Una monición en la misa no es un pequeño sermón. Es
una monición. Monición no es igual a sermón pequeño. Lo lógico es que una
monición dure diez segundos, quince.
A veces,
el que preside le pide a un clérigo, al final de la misa, que diga unas
palabras; por ejemplo, el que preside le pide a un antiguo párroco en las
fiestas del pueblo que diga algo. Pues ese no es el momento para un
microsermón; nunca, jamás. Si quiere decir algo, pues que lo diga en veinte
segundos, en treinta segundos, en un minuto o dos, pero que no ejerza de predicador II.
Esto vale
para todos, también para el que preside, no importa la razón. Tanto por razones
litúrgicas como porque la gente se pone nerviosa, en la misa solo ha de haber
un único sermón. Al final, se pueden hacer pequeños anuncios, pero lo más
breves posibles.
Cuando el
sacerdote, justo antes de dar la bendición, dice: “Podéis
sentaros un momento”, me dan ganas de
meter la cabeza bajo la casulla. “Podéis sentaros un
momento” es lo peor que se puede decir justo antes de acabar. Lo que
quieras decir, dilo en cuatro o cinco frases.
P. FORTEA
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