Es obra de Cristo y se expresa particularmente en el Sermón de la Montaña
Por: . | Fuente: catecismo.
La Ley nueva o Ley evangélica es la perfección aquí abajo de la ley divina,
natural y revelada. Es obra de Cristo y se expresa particularmente en el Sermón
de la Montaña. Es también obra del Espíritu Santo, y por él viene a ser la ley
interior de la caridad: ‘Concertaré con la casa de Israel una alianza nueva...
pondré mis leyes en su mente, en sus corazones las grabaré; y yo seré su Dios y
ellos serán mi pueblo’.
La Ley nueva es la gracia del Espíritu Santo dada a los fieles mediante la fe
en Cristo. Actúa por la caridad, utiliza el Sermón del Señor para enseñarnos lo
que hay que hacer, y los sacramentos para comunicarnos la gracia de realizarlo:
El que quiera meditar con piedad y perspicacia el Sermón que nuestro Señor
pronunció en la montaña, según lo leemos en el Evangelio de san Mateo,
encontrará en él sin duda alguna la carta perfecta de la vida cristiana... Este
Sermón contiene todos los preceptos propios para guiar la vida cristiana.
La Ley evangélica ‘da cumplimiento’,
purifica, supera, y lleva a su perfección la Ley antigua. En las ‘Bienaventuranzas’ da cumplimiento a las promesas
divinas elevándolas y ordenándolas al ‘Reino de los
cielos’. Se dirige a los que están dispuestos a acoger con fe esta
esperanza nueva: los pobres, los humildes, los afligidos, los limpios de
corazón, los perseguidos a causa de Cristo, trazando así los caminos
sorprendentes del Reino.
La Ley evangélica lleva a plenitud los mandamientos de la Ley. El Sermón del
monte, lejos de abolir o devaluar las prescripciones morales de la Ley antigua,
extrae de ella sus virtualidades ocultas y hace surgir de ella nuevas
exigencias: revela toda su verdad divina y humana.
No añade preceptos exteriores nuevos, pero llega a reformar la raíz de los
actos, el corazón, donde el hombre elige entre lo puro y lo impuro, donde se
forman la fe, la esperanza y la caridad, y con ellas las otras virtudes. El
Evangelio conduce así la Ley a su plenitud mediante la imitación de la
perfección del Padre celestial, mediante el perdón de los enemigos y la oración
por los perseguidores, según el modelo de la generosidad divina.
La Ley nueva practica los actos de la religión: la limosna, la oración y el
ayuno, ordenándolos al ‘Padre que ve en lo
secreto’, por oposición al deseo ‘de ser visto por los hombres’. Su
oración es el Padre Nuestro.
La Ley evangélica entraña la elección decisiva entre ‘los dos caminos’ y la
práctica de las palabras del Señor ; está resumida en la regla de oro: ‘Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo
también vosotros; porque ésta es la Ley y los profetas’ .
Toda la Ley evangélica está contenida en el ‘mandamiento nuevo’ de Jesús:
amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado .
Al Sermón del monte conviene añadir la catequesis moral de las enseñanzas
apostólicas. Esta doctrina transmite la enseñanza del Señor con la autoridad de
los apóstoles, especialmente exponiendo las virtudes que se derivan de la fe en
Cristo y que anima la caridad, el principal don del Espíritu Santo. ‘Vuestra caridad sea sin fingimiento... amándoos
cordialmente los unos a los otros... con la alegría de la esperanza; constantes
en la tribulación; perseverantes en la oración; compartiendo las necesidades de
los santos; practicando la hospitalidad’. Esta catequesis nos enseña
también a tratar los casos de conciencia a la luz de nuestra relación con
Cristo y con la Iglesia.
La Ley nueva es llamada ley de amor, porque hace obrar por el amor que infunde
el Espíritu Santo más que por el temor; ley de gracia, porque confiere la
fuerza de la gracia para obrar mediante la fe y los sacramentos; ley de
libertad , porque nos libera de las observancias rituales y jurídicas de la Ley
antigua, nos inclina a obrar espontáneamente bajo el impulso de la caridad y
nos hace pasar de la condición del siervo ‘que
ignora lo que hace su señor’, a la de amigo de Cristo, ‘porque todo lo
que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer’ , o también a la condición de
hijo heredero.
Más allá de sus preceptos, la Ley nueva contiene los consejos evangélicos. La
distinción tradicional entre mandamientos de Dios y consejos evangélicos se
establece por relación a la caridad, perfección de la vida cristiana. Los
preceptos están destinados a apartar lo que es incompatible con la caridad. Los
consejos tienen por fin apartar lo que, incluso sin serle contrario, puede
constituir un impedimento al desarrollo de la caridad.
Los consejos evangélicos manifiestan la plenitud viva de una caridad que nunca
se sacia. Atestiguan su fuerza y estimulan nuestra prontitud espiritual. La
perfección de la Ley nueva consiste esencialmente en los preceptos del amor de
Dios y del prójimo. Los consejos indican vías más directas, medios más
apropiados, y han de practicarse según la vocación de cada uno:
(Dios) no quiere que cada uno observe todos los consejos, sino solamente los
que son convenientes según la diversidad de las personas, los tiempos, las
ocasiones, y las fuerzas, como la caridad lo requiera. Porque es ésta la que,
como reina de todas las virtudes, de todos los mandamientos, de todos los
consejos, y en suma de todas las leyes y de todas las acciones cristianas, da a
todos y a todas rango, orden, tiempo y valor.
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