La capital. A la salida de la iglesia de los dominicos, en la calle Torrijos, muertos y heridos entre los feligreses. La Iglesia de San Cayetano, totalmente incendiada. Asaltada la parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles. Por la noche, comienza a arder la Catedral de San Isidro. Al día siguiente son asaltados e incendiados 34 edificios religiosos en Madrid. El 22 de julio, comienza el goteo de mártires.
No te
preocupes, me consoló el ángel, el nuevo rey David ya se encamina hacia aquí. A
ese caudillo se le ha concedido el don de la invencibilidad. Le atacarán y le
volverán a atacar, con denuedo, con persistencia, por todos los medios, de
todas maneras, pero no conocerá la derrota. Ejército tras ejército se
estrellará contra él como contra una roca. Ola tras ola se deshará contra él,
porque el Altísimo lo ha convertido en peña.
Muchos
dones se pueden conceder a un caudillo: la astucia,
la inteligencia, ser un gran estratega, ser un magnífico táctico. A él
se le concederá un don: la invencibilidad.
También los mejores estrategas y los más excelentes tácticos pierden las
guerras. El Señor concede la victoria a quien quiere, y Él ya ha decretado.
Para desgracia de los malos, su decreto se cumplirá en tres largos y
desesperantes años. Si supieran lo que ha de venir, desearían una derrota
rápida, mucho menos dolorosa. Pero por sus pecados tres larguísimos años de
purificación han sido estipulados. La sangre de los mártires solo se ha
comenzado a derramar, mucha más se va a derramar. La lustración de esa
profanación ya está determinada. Quienes han tomado la espada para matar a
inocentes, por la espada perecerán. Pero solo los que Él determine. No todos.
Por qué a unos sí y a otros no, solo Él lo sabe.
Las balas
irán y vendrán en las trincheras y en los campos, pero únicamente matarán a
quien está determinado que maten. Morirán muchos inocentes, muchísimos. Pero
también se hará la siega de los que deben ser segados. Cada bala tiene su
destino. Nadie perecerá en esta guerra que no tenga que perecer. Los campos de
batalla serán el tribunal donde se cumplirá la sentencia de Dios. Las
trincheras serán el tribunal donde se escuchará la sentencia. Muchos inocentes
serán llamados al más allá entre aquellos tan ciegos de error que no pueden ser
dejados. La hoz segará manojos de inocentes, pero en cada manojo estarán las
hierbas de semilla de odio y error que no pueden ser dejadas crecer en el
campo. Sí, tendrán que morir muchos inocentes en los combates para que también
caigan los más rabiosos cuya mordedura extiende la rabia. Pero los rabiosos
serán arrebatados de la faz de la tierra.
No solo
la hoz, cada bala tiene un nombre. El Señor sabe quién no puede ser dejado
pulular con libertad sobre la tierra en la que se va a reconstruir la paz y la
armonía. La guerra puede parecer que aplasta ciegamente, pero el Padre
celestial, cuando los ve ir al frente, sabe quién regresará y quién no. No, la
guerra no es ciega, la lista de nombres está escrita.
El
designio de Dios ha tomado un gorrión y lo ha convertido en águila, mantendrá
el aspecto de un gorrión, pero no os equivoquéis: detrás de su aspecto
bondadoso e inofensivo será un águila. Inofensivo para los buenos, pero un
águila para las alimañas. Sus garras triturarán y aplastarán con piedad, pero
férreamente. Esta vez el bondadoso, benévolo y misericordioso posee garras de
águila. Ay de aquellos quienes ciegos de rabia decidan enfrentarse contra él
hasta el final, hasta el último suspiro de sus bocas. Comprobarán que el cielo
responderá: “Así sea”. Padre bondadoso, gorrión,
cordero, pero ay de aquel que decida seguir adelante a costa de su propia vida.
El águila
ha extendido sus alas; huid, huid, porque su pico decapita serpientes. No es
cruel, no se solaza en el sufrimiento, pero su pico está acostumbrado a la
sangre de las serpientes. No desea la muerte de ningún enemigo, no desea el
dolor de nadie, pero está acostumbrado a la sangre. No será un asesino, será la
Espada de Dios. No será cruel, pero ha alzado el vuelo y una voz de lo alto ha
ordenado: “Limpia, purifica, conquista. El que haya
de ir a la muerte, que vaya a la muerte”. Nadie provocará la muerte de
más españoles que él, pero se le ha concedido un poder tan desmedido, precisamente
porque no es un asesino, porque no es cruel.
Muchos
problemas tiene este reino: esta persona es la solución a todos los problemas.
Ahora no hay más salida que la guerra. Ahora ya no hay más salida que el
sufrimiento, el derramamiento de sangre, la destrucción. Después, la paz
rodeará a ese pilar.
Será un
invencible David en la cruzada, será un Salomón en la paz. Su reinado, para
desesperación de sus enemigos será largo, muy largo, inacabable, durará una
generación. Durará el final de una generación, una generación entera y el
comienzo de una tercera generación.
Ahora
lleva la espada, el Señor le otorgará el cetro. Y ese cetro no podrá ser
removido de sus manos, así lo ha decidido el que decreta todo sin apelación. Su
cetro será inamovible. Todos los seguidores del dragón rojo contra él, todos
los sectarios de oscuras reuniones secretas contra él, tanta gente buena (pero
equivocada) opuestos a él, no importa, se estrellan contra una peña granítica.
El Señor le ha concedido el cetro y nadie tiene capacidad para arrebatárselo de
la mano.
Es
bajito, su voz aflautada, no será un gran orador, así quedará más claro que es
el Señor el que eleva a quien quiere y lo mantiene el tiempo que quiera. Sí, su
presencia no será impresionante, pero todo se le dará como don de lo alto.
El
demonio lo odiará con todas sus fuerzas en vida y después de su muerte;
perseguirá su memoria durante generaciones. Bien sabe Satanás que todos sus
planes malignos estarán detenidos mientras él viva. Mientras ese caudillo
benévolo siga respirando, el Evangelio será la ley suprema de este reino. Mientras
él viva, la religión verdadera brillará en todo el reino y extenderá sus
benéficos ríos de gracia por todas las regiones. El reino adorará a la
Santísima Trinidad, los súbditos amarán tiernamente a la Madre de Dios y Reina
de los cielos, y el cielo bendecirá generosamente estas tierras.
Después,
cuando el tiempo decretado se haya cumplido, morirá rodeado del amor de sus
súbditos. Lo llorarán como nunca se lloró a un rey en este reino.
Todo
habrá estado centrado en esta persona. Esta persona habrá sido el centro del
reino, la pieza clave de la construcción. No será sustituible. Entended que él
será un pilar de hierro, único, para un momento único. Su caudillaje no se
podrá heredar. Él es una medida de excepción para un tiempo de excepción. El
mismo cielo que determinó su victoria, no querrá que tenga hijos. Su reinado
empieza en él y acaba con él.
Después
vendrán los tiempos del enfriamiento de la fe; después, los de la apostasía. El
reinado del Anticristo será justamente lo contrario del reinado de este siervo
de Dios. En ese reinado se desarraigará lo que quede de la fe, se perseguirá a
los cristianos. En el poder se establecerán las tinieblas del infierno. Qué
diferencia entre ese trono de oscuridad y aquel hombre sencillo que reinó por
la gracia de Dios. Pero, aunque hablo para un tiempo lejano, recordad que tras
la derrota más espantosa vendrá la victorial final más esplendorosa. Lo que
ocurrió en España ocurrirá en el mundo. La victoria ya no será fruto de una
guerra, sino de una acción directa de Dios. Pero, finalmente, como está
profetizado:
"Luego
vi a un ángel que bajaba del cielo y tenía en su mano la llave del Abismo y una
gran cadena. Dominó al Dragon, la Serpiente antigua, que es el Diablo y
Satanás, y lo encadenó por mil años. Lo arrojó al Abismo, lo encerró y puso
encima los sellos, para que no seduzca más a las naciones hasta que se cumplan
los mil años. Después tiene que ser soltado por poco tiempo”.
P.
FORTEA
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