EL DOLOR (NO NECESARIAMENTE SENSIBLE) POR LOS PECADOS COMETIDOS ES UNA PARTE FUNDAMENTAL DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA.
Son dos palabras clave para
entender lo que significa el sacramento
de la Penitencia. Veamos lo que
significan:
1) La contrición reconcilia
al pecador con Dios, incluso antes de la recepción del sacramento. La razón es
clara: quien posee la contrición, posee la gracia
santificante, el amor de caridad y tiene su opción fundamental puesta en Dios.
2) La atrición no
justifica antes de la recepción del sacramento, debido a que todavía no posee
el amor de caridad ni tiene su opción fundamental puesta en Dios.
3) Basta la atrición para
acercarnos al sacramento de la Penitencia. En caso contrario sería necesaria la
contrición que justifica al pecador antes de la recepción del sacramento y éste
sería prácticamente inútil, pues absolvería siempre a los ya perdonados.
4) El pecador con uso de razón necesita la contrición para justificarse, pues la justificación
supone el amor de caridad y la gracia santificante.
5) En consecuencia si basta la atrición para iniciar la confesión y es
necesaria la contrición para obtener la justificación, podemos concluir que el efecto de la absolución sacramental es infundir la gracia necesaria para que el
atrito pase a ser contrito.
6) Hay que tener cuidado en no dar la impresión de que la confesión puede
favorecer la falta de contrición, sino poner en primer plano el carácter
sacramental del perdón de los pecados y la fe en la acción
redentora de Cristo.
7) El paso de la atrición a la contrición es análogo a lo que sucede en un
proceso de enamoramiento. Lo primero que se busca es lo que es bueno para
mí ("esta chica puede hacerme feliz";
conveniencia para el hijo pródigo de volver con su padre). Posteriormente
la acogida bondadosa nos hace buscar lo que es bueno para el otro ("esta chica merece que yo la haga feliz"; lógico
agradecimiento del hijo pródigo con su padre). Está claro que el primer tipo
del amor es imperfecto y
el segundo muy diverso y mucho más perfecto.
8) Recordemos que las palabras contrición, opción fundamental buena,
santidad, gracia santificante, temor filial y amor de caridad son equivalentes
y todas ellas hacen referencia a la persona en gracia.
* * *
La contrición supone por parte de
Dios la concesión de su gracia, y por parte del hombre "es un dolor del alma y un detestar del
pecado cometido con propósito de no pecar en adelante"(DS 1676; D 987). La contrición no puede decirse completa sin
la celebración del sacramento de la Penitencia, porque tiende ontológicamente
hacia ella, como máxima expresión de todo el proceso de conversión y
reconciliación, y es que la conversión hacia Dios no se realiza sólo con el compromiso
de reconciliación con los hermanos, sino que el proceso de conversión debe
llegar para ser verdaderamente realizado hasta la celebración sacramental.
La contrición cristiana supera
al remordimiento,
en cuanto lleva consigo una apertura y una esperanza en Dios. Es una respuesta
al ofrecimiento de gracia por parte de Dios y por ello se orienta hacia el
futuro, hacia una nueva relación de amistad con Él. El pecador que se arrepiente sinceramente ya
está bajo la acción del perdón divino, habiendo reconocido siempre la teología
la contrición perfecta como el elemento decisivo para el perdón de los pecados.
La fe nos hace ver la malicia del
pecado y también el
amor misericordioso de Dios, en todo momento dispuesto a acogernos.
La conversión pertenece a ese tiempo intermedio en que
vivimos, en que podemos decir con verdad del Reino de Dios que se nos da
"desde ahora", pero "todavía
no".
Ahora bien, el "todavía no" nos indica que, aunque el
Reino de Dios y la salvación ya estén iniciados, vivimos en un mundo no santo,
donde el poder del mal todavía enseñorea, aunque esté fundamentalmente
derrotado gracias a Cristo. Por ello la conversión nunca se acaba, sino
que ha de continuar hasta la muerte. En
consecuencia debemos distinguir entre conversión primera, que
corresponde a la justificación y
supone el reordenar la vida de acuerdo con la opción fundamental buena,
perdida por el pecado, y conversión
segunda o cotidiana, que corresponde al esfuerzo que debe
hacer todo creyente para ir superándose y realizar lo que entiende es el plan
divino sobre él, conversión ésta continua y sin fin que nos lleva a crecer en la virtud y
luchar contra las malas inclinaciones, teniendo la educación
religiosa en este punto un
importante papel que realizar, tanto para quien la recibe como para quien la
da, por la importancia que tienen nuestras convicciones en nuestro modo de
actuar.
Podemos hablar también de
una neoconversión radical, como la de una persona, ya entregada a Dios,
pero que en un momento determinado, como pueden ser un retiro o unos
ejercicios, penetra más a fondo en el significado de su opción por Cristo, siendo
su vida posterior expresión de este su más profundo acercamiento a Dios. Ésta
sería una nueva conversión, pues esta persona sería el hombre nuevo paulino.
Por: Pedro Trevijano
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