¿Necesita ayuda para hacer su meditación diaria? Le ofrecemos aquí una guía para que pueda realizarla.
Por: Extracto adaptado del libro LA MEJOR PARTE, del P.
John Bartunek, L.C. | Fuente: La-oracion.com
PASO 1. CONCÉNTRATE
• Aparta
tu atención de las cosas externas y de tus preocupaciones, ponte en la
presencia de Dios. Haz un acto preparatorio de fe, esperanza y amor.
• Recuerda que Dios está verdaderamente presente escuchándote, que tiene
algo que decirte. Tú necesitas escucharlo.
• Pide a Dios la gracia que necesitas
(petición).
• Elige el mejor tiempo y lugar adecuado para tu meditación.
• Prepara desde la noche anterior lo que vas a meditar.
Señor, sé que estás aquí y que nunca me dejas. Tú eres fiel. Gracias
Señor por estar aquí. Gracias por todos los dones que me has dado: la vida, mi
fe católica, mi vocación. Oh, Señor, tú eres rey eterno y me has hecho
ciudadano de tu Reino. Sólo ahí seré feliz. Y eso es lo que deseo, ser feliz.
Para eso me has creado y por eso mi espíritu me impulsa hacia Ti. Sé que nunca
dejas de llamarme para que esté más cerca de Ti. Guía mis pensamientos
esta mañana, llena mi corazón de amor por Ti, fortalece mi fe. Te ofrezco esta
pequeña oración para glorificarte y para que tu Reino se extienda. Te pido que
me ayudes a aumentar la virtud de la paciencia en mi corazón, mientras paso
este tiempo meditando en tu palabra. Enséñame a ser manso y humilde de corazón
como Tú eres.-
PASO 2. REFLEXIONA
• Selecciona la Palabra de Dios, que se encuentra en la Biblia,
escritos de santos, documentos de la Iglesia o escritos espirituales, etc., de
acuerdo con tu programa de vida espiritual.
• Lee despacio y reflexivamente el texto que vas a meditar. Léelo
nuevamente buscando descubrir lo que Dios quiere de ti en el aquí y el ahora de
tu vida. Ejercita toda tu mente: memoria, imaginación e inteligencia; deja que
tus emociones participen.
• No se trata de aprender nuevas verdades, sino que las comprendas con más
claridad, con mayor profundidad, saboréandolas, contemplándolas.
• Dios sabe qué gracias necesitas más. Busca cuáles son en este rato de
meditación.
• Escucha con atención lo que el Espíritu Santo te inspira.
• Reflexiona en una o dos luces que te han llamado más la atención. Si has
encontrado muchas, no te apresures, mantén la calma y reflexiona un punto a
fondo, hasta que tu corazón esté satisfecho. Sólo entonces pasa al siguiente
aspecto.
Me pongo a buscar el libro de meditaciones que he estado usando y me doy
cuenta de que lo olvidé en casa una vez más. Afortunadamente hay un misal en la
banca de enfrente. Lo tomo y leo el pasaje del Evangelio del domingo anterior.
Habla sobre no poner vino nuevo en odres viejos, y no poner un parche nuevo en
un paño viejo. Lo leo una vez más y nada me llama la atención. Lo leo una vez
más lentamente, pero sólo escucho la respiración de la persona que está sentada
atrás de mí. ¡Señor, enséñame qué me quieres decir hoy! - Miro una vez más la
custodia en donde estás silenciosamente presente pero ninguna idea aparece.
Traigo a mi mente mi salmo favorito (131) y lo recito en silencio dentro de mi
corazón.
- «No está inflado, Yahveh, mi corazón, ni mis ojos subidos. No he
tomado un camino de grandezas ni de prodigios que me vienen anchos. No,
mantengo mi alma en paz y silencio como niño destetado en el regazo de su
madre. ¡Como niño destetado está mi alma en mí! Espera, Israel, en
Yahveh desde ahora y por siempre!»” -
Como siempre, encuentro mucho material para considerar en estas simples
palabras. Tener confianza en Dios y entregarle el control de mi vida. Yo
siempre me estoy preocupando por tener el control de todo, especialmente de mi
futuro; pero es Dios quien realmente tiene el control. Él me ha creado, tiene
un plan para mí y quiere que confíe en Él. Vino al mundo para ganarse mi
confianza. Él está ahora aquí presente en la Eucaristía para reafirmar su amor
y su omnipotencia. Debo
confiar en Él. Necesito dejar que la quietud y el silencio penetren mi corazón.
PASO 3. CONVERSA
• La oración nunca es pasiva ni exhaustiva. Tú recibes la verdad y
la gracia de la revelación de Dios y das tu propia respuesta, conversas con
Dios de corazón a corazón, y esto, es el alma de la meditación.
• Tus respuestas pueden ser palabras de amor, gratitud, alabanza,
arrepentimiento o petición. En ocasiones serán un torrente de palabras y en
otras sólo repetirás frases cortas o incluso una palabra.
• Este paso consiste principalmente abrir tu corazón para que la palabra
de Dios penetre ahí, regenere e inflame con su luz los recovecos más profundos
y secretos de tu vida.
Mi amado Señor, Tú eres el centro del universo y tienes el control de
todas las cosas. Sé que tienes un plan para mi vida y que, cualquiera que éste
sea, será lo mejor para mí, para mi familia, para la Iglesia. Tú me has creado
para algo y deseas que lo haga. Quiero conocer tu plan sobre mí y seguirlo. Oh,
Señor, soy tan débil. Me preocupo tanto cuando no puedo tener todo bajo
control. ¿Por qué no me dices cuál es tu plan en vez de que trate de
adivinarlo, me preocupe y luche para descubrir lo que quieres de mí? (Pausa
para escuchar).
Tus caminos son misteriosos, pero Tú eres Dios, yo no. Mi parte consiste
sólo en hacer todo lo mejor posible y en confiar en Ti para todo lo demás. Hoy,
por lo menos, sé qué quieres que haga. Tengo mis obligaciones, y a pesar de que
Tú sabes que preferiría eludirlos e irme a descansar, no lo haré. Trataré de hacerlos
lo mejor que pueda porque eso es lo que Tú quieres, Señor, y Tú siempre quieres
lo que es mejor para mí. (Silencio para poder escuchar).
PASO 4. COMPROMÉTETE
• Hacia el final de la meditación hay que concluir y renovar tu
compromiso con la misión que Dios te ha dado. Este paso es el puente entre la
oración y la acción.
• Si puedes enlaza este compromiso con las tareas específicas de tu día.
Algunas veces el Espíritu Santo te impulsará a un acto concreto de caridad
(visitar a un enfermo) o de autocontrol (pedir disculpas).
• Termina tu meditación renovando tu compromiso con Cristo y, si te ayuda,
dedica un tiempo a escribir las luces que Dios te inspiró durante la meditación y agradéceselas.
• Brevemente revisa cómo te fue en la meditación, qué te ayudó o qué
obstáculos encontraste.
• Termina con una oración vocal breve como el padrenuestro, el avemaría, o
cualquiera otra de tus oraciones favoritas.
Miro una vez más la Hostia en la custodia. - ¿Qué puedo hacer hoy para
mostrarte mi amor, Señor? No se me ocurre nada. En mi programa de vida estoy
trabajando en la virtud de la paciencia. Siempre la pierdo cuando hablo con…
acerca de la Iglesia. No podemos ponernos de acuerdo. Hoy comeremos juntos. No
lo voy a contradecir y trataré de desviar la conversación lejos de estos puntos
en que discutimos. Señor, te prometo que no discutiré hoy. Quiero que mi
sinceridad y gentileza reflejen las tuyas. Ayúdame a ser más como Tú. Padre
Nuestro…
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