Gracias, Señor, por invitarme a tu Reino, por llamarme a recibir la vida verdadera.
Por: P. Fernando Pascual, LC | Fuente: Catholic.net
Dios ama a cada uno de sus hijos. Existimos desde Su Amor. Desea que un día
lleguemos a encontrarlo plenamente.
Por eso Dios trabaja sin cesar
para que mi corazón esté dispuesto a acoger Su Amor, a dejar el pecado y a
entrar en la vida verdadera.
"Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo" (Jn 5,17 18). Por eso Jesús cuida de sus ovejas y busca llevarlas a pastos seguros (cf. Jn 10,1-18).
Quien recibe a Cristo empieza una
vida nueva, la vida de un hijo que se deja amar por su Padre.
Por eso necesito abrirme a la
acción de Dios. Para ello, afinaré el alma para percibir sus mensajes y
agrandaré el corazón para acogerlos con alegría.
Cada día es una nueva oportunidad
para dejarme transformar por Cristo. Basta un poco de atención interior para
escuchar su voz y luego seguir sus inspiraciones.
Durante el camino habrá
dificultades, incluso caídas. Pero la certeza de que Dios me ama, y la compañía
y apoyo de los hermanos, me permitirán levantarme y continuar adelante.
El tiempo que ahora tengo entre
mis manos se convierte en una nueva ocasión para abrirme al Evangelio y
escuchar la voz del Maestro.
"Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado" (Mt 4,17). "Y ahora, ¿qué
esperas? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su
nombre" (Hch 22,16).
Gracias, Señor, por
invitarme a tu Reino, por llamarme a recibir la vida verdadera. Ayúdame, en este
día y siempre, a abrirme a ti y a acoger todo aquello que me dices desde la
acción continua de tu Espíritu...
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