miércoles, 26 de julio de 2023

PROFETAS

 “¿Quién es profeta?  Profeta, hermanos y hermanas, es cada uno de nosotros; de hecho, con el Bautismo todos recibimos el don de la misión de la profecía. Profeta es aquel que, en virtud del Bautismo, ayuda a los demás a leer el presente bajo la acción del Espíritu Santo. Esto es muy importante: leer el presente no como una crónica, sino bajo la acción del Espíritu Santo, que nos ayuda a comprender los proyectos de Dios y a corresponderlos” (Francisco, Ángelus del 2 de julio de 2023).

PROFETAS DE LA PUERTA DE AL LADO

En esta línea, según el Papa Francisco, “el profeta es aquel que muestra a los otros a Jesús, que da testimonio de Él, que nos ayuda a vivir el hoy y a construir el mañana según sus planes. Por tanto, todos somos profetas, testimonios de Jesús 'para que la virtud del Evangelio brille en la vida diaria, familiar y social'. El profeta es un signo vivo que muestra a Dios a los otros, el profeta es el reflejo de la luz de Cristo en el camino de los hermanos. Y entonces, podemos preguntarnos: Yo, que fui 'escogido profeta' en el Bautismo, hablo y, sobre todo, ¿vivo como testimonio de Jesús? ¿Llevo un poco de mi luz a la vida de alguien? ¿Yo me interrogo sobre esto? ¿Me pregunto cómo va mi testimonio, como va mi profecía?”.

BABILONIA Y LA BESTIA

Recientemente he leído un artículo que me ha dado mucho que pensar. Se titula La Bestia eres tú. Dicho ensayo está escrito por Ignacio Castiella, quien ha dividido el mismo en dos partes: la primera dedicada a Babilonia y la segunda a la Bestia del Apocalipsis.

Según el autor, es común entre los cristianos familiarizados con la idea del final de los tiempos imaginar la Bestia del Apocalipsis como un sistema totalitario que esclavizará a la humanidad y luego la coaccionará para que realice un acto de adoración sacrílego al Anticristo, una especie de dictador carismático. Por esto se suele identificar a la Bestia del Apocalipsis con el proyecto conocido como Nuevo Orden Mundial

Sin embargo, Castiella cree que esta interpretación es incorrecta y a lo largo del ensayo trata de demostrar dicha afirmación inicial.

Para Castiella no es posible que el peligro sobre el que se nos haya advertido a través de los profetas, la mayor concentración de maldad en la historia de la humanidad, consista únicamente en una dictadura política, es decir, en un mal externo y material. Debe haber algo más. “Para ver la corrupción del llamado Nuevo Orden Mundial no hace falta ningún discernimiento espiritual”. Basta con estar despierto y ver el aterrador proceso de concentración de poder que se está produciendo en la actualidad. La maldad del Nuevo Orden Mundial es ruidosa. “No hay en ella nada de sibilino, nada propio de una serpiente”.

Sin embargo, según el ensayo citado, los cristianos podríamos caer en un engaño: guiarnos simplemente por una idea mundana del mal, y al hacerlo, abrazar una idea mundana del bien. “Las identificaciones de la Bestia del Apocalipsis que hagamos -dice Castiella- no son actos banales, sin significado espiritual. Hablan de la manera en la que concebimos el mal, y eso tiene consecuencias directas sobre la manera en la que miramos a Dios”.

En su primera parte, el autor del ensayo llega a la siguiente conclusión: “Tenemos que plantear la posibilidad de que quizás lo que pensábamos que era la Bestia se trate, en realidad, de otra figura del Apocalipsis: Babilonia”. Un reino esencialmente material y sensual. Sin embargo, cuando nos referimos a la Bestia, estaríamos identificando un fenómeno espiritual. Esta es también la tesis que plantea John Blanchette en su libro The False Apocalypse.

Y es que, no lo olvidemos, “Satán se disfraza de Ángel de luz” (2 Corintios 11-14).

En la segunda parte del ensayo, Ignacio Castiella profundiza en la figura de la Bestia, poniéndola en relación con Babilonia.

De la lectura de esta segunda entrega del ensayo, me ha llamado la atención esta afirmación del autor: “Desde hace un tiempo a esta parte, informarse, para muchos, se ha convertido en una tarea de características opuestas a las de un examen de conciencia. Informarse, a día de hoy, consiste fundamentalmente en estudiar las agendas que dirigen un proceso de concentración de poder. Esto puede ser necesario en cierto momento para comprender la manera en la que se suceden los acontecimientos, pero mantener la mirada fija en esas realidades puede tener efectos muy particulares en el alma”.

Y es que no puedo estar más conforme con Castiella, quien afirma que “cuando el tiempo que dedicamos a informarnos sobre el estado del mundo supera al tiempo que dedicamos a relacionarnos con Dios, encarnamos implícitamente un credo. Y cuando ese informarse gira alrededor de las conspiraciones que rigen el mundo (algo en lo que se está convirtiendo, poco a poco, informarse) ese credo se parece, curiosamente al del gnosticismo”. Debemos tener en cuenta, según este autor, que “la Nueva Era es la manifestación más reciente del gnosticismo, algo así como su 'evangelización' Tiende a ser una versión más accesible del gnosticismo, que es de carácter más esotérico”.

Para los gnósticos, Lucifer es el verdadero padre espiritual de la humanidad. En efecto, “fue él quien creó lo que de eterno hay en nosotros, quien se apiadó al vernos atados en las tinieblas y nos entregó la luz de la inteligencia, la propiocepción, para que, poco a poco, a través del conocimiento, expandiéramos nuestra conciencia y nos liberáramos de la prisión de la necesidad. El 'se os abrirán los ojos y seréis como Dios' no es un engaño que provoca una caída, sino una promesa que debe realizarse: el momento en el que el hombre se sacudió de encima la necesidad y parpadeó, por fin, a la existencia. Desde entonces comenzó a cultivar su libertad, a expandirla, y se puso en camino hacia las alturas, desde los lodos de la materia hacia el puro espíritu, fuente del ser. Al final del camino le espera la libertad final: la iluminación”.

El núcleo de todas las ramas gnósticas, indica Castiella, es la negación de la jerarquía que separa a las criaturas de su Creador, pero no por un auto-rebajamiento del Creador, sino por un ascenso del hombre, que se coloca a sí mismo en la cima.

Debemos tener siempre muy presente que “nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso sino contra los principados, contra las potestades” (Efesios 6, 12).

El autor del ensayo La Bestia eres tú, a modo de profeta de la puerta de al lado, nos ayuda a entender -desde una perspectiva de fe- lo que el Apocalipsis nos quiere revelar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. De este modo, el Apocalipsis, aquello que está oculto, se revela. Las intenciones de cada corazón se manifiestan. Y no es la cristiandad lo que viene a poner a prueba el final de los tiempos. “El final de los tiempos viene a poner a prueba una fe viva, es decir, una búsqueda activa del Rostro de Dios”.

Tal y como nos ayuda a entender Castiella, la bifurcación central en estos últimos tiempos es entre el camino de la serpiente y el camino de Cristo.

“Pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; ésta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón” (Gen 3,15).

Y es que sabemos que Dios es quien redimirá al hombre, aplastando la cabeza de la serpiente. Y María, nuestra Madre, lo hará en la medida que es Madre de Dios.

Finalmente, Castiella nos ayuda a ver que esa bifurcación esencial que tiene lugar en el libro del Génesis, los de Dios y los de la serpiente, tiene en el Nuevo Testamento en los dos ladrones su correspondencia y su cierre: invisibilidad o visibilidad. Burla, escándalo, habituamiento narcótico, o arrepentimiento y encuentro con Cristo. “Ese es el elemento central del Génesis y del Apocalipsis, de los comienzos y los finales: la búsqueda de los males afuera o adentro”.

La serpiente, en los finales, como en los principios, por simetría poética del guión de Dios, susurrará con más fuerza y persuasión que nunca: sois dioses.

No obstante, si tal y como la Virgen del Carmen de Garabandal nos anunció con la prueba que resultará ser el Aviso, cada espíritu pudiera entonces verse tal y como es, aunque fuera por un instante, a los ojos de Dios; si pudiera ver el efecto que sus acciones han tenido sobre otros, entonces las palabras de Cristo se volverían, de pronto, comprensibles y entonaríamos arrepentidos pero llenos de esperanza la siguiente plegaria sincera: “Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante vosotros hermanos...”

Por: Albert Cortina

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