuesto no implica que el hombre no tenga libertad ni responsabilidad ante el
mal creado, del mismo modo que la traición de Judas resultó útil al plan de
Redención, y aún así dijo Jesús:
El Hijo
del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo
del hombre será entregado: más le valdría no haber nacido! (Mateo 26:24)
Aún lidiando con la imperfección del mundo (o más bien gracias a ella), Dios logra completar un diseño general en el que todo avanza hacia la salvación y la regeneración y en el que, en última instancia “todo es para nuestro bien” (Romanos 8:28). Y si alguien, en medio del sufrimiento, le reprocha a Dios que no lo elimine, que recuerde que Dios mismo tuvo que soportar ver morir a su Hijo inocente de la forma más cruel. ¿Acaso no pudo Dios evitarlo? Claro que sí, pero salvar a su hijo anularía el libre albedrío de sus enemigos y rompería el Diseño de Dios para la humanidad. Lo que hizo Dios fue convertir esa muerte injusta en un gran bien para el mundo, pero no evitó esa muerte porque las consecuencias negativas hubieran sido mayores que las positivas, y también porque esa fue su forma de solidarizarse con nuestro propio sufrimiento y demostrarnos hasta qué punto nos ama.
¡AY SI ME TOCA!
Pero esto
es la explicación filosófica de este asunto. Puede resultarle convincente o no,
pero lo que está claro es que cuando un drama personal le da a usted de lleno,
puede que ninguna teoría le traiga consuelo. Esto también es bueno. El
sufrimiento, creemos los cristianos, tiene un sentido, nos ayuda a crecer, o al
menos nos da la oportunidad de hacerlo, pero para que esa lección sea
aprovechada y aprendida cada uno tiene que procesarlo y asimilarlo de un modo
único y personal, como todas las grandes lecciones de la vida. Si pierdes a un
hijo en la guerra o en un accidente o enfermedad o terremoto o asesinato,
tendrás que buscar tu propia manera de encontrarle a ello algún sentido, y unos
culparán a Dios y se rebelarán contra Él, otros por el contrario encontrarán en
ese mismo Dios, que también perdió a su Hijo de forma atroz, el único consuelo
posible, otros pensarán que todo fue una desgraciada casualidad o mala fortuna
o lo que sea. Cada uno creará su propio camino dentro de ese sufrimiento y como
consecuencia cada uno logrará de ello su propio aprendizaje, que fortalecerá su
alma y lo acercará más a Dios o todo lo contrario. Ese proceso personal y
subjetivo necesario en la práctica, existe al margen de este proceso universal
y objetivo que estamos aquí intentando explicar conjugando la lógica y la
revelación. Este artículo se dirige a su cerebro, pero si es su corazón el que
en estos momentos sufre en exceso puede que nuestra teoría le resulte, en el
mejor de los casos, irrelevante. O tal vez no.
En
cualquier caso tenga presente que a veces Dios se sirve del sufrimiento para
ayudarnos a madurar, pero otras veces Dios no ha elegido que usted cargue con
ello, simplemente la línea de su vida se cruzó con las líneas de
acontecimientos cuya dirección no era posible cambiar so pena de causar un mal
mayor del que usted desearía haberse librado; es lo que podríamos describir en
cierto modo como “mala suerte”.
EN REALIDAD ¿LO MALO ES SIEMPRE MALO?
Alberto
de la Hera (revista Alfa y Omega) hace su propia reflexión sobre el tema de Dios y el mal y enfatiza una idea que nos
parece también fundamental: Lo que nosotros llamamos malo tiene en realidad
poco que ver con lo que realmente es malo desde la perspectiva de Dios. Para el
niño de 9 años tenerse que quedar en casa preparando un examen en vez de salir
a jugar con sus amigos puede ser percibido como algo malo, motivo de
sufrimiento, incluso como un castigo, pero sus padres, que tienen una
perspectiva mucho mayor, saben que eso es bueno para él y necesario. Pues si
entre la mentalidad de un niño y sus padres hay una diferencia tan radical a la
hora de percibir qué es bueno y qué es malo, imagínense qué diferencia no habrá
entre nuestra diminuta mentalidad y la mentalidad infinita de Dios. Por ejemplo
la muerte es nuestro nacimiento en el cielo, ¿es
eso malo?
CONCLUSIÓN
Dios
permite el mal físico y moral porque permite la imperfección y el libre
albedrío, pero no lo desea. Sin embargo Dios sabe valerse de ese mal para
llevar a cabo sus planes, así que podemos decir que transforma el mal en bien.
Además, ante el mal y el sufrimiento, el hombre tiene una oportunidad para
crecer, está en su mano saberla aprovechar bien o no. En realidad podríamos
decir que el sentido del mal es ese: dar al hombre
una oportunidad para crecer y aprender a amar, en un mundo perfecto no se
aprende nada… tampoco a amar.
Dios no
hizo la muerte ni goza destruyendo los vivientes. Todo lo creó para que
subsistiera; las criaturas del mundo son saludables: no hay en ellas veneno de
muerte, ni el abismo impera en la tierra. Porque la justicia es inmortal. Dios
creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser; pero
la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo; y los de su partido
pasarán por ella. (Sabiduría 1:13-15;2_23-24)
Pero al
final de los tiempos, cuando todos hayamos completado nuestro aprendizaje, la
imperfección y el sufrimiento ya no serán necesarios y entonces se llegará a la
plenitud de los planes de Dios para con nosotros y para el universo, la
consumación del Reino de Dios con la aparición de un nuevo cielo y una nueva
tierra (Después vi un cielo nuevo y una tierra
nueva, pues el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y el mar no
existe ya. [Apocalipsis 21:1]) en donde:
Él secará todas sus lágrimas, y no habrá más
muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó. (Apocalipsis
21:4)
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