Aquél que sabe reconocer las palabras del corazón de quien escucha, ése sabe verdaderamente escuchar.
Por: Iván Yoed González Aréchiga L.C. | Fuente:
Catholic.net
¿Alguna vez has escuchado, con atención, hablar a
una persona?, ¿alguna vez has asistido a una plática, conferencia, charla?
No vayamos lejos, ¿alguna vez has escuchado una
homilía o un sermón? Cuando percibes las palabras y las ideas que se
presentan, ¿cómo las recibes?, ¿cómo las escuchas?
Existen
dos modos de escuchar. Solo uno de ellos es verdadero. Solo uno de ellos es
propio del hombre. Antes de referirnos a ellos encontramos primero lo que es
tan solo "oír". Consiste en nada
menos que en recibir sonidos. Después encontramos el primer modo de escucha.
Éste sabe decodificar informaciones. Recibe las ideas y las organiza. Comprende
el mensaje mismo. Al final encontramos, sin embargo, el único modo real: es
aquél que recibe todo lo que escucha no solo como simples sonidos, pero tampoco
ni siquiera como meras informaciones, sino sobre todo como aquello que podría
llamarse la palabra de un corazón.
Aquél que
sabe reconocer las palabras del corazón de quien escucha, ése sabe
verdaderamente escuchar. Aquél que sabe reconocer las palabras del corazón,
puede identificar al que tan solo emite solo ideas, pero también al que
transmite todo su ser por la palabra.
Quizás si
el gentío hubiese buscado mirar más allá de las ideas, quizá si los apóstoles
hubiesen mirado más allá de las doctrinas, quizá si yo mismo buscara mirar más
allá de las palabras para tocar el corazón, entonces quizás la parábola cesaría
de ser parábola para pasar a ser vida.
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