Estamos en los últimos días de la Pascua, si los días santos se nos fueron sin haber renovado el espíritu, nunca es tarde.
Por: Ma Esther de Ariño | Fuente: Catholic.net
Estamos en los últimos días de la Pascua.
Ya los
días de la Pasión y la Muerte de Cristo se fueron. Llegó el glorioso Domingo de
Resurrección y también se fue.
¿Qué nos ha quedado de todas estas solemnidades? ¡Mucho nos tiene que
quedar!. Aunque año tras año se repita el
vivir estos días santos con sus acontecimientos históricos, no por eso los
vamos a impregnar de rutina o indiferencia.
Si
tenemos fe y creemos ¿cómo no amar a quién dio su
vida para darnos el regalo único e inalcanzable por nosotros mismos de
una vida eterna y gloriosa?
El hombre
tiene un DON, el don del libre albedrío.
Somos
libres para seguir o darle la espalda a ese Cristo que nos vino a traer la
enseñanza de un camino seguro de Verdad y de Amor. Pero aunque dio su vida por
nosotros no nos vino a forzar y nos deja en plena libertad de escoger. A si nos
dice Martín Descalzo, citando a Evely: Jesús
no se impone, aunque se proponga siempre a si mismo. El nos deja libres. ¡Nada
resulta tan fácil como obrar cual si no le hubiésemos encontrado, como si
no le hubiésemos conocido!. Dios se humilla. Dios está en medio de nosotros
como uno que sirve. Dios se propone... Dios es un compañero fiel y, en cierto
aspecto, silencioso. Resulta fácil tapar su voz. Todos nosotros tenemos el
terrible poder de obligar a Dios a callarse.
Lo
podemos callar con muchas cosas. La música estridente del mundo del
consumismo, del tener, del poder, de la ambición, de los placeres, del vicio,
de la corrupción.
Pero no
solo con estas cosas que suenan tan fuertes, sino de otras más tenues, más
sutiles que nos parecen que si nos van a dejar oír la voz de Dios, pero que la
enmudecen totalmente: la tibieza, la desidia,
la flojera, la frialdad, los respetos humanos, el descuido para todas las cosas
del espíritu, el no buscar con afán conocerlo más profundamente para saber amar
a ese Dios del que provenimos y al que tarde o temprano veremos un día cara a
cara.
Somos
libres y Dios respeta esa libertad que maneja nuestra voluntad. Sabe cómo
somos, nos conoce... También sabe que nos acechan enemigos poderosos en el paso
por la vida: el Maligno no descansa. El lo sabe muy bien porque hasta a Él,
para ser igual a nosotros, fue tentado y por eso precisamente no nos deja
solos…
Nos dio
al Espíritu Santo para ayudarnos, tenemos la oración, el Sacramento de la
Reconciliación y la Eucaristía, ¿qué mayores
fuerzas o apoyos queremos para vencer?
Si los
días santos, con el bullicio de las vacaciones se nos fueron sin haber sentido
la renovación del espíritu, nunca es tarde.
Atemos
nuestra LIBERTAD A UN DESEO.
Empecemos
hoy. Dios nos llama, Dios nos ama y nos espera siempre
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