viernes, 20 de enero de 2023

QUE RARO…

-¿Dónde vas? -mi marido desde el sofá me miraba anonadado-.

-Aquí, a la puerta, a pasear al perro.

-¿Y para eso te has peinado y maquillado? ¿Y te has puesto ese vestido guardado con esmero para ocasiones especiales?

-Si

-¡Tú no estás bien! ¡Van a creer que estás loca!

-Puede que sí, que crean que no estoy bien, que el confinamiento acabó con la poca cordura que quedaba en mi interior. Pero la realidad es que nunca he estado más cuerda. Antes guardaba este vestido para una ocasión especial, sin darme cuenta que cada día es especial, que cada pequeña salida (ir a comprar el pan, o a la farmacia), y cada pequeño paseo a mi dulce Reinamora, son especiales. Y ayer salía triste y desgarbada dando pinceladas grises a la oscuridad del mundo. Y eso no es justo: estoy viva, y soy feliz y tengo esperanza y tiempo y he decidido poner mi pequeño granito de arena a la esperanza del mundo. Saldré un minuto a la puerta, iré hasta la esquina y volveré, como si estuviera paseando en una alfombra roja.

Luego añadí:

-Quien me vea desde los balcones, sonreirá y eso es algo que voy a provocar yo y mi actitud.

Hoy ya no quiero guardar nada para mañana, lo voy a gastar todo, daré la mejor versión de mí, y mañana me pondré otro vestido y así hasta que estén desgastados y roídos, hasta que hayan tenido una larga vida llena de paseos y sonrisas, que provoquen miradas y regalen alegrías... que dentro de un armario se los comen las polillas.

Hacía menos de cinco minutos que estaba en la calle cuando apareció mi marido con su traje de chaqué, de alguna boda sería; llevaba los zapatos sin calcetines y un sombrero de copa que no sabía ni que teníamos.

No quería reírme, pero las carcajadas salieron solas. Se acercó y me ofreció su brazo.

-Venga, que nuestra alfombra roja solo tiene cien metros y vamos a disfrutarlos cariño.

Locos, puede, pero esa noche se escuchaban risas luchando contra el miedo alojado en nuestro interior.

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