“¿Quién es profeta? Profeta, hermanos y hermanas, es cada uno de nosotros; de hecho, con el Bautismo todos recibimos el don de la misión de la profecía. Profeta es aquel que, en virtud del Bautismo, ayuda a los demás a leer el presente bajo la acción del Espíritu Santo. Esto es muy importante: leer el presente no como una crónica, sino bajo la acción del Espíritu Santo, que nos ayuda a comprender los proyectos de Dios y a corresponderlos” (Francisco, Ángelus del 2 de julio de 2023).
PROFETAS
DE LA PUERTA DE AL LADO
En esta línea, según el Papa
Francisco, “el profeta es aquel que muestra a los
otros a Jesús, que da testimonio de Él, que nos ayuda a vivir el hoy y a
construir el mañana según sus planes. Por tanto, todos somos profetas,
testimonios de Jesús 'para que la virtud del
Evangelio brille en la vida diaria, familiar y social'. El profeta es un signo
vivo que muestra a Dios a los otros, el profeta es el reflejo de la luz de
Cristo en el camino de los hermanos. Y entonces, podemos preguntarnos: Yo, que
fui 'escogido profeta' en el Bautismo, hablo y, sobre todo, ¿vivo como
testimonio de Jesús? ¿Llevo un poco de mi luz a la vida de
alguien? ¿Yo me interrogo sobre esto? ¿Me pregunto cómo va mi
testimonio, como va mi profecía?”.
BABILONIA
Y LA BESTIA
Recientemente he leído un
artículo que me ha dado mucho que pensar. Se titula La Bestia eres tú. Dicho ensayo está escrito por Ignacio Castiella, quien ha dividido el mismo en dos partes:
la primera dedicada a Babilonia y la segunda a la Bestia del
Apocalipsis.
Según el autor, es común entre
los cristianos familiarizados con la idea del final de los tiempos imaginar la
Bestia del Apocalipsis como un sistema
totalitario que
esclavizará a la humanidad y luego la coaccionará para que realice un acto de
adoración sacrílego al Anticristo, una especie de dictador carismático. Por esto se suele
identificar a la Bestia del Apocalipsis con el proyecto conocido como Nuevo Orden Mundial.
Sin embargo, Castiella cree que
esta interpretación es incorrecta y a lo largo del
ensayo trata de demostrar dicha afirmación inicial.
Para Castiella no es posible que
el peligro sobre el que se nos haya advertido a través de los profetas, la
mayor concentración de maldad en la historia de la humanidad, consista
únicamente en una dictadura política, es decir, en un mal externo y material.
Debe haber algo más. “Para ver la corrupción del llamado Nuevo
Orden Mundial no hace falta ningún discernimiento espiritual”.
Basta con estar despierto y ver el aterrador proceso de concentración de
poder que se está produciendo en la actualidad. La maldad del Nuevo Orden
Mundial es ruidosa. “No hay en ella nada de
sibilino, nada propio de una serpiente”.
Sin embargo, según el ensayo
citado, los cristianos podríamos caer en un engaño: guiarnos simplemente por
una idea mundana del mal, y al hacerlo, abrazar una idea mundana del
bien. “Las identificaciones de la Bestia
del Apocalipsis que hagamos -dice Castiella- no son actos banales, sin
significado espiritual. Hablan de la manera en la que concebimos el mal, y eso
tiene consecuencias directas sobre la manera en la que miramos a Dios”.
En su primera parte, el autor del
ensayo llega a la siguiente conclusión: “Tenemos
que plantear la posibilidad de que quizás lo que pensábamos que era la Bestia
se trate, en realidad, de otra figura del Apocalipsis: Babilonia”. Un reino esencialmente material y sensual.
Sin embargo, cuando nos referimos a la Bestia, estaríamos
identificando un fenómeno espiritual. Esta es
también la tesis que plantea John Blanchette en su libro The
False Apocalypse.
Y es que, no lo olvidemos, “Satán se disfraza de Ángel de luz” (2 Corintios
11-14).
En la segunda parte del ensayo,
Ignacio Castiella profundiza en la figura de la Bestia, poniéndola en relación
con Babilonia.
De la lectura de esta segunda
entrega del ensayo, me ha llamado la atención esta afirmación del autor: “Desde hace un tiempo a esta parte, informarse, para
muchos, se ha convertido en una tarea de características opuestas a las de un
examen de conciencia. Informarse, a día de hoy, consiste fundamentalmente en
estudiar las agendas que dirigen un proceso de concentración
de poder. Esto puede ser necesario en cierto momento para comprender
la manera en la que se suceden los acontecimientos, pero mantener la mirada
fija en esas realidades puede tener efectos muy particulares en
el alma”.
Y es que no puedo estar más
conforme con Castiella, quien afirma que “cuando el
tiempo que dedicamos a informarnos sobre el estado del mundo supera al tiempo
que dedicamos a relacionarnos con Dios, encarnamos
implícitamente un credo. Y cuando ese informarse gira alrededor de las
conspiraciones que rigen el mundo (algo en lo que se está convirtiendo, poco a
poco, informarse) ese credo se parece, curiosamente al del gnosticismo”.
Debemos tener en cuenta, según este autor, que “la Nueva
Era es la manifestación más reciente del gnosticismo,
algo así como su 'evangelización' Tiende a ser una versión más accesible del
gnosticismo, que es de carácter más esotérico”.
Para los gnósticos, Lucifer es el verdadero padre espiritual de la
humanidad. En efecto, “fue él quien creó lo que de
eterno hay en nosotros, quien se apiadó al vernos atados en las tinieblas y nos
entregó la luz de la inteligencia, la propiocepción, para que, poco a
poco, a través del conocimiento, expandiéramos nuestra conciencia y nos
liberáramos de la prisión de la necesidad. El 'se os abrirán los ojos y seréis
como Dios' no es un engaño que provoca una caída, sino una promesa que debe
realizarse: el momento en el que el hombre se sacudió de encima la necesidad y
parpadeó, por fin, a la existencia. Desde entonces comenzó a cultivar su
libertad, a expandirla, y se puso en camino hacia las alturas, desde los lodos
de la materia hacia el puro espíritu, fuente del ser. Al final del camino le
espera la libertad final: la iluminación”.
El núcleo de todas las ramas
gnósticas, indica Castiella, es la negación de la jerarquía que separa a las
criaturas de su Creador, pero no por un auto-rebajamiento del Creador, sino por
un ascenso del hombre, que se coloca a sí
mismo en la cima.
Debemos tener siempre muy
presente que “nuestra lucha no es contra hombres de
carne y hueso sino contra los principados, contra las potestades” (Efesios
6, 12).
El autor del ensayo La Bestia eres tú, a modo de profeta de la puerta de al lado, nos
ayuda a entender -desde una perspectiva de fe- lo que el Apocalipsis nos quiere
revelar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. De este modo, el
Apocalipsis, aquello que está oculto, se revela. Las intenciones de cada
corazón se manifiestan. Y no es la cristiandad lo que viene a poner a prueba el
final de los tiempos. “El final de los tiempos
viene a poner a prueba una fe viva, es decir, una búsqueda activa del Rostro de
Dios”.
Tal y como nos ayuda a entender
Castiella, la bifurcación central en estos últimos tiempos es entre el camino
de la serpiente y el camino de Cristo.
“Pongo hostilidad
entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; ésta te aplastará
la cabeza cuando tú la hieras en el talón” (Gen
3,15).
Y es que sabemos que Dios es
quien redimirá al hombre, aplastando la cabeza de la serpiente.
Y María, nuestra Madre, lo hará en la medida que es Madre de
Dios.
Finalmente, Castiella nos ayuda a
ver que esa bifurcación esencial que tiene lugar en el libro del Génesis, los
de Dios y los de la serpiente, tiene en el Nuevo Testamento en los dos ladrones su correspondencia y
su cierre: invisibilidad o visibilidad. Burla, escándalo, habituamiento
narcótico, o arrepentimiento y encuentro con Cristo. “Ese
es el elemento central del Génesis y del Apocalipsis, de los comienzos y los
finales: la búsqueda de los males afuera o adentro”.
La serpiente, en los finales, como en los principios, por simetría poética del guión
de Dios, susurrará con más fuerza y persuasión que nunca: sois dioses.
No obstante, si tal y como la
Virgen del Carmen de Garabandal nos anunció con la prueba que resultará ser
el Aviso, cada espíritu pudiera entonces verse tal y como es, aunque fuera por
un instante, a los ojos de Dios; si pudiera ver el efecto que sus
acciones han tenido sobre otros,
entonces las palabras de Cristo se volverían, de pronto, comprensibles y
entonaríamos arrepentidos pero llenos de esperanza la siguiente plegaria
sincera: “Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y
ante vosotros hermanos...”
Por: Albert Cortina
No hay comentarios:
Publicar un comentario