Sí, es posible dejarle dirigir, mansamente, el camino de nuestras vidas.
Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Podemos darle a Dios una alegría inmensa si nos dejamos amar por Él, si ponemos
nuestra vida en sus manos.
Parece fácil, pero nos cuesta vivir así. Porque muchas veces preferimos
nuestros planes, gustos, proyectos, deseos, y no somos capaces de descubrir que
Dios nos prepara algo mucho más hermoso. También cuando nos quita algo que “bueno” para ofrecernos algo mucho mejor.
Un accidente nos puede privar de la salud, pero no nos aparta de Dios si
tenemos un corazón atento, esponjoso, disponible. Incluso nos puede hacer más
sensibles a las necesidades de los demás, y abrirnos los ojos para recordar que
esta vida es sólo un tiempo de paso.
Un fracaso nos puede llenar de tristeza, al recordar la cercanía de Dios el
corazón recibe un consuelo profundo: tenemos un
Padre que nos espera, un día, en casa.
El rechazo de un “amigo” se nos clava en el
alma, pero sabemos que la amistad de Dios es constante y nos alienta en los
momentos más difíciles de la vida.
La muerte de un familiar o de un amigo deja vacíos profundos, pero la confianza
en Dios nos permite saber que nadie muere sin el permiso divino, y que existe
un juicio en el que la misericordia salvará a quienes se dejaron amar por el
Amor.
Todos necesitamos ser amados. No podemos vivir sin amor, como recordaba con
frecuencia Juan Pablo II. Si abrimos el alma y nos dejamos tocar por ese Dios
cercano, amigo, enamorado del hombre y lleno de bondad misericordiosa, nuestra
vida será mucho más hermosa y más buena.
Sí: es posible dejarnos amar por Dios, dejarle dirigir, mansamente, el camino
de nuestras vidas. Entraremos entonces en un mundo maravilloso. Los pequeños o
grandes malos ratos serán curados por el bálsamo más hermoso: el que recibimos desde la caricia eterna de nuestro Padre de
los cielos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario