¿Cómo podría ser que un hecho tan aislado dirija nuestro rumbo y cambie nuestras situaciones cotidianas?
Por: Karla Yamilet Montero Gallardo | Fuente:
Semanario Alégrate
En el basto mundo de las supersticiones existe una que, además, se aplica mucho
en nuestro lenguaje; y es que decirla es un semejante de haber arrancado mal (o
bien, porque se adapta) el día cuando ya, desde temprano, nuestra suerte está
marcada por el sencillo hecho de habernos levantado de la cama bajando primero
un pie o el otro.
Si nuestro día va de maravilla y
todo “nos sale bien”, de acuerdo con lo
esperado, entonces seguro nos levantamos con el pie derecho, pero, en el caso
contrario, fue el izquierdo el que primero tocó el piso, sin duda. A esto
obedece la creencia, pero, por supuesto y con todas sus letras: no es verdad. ¿Cómo podría ser que un hecho tan aislado dirija nuestro
rumbo y cambie nuestras situaciones cotidianas? Sencillamente no es
posible.
Pues bien, si creerlo es absurdo
por tratarse de un hecho aislado e imposible, tampoco deberíamos decirlo.
Probablemente esta sea una de las
frases que más se usan como una de esas expresiones ingenuas, inocentes y sin
mala intención, pero, si nace de una creencia que no corresponde a nuestra fe
(y ojalá no perteneciera a la de nadie), es motivo suficiente para erradicarla.
En casos como este podríamos
pensar que sólo se trata de una forma de hablar, simple retórica, pero nuestro
lenguaje comunica todo el tiempo y nuestro testimonio también, así que no
debería estar en el vocabulario de un cristiano.
Y sí, tal vez no sería tan grave,
tal vez sólo es un decir. Pero, si es un decir, mejor que sea bueno.
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