A PESAR DE SUS DOS DIVORCIOS, SIEMPRE SE CONFESÓ CATÓLICO
El 12 de enero de 2017 falleció,
a los 89 años de edad, William Peter Blatty, autor de la
novela El exorcista,
que se convirtió en bestseller. Luego él mismo produjo y
adaptó el guión (que recibió un Óscar) de la célebre versión cinematográfica.
Al poco de su muerte, en un
artículo en Tempi, Pietro Piccinini recordó la perspectiva apostólica con
la que Blatty, católico, plasmó sobre el papel y la gran pantalla una idea que
había madurado durante años.
[ATENCIÓN:
Este artículo contiene 'spoilers', advertencia casi
innecesaria porque la trama y el desenlace de la obra literaria y de la
película son de conocimiento prácticamente universal.]
POSEÍDO
POR UN EXORCISTA
"El salto de
Karras [por la ventana] -realizado sólo para impedir que el diablo retome el
control de la niña y la mate- es su triunfo total. Sólo este acto, un acto de
amor y de sacrificio de sí mismo, constituye el exorcismo de Regan MacNeil. Ha
sido un escritor que admiro, Ray Bradbury, quien lo ha
entendido con más claridad cuando hablé de El Exorcista como
de una 'gran historia de amor'. Pensadlo" (William
Peter Blatty a la revista Gadfly,
octubre de 1998).
O William Peter Blatty ha sido un listillo en grado sumo o hay que
pensar que toda su vida ha sido, en un cierto sentido, poseída. Poseída por su
obra sobre la posesión. Poseída por una
fe católica vivida como una realidad más objetiva que
cualquier duda, éxito o fracaso posibles. Es una lástima que a su muerte,
ocurrida cinco días después de cumplir 89 años, los periódicos italianos le
dedicaran las columnitas de costumbre.
Nacido en 1928 en Nueva York, en una familia libanesa muy católica, con una madre muy devota y un tío
lejano arzobispo, y licenciado en literatura inglesa en Georgetown, la
universidad de los jesuitas de Washington, William Peter Blatty es famoso por
haber escrito El exorcista, novela de la que luego
escribió el guión y produjo la película. Ha aterrorizado a medio mundo y
tal vez algo más, hasta el punto de que en 1997 la Horror Writers Association [Asociación de Escritores de Terror] le
concedió el premio a toda una carrera.
Se sintió muy honrado por el premio, pero Blatty nunca se consideró un escritor
de terror. Al contrario. "Antes de El
exorcista tenía una buena reputación como autor cómico", decía con nostalgia. Había entrado en
el mundo del cine porque le había resultado simpático a la esposa de un directivo
de Columbia Pictures que, por casualidad, le había visto en la televisión: una
aparición de pocos minutos para promocionar su libro, más autoirónica que
autobiográfica. "Tus padres son árabes,
¿verdad?", le preguntó el presentador del programa. "¿Y de dónde has sacado esos ojos azules?". "Las Cruzadas", respondió Blatty.
Su primer encargo en Hollywood, en 1963, fue transformar una novela policíaca
en comedia. El resultado fue el guión de El
nuevo caso del inspector Clouseau, la primera secuela de La Pantera Rosa, con Peter Sellers en el papel de
Clouseau.
La fama de 'El Exorcista' ha oscurecido los
éxitos de Blatty como autor cómico, en este caso del guión de 'El nuevo
caso'del inspector Clouseau'.
Antes, en Los Ángeles, donde trabajaba como responsable de relaciones públicas
de la universidad, durante todo un año había
fingido ser el hijo disoluto de un príncipe saudí para
poder colarse en las fiestas de la alta sociedad y atraer sobre sí los peores
intentos de alcahuetería. Después había contado todo en el Saturday Evening Post.
UNA
IDEA MEDITADA DURANTE MUCHO TIEMPO
Después de El exorcista intentó
recuperar su "buena reputación" con
una especie de parodia de su propia obra (Demons
Five, Exorcists Nothing [Demonios cinco, Exorcistas cero]), pero ya
no volvió a ser ese rey de la comedia sobre el que
el New York Times había escrito: "Nadie
escribe chistes más divertidos que William Peter Blatty". "La
herencia de este autor cómico es una película de terror", escribió
el Washington Post en
2013, cuando se celebró el cuadragésimo aniversario de la obra que había
poseído a Blatty.
Antes de dedicarse a la escritura, Blatty había hecho de todo, incluso había
vendido aspiradoras. Muy pobre en su juventud, pudo
estudiar gracias a sus méritos y a la generosidad de los jesuitas. En
1961 consiguió liberarse de la obligación de un trabajo fijo gracias a los diez
mil dólares que ganó en el show de Groucho Marx You Bet Your Life,
en el que participó con el gag del príncipe saudí.
Escribiendo guiones y novelas empezó a irle bien hasta que, muy pronto, el
filón se agotó y Blatty se quedó sin
trabajo. Entonces llegó El
exorcista.
La idea le daba vueltas en la cabeza desde 1949, cuando durante un curso en la
universidad supo del caso real de una chica de 14 años víctima de posesión demoníaca.
Se había dicho a sí mismo: "Es absurdo, ¡estas
cosas suceden aún en nuestros días!". En un momento de crisis de fe el
hecho le había asombrado profundamente por su objetividad. Lo mismo que
sucede en la novela, en la que la presencia del demonio Pazuzu en el cuerpo de
la jovencísima Regan acaba afectando al muy escéptico padre Karras, el
exorcista del título, un sacerdote jesuita y psiquiatra que, ¡casualidad!, ha
crecido con su madre en Nueva York en la miseria más absoluta, "ha
escapado hacia el amor" en la universidad de Georgetown, en Washington,
para precipitarse, después, en una desesperada aridez interior ante el
"silencio de Dios".
Veinte años después, Blatty comprendió que había llegado la hora de dejar de
lado las comedias y contar esa realidad que no le dejaba tranquilo. Al negarle el acceso a las actas del episodio de 1949, se
inclinó por la ficción. Se puso a estudiar. Durante ocho meses leyó "todos los libros sobre posesión que habían sido
publicados en inglés desde 1940", hasta convertirse en el "mayor experto en la materia en Estados Unidos, incluso del mundo". Después
escribió durante nueve meses de 14 a 18 horas al día. El libro salió en
1971.
UN THRILLER SOBRENATURAL
Más de 13 millones de copias
vendidas sólo en América, 18 traducciones, 57 semanas consecutivas en la lista
de best sellers de The New York Times, 17 de las
cuales en el puesto número 1. Dos años después, en 1973, la adaptación
cinematográfica tuvo 10 nominaciones a los Oscars y
ganó dos, uno de ellos al mejor guión
adaptado, firmado por el propio
Blatty.
Además de la estatuilla al mejor guión adaptado, El
exorcista' ganó la de mejor sonido.
Hubo colas interminables en los cines, incluso intentos de entrar a la fuerza,
y fueron muchos los desmayos en las salas.
El reportaje, en inglés, es una pequeña joya
contemporánea al estreno. En el vídeo escuchamos que había tanta expectación
que fue en su estreno un éxito de taquilla sin precedentes. Se convirtió en un
fenómeno sociológico. En el minuto 2:15, un empresario que lleva toda la vida
en el negocio dice que nunca vio nada semejante, y las imágenes nos muestran a
la policía teniendo que vigilar las colas en los cines para que no se
descontrolasen, con gente haciendo cola desde la madrugada anterior. En el
minuto 4:45 vemos a algunas personas que abandonan la sala porque no pueden
soportar el miedo. En el minuto 6:45 un empleado del cine explica que nunca
había visto gente desmayarse por una película, y efectivamente la grabación
muestra un caso en directo. En el minuto 8:38 escuchamos algunos testimonios
del terror causado por algunas escenas, como el célebre giro de cabeza de la
niña poseída o las sacudidas de su cama. A partir del minuto 10:10 varias
chicas muy afectadas explican el impacto que les produjeron algunas escenas. En
el minuto 12:15 una imagen de Pablo VI ilustra el hecho de que la existencia y
actividad del demonio forma parte de la doctrina católica. A partir del minuto
16:15 se cuenta cómo distintos periódicos de primeros de enero de 1974 (el
estreno fue el 26 de diciembre de 1973) reflejan lo que sucedía en cada ciudad,
y luego cómo se generó un debate en el que tomaron parte sacerdotes y
psiquiatras en torno a la posesión diabólica. (Tres jesuitas y tres psiquiatras
figuraron en los créditos como asesores técnicos para la película.) En el
minuto 18:15, un sacerdote que dirige un programa televisivo entrevista al
director de la película, William Friedkin, y al autor de la novela en la que
está basada y del guión, William Peter Blatty, y les pregunta (aunque no se
recoge la repuesta) por la aportación que el libro y la película suponen a la
teología.
Las revistas más prestigiosas de los Estados Unidos y del mundo, desde Newsweek a Mad,
dedicaron innumerables portadas al "frenesí por
los exorcismos". El exorcista sigue estando en la
cabeza en las clasificaciones más importantes de las mejores películas de terror de todos los
tiempos, ha sido objeto de reposiciones con ocasión de los distintos
aniversarios y hasta 1999 permaneció como la primera de su género por
recaudación, cuando fue superada por El
sexto sentido.
La mítica escalinata de Washington por la que caen, primero, el pobre director
borracho Burke Dennings y, después, el padre Karras, se ha convertido en una
meta de atracción turística.
¡Y pensar que no tenía que ser de terror, por lo
menos no lo era según los planes iniciales de Blatty! Él quería escribir
un "thriller teológico". Una "historia
sobrenatural de detectives". Empezó
a intuir que podría funcionar observando a su asistente, que "estaba demasiado aterrorizada para trabajar en la
novela cuando estaba sola en el estudio". Está claro que el libro
es un "page-turner", como
dicen en inglés [devorapáginas], y parece escrito con la película ya en mente.
Era obvio que la película sería un éxito. Al fin y al cabo, al cine se va para
reír, para llorar o para pasar miedo. Y El
exorcista supera ampliamente
la prueba. Pero además de tener a la gente pegada a las páginas o a las butacas
del cine, Blatty tenía otro objetivo cuando escribió el libro y lo ha repetido
siempre con la máxima tranquilidad: "Mi
intención fue hacer una obra 'apostólica'".
"Si existen fuerzas del mal inmateriales e
inteligentes, sólo esto ya sugiere la posibilidad de que existan otras fuerzas del
mismo tipo que sean buenas. Y a partir del momento en que la
inteligencia demoníaca responde al ritual usado por los
jesuitas, está claro que Dios existe".
En su autobiografía, el director William Friedkin escribe: "Mi intención, y la de William Blatty,
era contar una historia sobre el misterio de la fe y de la vida. A
la alta jerarquía católica le gustó. Incluso había algún prelado que
tenía una copia personal de la película".
En las escuelas de los jesuitas
de los Estados Unidos el libro se convirtió en un auténtico objeto de estudio y
Blatty recordaba con satisfacción la "amplia y
favorable" recepción de la película por parte de la
prensa católica, en particular la "crítica muy
positiva" de La Civiltà
Cattolica y Catholic News,
órgano de la diócesis de Nueva York, además del hecho de que, en una
ocasión, un pasaje de su novela fue leído durante una homilía nada menos que por el cardenal John Joseph O’Connor,
para poner en guardia a los fieles sobre el poder del diablo.
LA
GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS
Sin embargo, siempre le disgustó
que hubiera gente que pensara que el gesto extremo del padre Karras
representaba la victoria de Pazuzu. En
1974 cogió papel y pluma para explicarlo de su puño y letra a la revista de los
jesuitas de América, que en un número especial dedicado a El exorcista había
corroborado esta lectura.
Si en el centro de la historia
está la objetividad de un mal y de un bien que son tales independientemente de
lo que piensen y hagan los personajes implicados (ya sean ateos o creyentes,
médicos o sacerdotes, madres o policías), durante mucho tiempo Blatty sufrió
porque en el montaje de la película se habían
eliminado dos escenas que él consideraba decisivas. Creía que no había conseguido decirlo todo. Cada
uno interpreta como quiere las películas pero, ciertamente, la objetividad es
otra cosa. Blatty parecía poseído por esta sensación y la combatió durante casi
treinta años hasta que, en el año 2000, convenció a su amigo judío agnóstico
Friedkin a sacar El exorcista-Versión
extendida.
En realidad, parece ser que el mensaje
"apostólico" de
Blatty se había transmitido a pesar del filtro
"laicizador" de Friedkin. Enseguida se habló
abiertamente de "propaganda católica" en
algunos países islámicos, en los que la película está prohibida. La misma
acusación apareció en muchas críticas de la época, ciertamente para nada
neutrales, como por ejemplo la de L’Espresso, firmada por Alberto
Moravia.
En Estados Unidos fue una reina de la crítica cinematográfica como Pauline Kael la que
despotricó contra la película en el New
Yorker: "Una película absolutamente
despiadada sobre los milagros... El mayor manifiesto de reclutamiento que
la Iglesia católica ha tenido desde los días felices de Siguiendo mi camino y Las campanas de Santa María... ¿Cómo
se exorcizan los efectos de una película como ésta? No hay manera de hacerlo.
La industria del cine es tal que hombres sin ningún gusto e imaginación pueden
ejercer una influencia ilimitada... Ciertamente, las personas religiosas son
las que deberían sentirse más ofendidas".Friedkin lamentó en
Twitter la muerte de su "querido amigo y hermano". Ambos mantuvieron
discrepancias porque en la película se suprimieron escenas del libro que Blatty
consideraba fundamentales para su mensaje religioso.
Se puede debatir hasta el infinito si de verdad era necesario incluir las
escenas que se habían cortado, pero Blatty no quería que se pudiera discutir su
intención. Ese diálogo entre el padre Karras y el exorcista experto, el padre Merrin,
sobre el fin de la posesión y la
posibilidad del amor de Dios era,
para él, imprescindible. Algo que había que decir. Objetivamente. "El fin del demonio -dijo un día a la revista Filmfax para
explicar el desacuerdo con Friedkin- es hacernos rechazar nuestra humanidad,
hacernos creer que si de verdad existiera un Dios, nunca podría amarnos.
Si esta idea hubiera permanecido en la película de Friedkin, habría permitido a
los espectadores no odiarse a sí mismos por haberlo apreciado".
Tal vez quemado por esta experiencia, completó solo su "trilogia
de la fe": dirigió y escribió el guión en primera persona de La novena configuración (1980) y
de El exorcista III-Legión (1990),
tras haberse distanciado lo más posible del desastroso El exorcista II ("Lo siento,
pero esta historia no se puede afrontar con un enfoque que no sea católico y
judío. Es evidente que John Boorman ha intentado hacer algo que te deje sin
respiración, algo original, pero es un orangista, un protestante. No funciona").
William Peter Blatty se ha definido, en alguna ocasión, un "católico relajado". Pero muy relajado no debía ser si tuvo cuatro
mujeres, siete hijos y los problemas parecían buscarle a veces precisamente a
él. Además de sus réplicas a los críticos y su ardiente defensa de La Pasión de Cristo de Mel Gibson ("una
grandiosa representación del mal"), hay que incluir una causa legal en
1983 de seis millones de dólares presentada (y perdida) contra The New York Times porque, según él, había deliberadamente excluido a Legión de las clasificación de los
libros más vendidos causándole un gran daño comercial. Después, en 2001, la
causa presentada junto a Friedkin contra la Warner Bros porque, según ellos, durante años la
compañía había subestimado los ingresos de El
exorcista para no pagarles
todo el porcentaje debido (al final las partes llegaron a un acuerdo).
LA
TRAICIÓN DEL ALMA MATER
El 31 de mayo de 2012, Blatty
inició una recogida de firmas con
el fin de dirigir una petición al cardenal Donald Wuerl, arzobispo
de Washington, para pedirle que se
retirara a la Universidad de Georgetown el derecho
a definirse una universidad "católica". Más de
dos mil personas entre ex alumnos, docentes y familiares suscribieron la
petición, casi 200 páginas, 476 notas, 91 apéndices, 124 testimonios de
"escándalos", demostración de la traición hecha a la constitución
apostólica Ex Corde Ecclesiae y de una secularización evidente.
Fuera de una carta de monseñor Angelo Zani, secretario de la
Congregación para la Educación Católica, que definía la protesta capitaneada
por Blatty "una reclamación fundada",
la cosa no fue adelante.
"¿Bill, qué haces?, le pregunta la
gente. Bill, los tiempos cambian, déjalo. Bill, ¿por
qué quieres castigar a la universidad que amas, la universidad que con sus
becas te ha salvado de la pobreza, la universidad que ha hecho posible que
tengas esta vida, que ha cimentado tu fe? 'Si amas de verdad a alguien que
crees que necesita desintoxicación, harás lo posible para que ingrese y se recupere',
dice Blatty. La última gota, explica, fue la invitación que la Universidad de
Georgetown hizo a Kathleen Sebelius, secretaria del
Departamento de Sanidad, para que hablara en la ceremonia de entrega de los
diplomas, en mayo del año pasado. Sebelius registra un récord de votos
favorables al aborto y el aborto es el tema que de verdad hace
enfurecer a Blatty. Describe con voz temblorosa un procedimiento
abortivo concreto, con detalles explícitos. Hace una pausa. Su voz es casi un
susurro. 'Esto es demoníaco'" (Dan Zak, Washington Post,
30 de octubre de 2013).
Su última obra, última en todos los sentidos -también
en los proyectos de Blatty-, salió en 2015 y concierne a su hijo, Encontrando a Peter.
En un cierto sentido, esa cosa inexplicable y objetiva que había poseído la
vida de Blatty, Peter
Vincent Galahad la
encarnaba directamente. "Había algo
sobrenatural" en él, "era un
misterio". Desde que era muy pequeño Peter decía cosas que dejaban
a todos asombrados. "Mamá, ¿sabes para que he
venido aquí? He venido para ayudar a las personas". "¿Sabes cómo
aprendo, papá? Aprendo del cielo, Dios me enseña".
PETER, UNO DE LOS HIJOS DE BLATTY. A ÉL
CONSAGRÓ SU ÚLTIMO LIBRO.
Amadísimo por sus padres, le llevaron a Washington para que estudiara en una
escuela del Opus Dei. Unos años más tarde desarrolló un trastorno
bipolar grave y empezó a
consumir drogas. Estaba haciendo un recorrido de
desintoxicación cuando, en 2006, con 19 años, murió de repente a causa de una miocarditis viral.
En el libro Blatty narra los signos que, en su opinión, el
hijo ha seguido enviándole en estos once dolorosos años. Un día tenía que dar un discurso y tuvo un
ataque de pánico, como siempre: Peter hizo que encontrara en el suelo de la
ducha la medalla con las tres cruces del
Calvario que le había pertenecido y que el padre había
perdido hacía tiempo. Era como si Peter, pensó el escéptico Blatty, quisiera
hacerle saber que aún estaba en comunión con él, como confirmándole la
objetividad de todo lo que había vivido. La muerte no vence. "No me he hundido en el olvido".
"Al final de El exorcista, la
madre consigue creer en el diablo porque 'sigue haciéndose mucha publicidad' y
Dyer responde: 'Pero entonces, ¿qué postura tiene ante todo el bien que hay en
el mundo?'. Esta es la pregunta que plantea mi novela e,
implícitamente, la película: es decir, si el universo es un mecanismo y el
hombre no es otra cosa que estructuras moleculares, ¿por
qué existe un amor como el amor del que es capaz Dios y que hace que un hombre como el jesuita Damien Karras
ofrezca deliberadamente su vida por una extraña, por el cuerpo ajeno de Regan
MacNeil? Ciertamente es un enigma más
misterioso y mucho más digno de reflexión que el escandaloso problema del mal;
es el misterio del bien. Es el punto que les falta a todos los críticos"
(William Peter Blatty, Carta a la revista América en respuesta
al número especial sobre El exorcista, 23 de febrero de 1974).
Traducción de Helena
Faccia Serrano.
Publicado en ReL el
24 de febrero de 2017 y actualizado.
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