DURANTE UN CUARTO DE SIGLO NO SE SUPO NADA DE ÉL
El cardenal Ignatius Kung, un ejemplo paradigmático de la santidad de la
Iglesia china en la persecución.
El obispo Ignacio Kung (1901-2000) fue juzgado en China en 1960 y
desapareció de la escena pública hasta 1985. Durante sus muchos años de encarcelamiento, sufrió el tipo de condiciones de vida inhumanas y
los malos tratos habituales en las prisiones comunistas. Dawn Beutner ha
recordado en Catholic
Word Report su historia anterior y posterior a ese
momento:
¿POR
QUÉ NO SE RECONOCE COMO SANTO AL CARDENAL IGNACIO KUNG?
En 1985, el cardenal Jaime Sin, arzobispo de Manila (Filipinas), visitó China. Como parte de su "visita de amistad", como la llamaba el
gobierno chino, el cardenal Sin pidió permiso para visitar al obispo Ignatius Kung, encarcelado por los comunistas desde 1955.
Sorprendentemente, los comunistas
aceptaron. La Asociación Patriótica Católica China organizó un banquete y ambos
fueron invitados, aunque se les colocó en extremos opuestos de una larga mesa.
Con casi dos docenas de funcionarios comunistas entre el arzobispo filipino y
el obispo chino, estaba claro que nunca se les permitiría hablar en privado.
Ignatius Kung llevaba veinticinco años
sin aparecer en público, y
todo el mundo se preguntaba si le habían afectado las décadas de
encarcelamiento.
Para aligerar el tenso ambiente
de la cena, el cardenal Sin invitó a todos los presentes a cantar. Cuando le llegó el
turno al obispo Kung, se levantó, miró directamente al cardenal Sin y cantó el
antaño conocido himno en latín: "Tu es
Petrus, et super hanc petram edificabo ecclesiam meam". Este
himno cita el famoso versículo de Mateo 16,18, a saber: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia".
Dado que los comunistas habían
encarcelado al obispo Kung precisamente por su obediencia al Papa, todos en la
sala -y pronto en el mundo- supieron que la vida en una prisión comunista no había quebrantado la fe de este hombre heroico.
¿Quién era Ignatius
Kung? Ignatius Kung Pin-Mei nació en
1901 en el pueblo chino de Tangmiqiao, en el seno de una familia católica desde
hacía al menos cinco generaciones. Recibió una educación típicamente china,
además de una buena educación católica, y aprendió idiomas europeos en el
instituto. Según una antigua costumbre china, su familia le había concertado un
matrimonio cuando era muy joven. Rompió ese compromiso siendo adolescente,
cuando reconoció la llamada de Dios a ser sacerdote.
Tras ordenarse sacerdote en 1930,
Ignacio fue profesor y director de varios colegios. Durante la guerra de China
con Japón, protegió la vida de los alumnos evacuando su escuela, y dirigió los
esfuerzos para atender a los heridos tras un bombardeo de la ciudad. Mientras
fue director de una escuela en Shanghai, el número de alumnos se triplicó en
nueve años y su escuela llegó a ser conocida como una de las
mejores de Shanghai. Evidentemente,
el padre Kung era un líder nato,
además de un devoto sacerdote católico.
Cuando el Ejército Popular de
Liberación "liberó" Shanghai en
1949, el gobierno comunista tomó el control de todos los aspectos de la
vida china. A los comunistas no les gustó que hubiera una Iglesia católica
fuerte y vibrante en China. Pronto determinaron que todos los europeos, en
particular los católicos y los misioneros cristianos, eran una "amenaza imperialista", por lo que
debían ser expulsados por la fuerza.
A partir de ese momento, la
persecución de los cristianos aumentó, se extendió y se hizo más brutal. En
1951, entre 100.000 (cifra oficial) y 1.000.000 (cifra oficiosa) de hombres y
mujeres chinos fueron asesinados ante multitudes
enfervorizadas por el delito
de ser católicos o "imperialistas". El
clero fue intimidado, torturado y arrestado bajo acusaciones falsas. Los
comunistas esperaban claramente eliminar a todos los líderes cristianos para
poder "reeducar" a los laicos en
su nueva religión: la ideología comunista.
En 1950, el padre Kung se
convirtió en el primer obispo nativo de
Shanghai, así como en administrador apostólico de Soochow y Nankín.
En ese cargo, respondió a los peligros que acechaban a su grey como un verdadero pastor católico. En 1951, consagró su diócesis
al Inmaculado Corazón de María, siguiendo el
ejemplo del Papa Pío XII en
1942. Se resistió a las exigencias de que todos los miembros de la Legión de
María fueran registrados por el gobierno, reconociendo que esto era un primer
paso hacia las detenciones de laicos católicos.
El obispo Kung animó a sus
sacerdotes a predicar el Evangelio, a pesar del peligro.
Sus sacerdotes obedecieron y las misas se llenaron de católicos obedientes.
En 1954, declaró un año mariano en honor de Nuestra Señora de
Lourdes. Devociones como el rezo público del rosario, la bendición y
las procesiones florecieron
a medida que los católicos de a pie reconocían su necesidad de protección
espiritual ante la intensificación de la persecución.
En 1955, el gobierno comunista
llevó a cabo redadas masivas en parroquias, confiscó edificios eclesiásticos y arrestó al obispo Kung con acusaciones ridículas. Utilizaron contra
Kung la propaganda constante, las falsas acusaciones de apóstatas, los
espectáculos públicos e incluso las afirmaciones de que eran los propios
católicos quienes estaban dando un golpe de estado, para intentar convertirlo
en una figura odiada en China.
Sin embargo, solo un puñado de
sacerdotes se unió a la Asociación Patriótica "católica", la Iglesia controlada
por el gobierno, creación de los comunistas. Todos los católicos sabían que el
principal delito de Ignatius Kung era su negativa a participar en un
acto cismático, es decir, su
rechazo a aceptar ser líder de una Iglesia falsa en China, que obedecía al
Partido Comunista chino, no al papa.
En 1960, el obispo Kung fue
juzgado, desapareciendo a continuación de la escena pública hasta 1985. Durante
sus muchos años de encarcelamiento, sufrió el tipo de condiciones de vida
inhumanas y los malos tratos habituales en las prisiones comunistas. Pero el castigo
más cruel que le infligieron fue el aislamiento casi
total, incluso de los demás presos. Intentemos imaginar lo
que sería saber que no podemos hablar con otro católico sin poner en peligro su
salud y su vida.
En 1986 fue puesto en libertad,
en arresto domiciliario. En 1988 se le permitió viajar a Roma, donde supo que el
Papa Juan Pablo II le
había nombrado cardenal in pectore (en secreto) en 1979. Kung murió,
dolorosa pero pacíficamente de cáncer de estómago en Stamford (Connecticut,
Estados Unidos) el 12 de marzo de 2000, a la edad de 98 años.
¿Puede alguien dudar de
que Ignacio Kung es un santo en el Cielo? ¿Haría
Dios otra cosa que acoger con los brazos abiertos a un pastor tan valiente que
entregó su vida por Cristo y su Iglesia?
Pero al igual que la
beatificación de los mártires chinos por parte del Papa Pío XII en 1951 no fue
bien recibida por el gobierno comunista en el siglo XX, tampoco un
reconocimiento mundial de Ignacio Kung sería bien recibido por el actual
régimen comunista. Los que más sufrirían las iras del partido comunista en
China serían los católicos chinos de a pie,
que solo quieren vivir su fe en paz.
Naturalmente, se necesitaría una
decisión del Dicasterio de las Causas de los Santos para permitir incluso el
primer paso en la canonización de Ignacio Kung. Parece que el Vaticano ha aparcado el proceso, prefiriendo en
su lugar "dialogar" con el
gobierno chino, concretamente a través de un acuerdo diplomático. Los términos
de dicho acuerdo siguen siendo un secreto, pero está claro que intenta borrar
la clara línea que el cardenal Kung trazó entre la Asociación Patriótica
Católica (dirigida por el Partido Comunista Chino) y la Iglesia
católica clandestina de
China, que ha permanecido fiel durante setenta años. Y este acuerdo
diplomático, sean cuales sean sus objetivos, no parece haber protegido para
nada a los católicos chinos de a pie y a otros cristianos de la persecución
gubernamental.
Sin embargo, una de las muchas
razones por las que la Iglesia canoniza a los santos es animar a los católicos
a pedir la intercesión de esos santos y santas, que contemplan el
rostro de Dios; sus oraciones pueden ayudarnos en nuestras dificultades aquí en
la tierra, tanto si hemos llegado a reconocerlos como santos como si no.
¿Cuándo volverán
los católicos chinos a ser libres para practicar su fe? Solo Dios lo sabe, pero cuando eso ocurra, puede que descubramos que
Ignacio Kung ha estado intercediendo por sus queridos católicos chinos todo el
tiempo, con milagros documentados ya listos y esperando a ser registrados por
el Vaticano. Dios puede estar realizando grandes milagros en este mismo momento en las vidas y los
corazones de los cristianos que sufren en China.
Mientras tanto, los que vivimos
en países con libertad para practicar nuestra fe católica podemos pedir (en
privado) a Ignatius Kung que interceda para que todo el pueblo de China conozca la verdadera libertad que solo da la fe en Jesucristo. Y podemos
pedir a Dios que nos dé más obispos como él en todo el mundo.
Traducido por Helena
Faccia Serrano.
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